–“¿Quién osa creer que una criatura pueda ser cambiada para bien o para mal?”

Así cuestiona la bruja gigante que protagoniza Temblad, temblad (Tremble, Tremble, 2017) el que ella denomina “Libro de la Ley” –“la ley que los hombres siguen”– y que llama a rechazar y abolir en favor de una ley anterior que se transmitía de hija a hija y que era conocida con el nombre de In Utera Gigantae, en alusión a los primeros meses que todo ser humano vive dentro de una “Giganta” la cual, según la bruja, posee el poder de “crear o destruir la vida que lleva dentro”.

A este respecto, es preciso contextualizar la concepción de este vídeo-instalación-performance de la artista Jesse Jones (Dublín, 1978) en el marco del debate acerca de la legalización del aborto generado en su país durante los últimos años. Se trata, pues, de un alegato feminista creado para el pabellón de Irlanda en la 57ª Bienal de Venecia de 2017 que toma como referente el fenómeno de la brujería, tan extendido en siglos pasados por el continente europeo. Así, la figura de la bruja se convierte en un personaje transgresor que lucha contra las injusticias del orden establecido y, como puede apreciarse en las imágenes –proyectadas en dos pantallas contrapuestas ubicadas en lados diferentes de la sala–, voltea, destruye y arrastra el estrado de madera que tradicionalmente ocupan los magistrados durante el juicio: “reduciré este tribunal a cenizas bajo la luna de la sangre”, sentencia la bruja, quien asegura que el “caos” es su “pan”, y sus “huesos” su “arma”.

Justamente el vídeo se acompaña de una serie de piezas escultóricas–“elementos tangibles de una fuerte presencia física”–, entre ellos dos grandes huesos que en palabras de la autora responden a su intención de “crear una sensación de excavación geológica y profunda del feminismo”, demostrando que este “ha existido en múltiples generaciones y siglos” y reconociendo la significativa influencia en su obra de Lucy, la primera australopithecus aparecida en Etiopía. De esta manera, el conjunto de todos los componentes de la instalación constituye una especie de “atrezo” con el que se configura una escenografía a través de la que el espectador “entra en el espacio de la película”, tal y como declaró Jesse Jones durante su conversación con el comisario de la exposición, Manuel Cirauqui, el pasado 31 de octubre de 2019 en el Auditorio del Museo Guggenheim Bilbao. Cada objeto se asocia con determinados momentos o espacios representados en el vídeo y cada uno de ellos permite establecer diferentes conexiones. Y es que la obra concentra una serie de estratos semánticos que ponen de relieve la complejidad de la construcción ideológica de su mensaje, pues de la lucha por la legalización del aborto en Irlanda la instalación se sumerge en la Historia de la reivindicación de los derechos de la mujer, desde su mismo título Temblad, temblad, que retoma el eslogan de las reivindicaciones feministas italianas de la década de los setenta –“Tremate, tremate, le streghe son tornate!” [“¡Temblad, temblad, las brujas han vuelto!”]– a la persecución de la brujería que enmascaró la discriminación y represión de la mujer en épocas anteriores. Según Jones, los difuntos también forman parte de esta reivindicación, “emergen” y, como la bruja, vuelven para demostrar hasta qué punto es posible resistir y desobedecer nuevamente, como hicieron en su tiempo. Y es que la artista deja claro que “la desobediencia es necesaria para cambiar la ley e irla socavando poco a poco”.

Este carácter mágico queda especialmente patente en la instalación mediante la pieza circular que Jesse Jones ha denominado “el oráculo”. Recuerda la autora que en aquel momento decisivo para la historia de Irlanda se vivía una gran incertidumbre, sin saber si finalmente se llevaría a cabo un referéndum sobre el aborto y cuál sería su resultado. El oráculo simboliza, pues, la profecía femenina, con nuevas referencias históricas y mitológicas, en este caso al oráculo de Delfos y “la voz de la mujer que tenía unos conocimientos intuitivos pero que el patriarcado sustituye por otros”.

En suma, y como subraya Manuel Cirauqui, Temblad, temblades un “collage de distintas narrativas” con el carácter de una “serendipia”, donde aparte de la prehistoria, la brujería o la lucha feminista también hay referencias a la madre de la artista y otros lazos que “nos conectan como europeos”. En este sentido, la obra, que ya se ha visto en Escocia, Irlanda o Singapur, adquiere una nueva relectura en la adaptación que Jesse Jones ha preparado para su exposición en el Museo Guggenheim Bilbao, donde se enfatiza el peso de la historia de la brujería en Euskadi. Jones encuentra aquí no solo un vínculo con Irlanda y el resto de Europa, sino nuevos testimonios en pro de la lucha feminista. 

Fue hace dos años cuando Jesse Jones conoció por medio de unas amigas activistas a Silvia Federici quien se ha interesado por la relación entre feminismo y capitalismo, y que, al estar entonces investigando en Pamplona, despertó su interés hacia la historia de la brujería en el País Vasco. Así, durante su primera visita a Bilbao, Jones visitó Zugarramurdi, lugar que protagoniza un episodio de gran trascendencia histórica en el área vasco-navarro-riojana: en un auto de fe celebrado en Logroño en el año 1610 once vecinos de la citada localidad navarra fueron condenados a la hoguera acusados de brujería por la Santa Inquisición, seis vivos y cinco en efigie por haber fallecido ya, hecho que hoy se recuerda en la capital de La Rioja con sendas placas emplazadas junto a la fachada lateral de la Concatedral de Santa María de la Redonda y en el llamado Bosque de la Memoria del Parque del Ebro, donde figuran los nombres y edades de los condenados.

Durante la visita de Jesse Jones a Zugarramurdi y en relación con su Temblad, Tembladla artista irlandesa apreció que la cueva de las brujas era como un “útero”, además de constituir “uno de los primero lugares del rito colectivo”, recordando que en Irlanda había tenido la oportunidad de conocer otra gruta similar que demostraba la afinidad de las religiones precristianas. Más tarde, visitando el Museo San Telmo de San Sebastián, quedó fascinada con las argizaiolaso cerilleros de difuntos que aún testimonian las experiencias rituales vascas en conexión con el mundo de los muertos. Inspirándose en estas argizaiolas –objetos antropomorfos en los que se enrolla una vela–, Jones envuelve en mecha de cera de abeja algunos de los símbolos de la historia de la brujería como una miniatura del estrado de un tribunal inquisidor o una copia de la derogación en 1821 de la ley irlandesa de brujería, la Irish Witchcraft Act, vigente desde 1586. Estos referentes de la obra se encuentran expuestos en su mayoría en una vitrina colocada en el espacio que precede a la sala de proyección.

El vídeo cuenta con la interpretación magistral de la actriz irlandesa Olwen Fouéré, cuya enérgica voz se adecúa a la perfección al papel que interpreta. El guion, en el que Jones trabajó durante seis meses, se inspira en fuentes tan diversas como el tratado Malleus Maleficarum (1487) –que detalla ritos de hechicería y cómo ha de juzgarse y condenarse a las brujas– o los testimonios de Temperance Lloyd, quien junto a Susannah Edwards y Mary Trembles, fueron las tres últimas mujeres ejecutadas por brujería en la Inglaterra de 1682. No obstante, Jesse Jones desvela que no se ha querido hacer recaer toda la fuerza de la película en el monólogo de la bruja, dando un protagonismo especial al lenguaje corporal de la actriz: “todas las frases del movimiento de su cuerpo se investigaron visualmente”, sin que nada fuera dejado al azar, salvo –confiesa Jones– el pequeño fragmento en que Fouéré baila y salta, que responde a un momento al final de la toma en que se pusieron a escuchar canciones “probablemente de Elvis o los Beatles”. Este instante contribuye al carácter reivindicativo del film, al suponer un pasaje “lleno de energía y desobediencia dentro de la película”, una demostración de la sensación de “libertad” cuando ya se había concluido el rodaje.

A esta excelente interpretación hay que sumar la perfecta sincronización de los sutiles efectos de la luz y el sonido con la imagen fílmica, así como con los movimientos de las personas que se encargan de correr y descorrer las amplias cortinas que envuelven el oráculo central y sobre las que se han estampado las imágenes de dos grandes brazos desnudos, en una actitud semejante a la de la invocación durante las prácticas mágicas –un recurso el de los telones móviles que la artista ha empleado con anterioridad en su No More Fun & Games expuesto en 2016 en la galería The Hugh Lane de Dublín y que, concretamente en esta instalación, interpreta como una forma de anunciar la llegada del nuevo orden de In Utera Gigantae mientras se incluye o se excluye al espectador del abrazo materno–. Asimismo, cada cierto tiempo se inscribe un círculo en una pared negra: el público, sumido en la oscuridad de un espacio mágico, contempla el conjunto y recibe la advertencia de la poderosa bruja quien, para terminar, expresa su voluntad de continuar importunándole y reducir a escombros su entorno :–“Os estaré observando–”

Temblad, temblad /Dar, Dar/ Tremble, Tremble (2017)
En el Museo Guggenheim Bilbao Sala Film & Video (103)
Del 31 de octubre de 2019 al 1 de marzo de 2020
Más información en www.guggenheim-bilbao.eus

Un comentario sobre “Temblad, temblad: brujería y feminismo en el Museo Guggenheim Bilbao”

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