En la localidad zamorana de Morales de Toro se encuentra el Museo del Vino Pagos del Rey, designación que ha adoptado la empresa Félix Solís Avantis para la producción de sus caldos en la mitad norte de España. A este respecto, cabe recordar que en 1952 Félix Solís Fernández fundó su primera bodega en Valdepeñas, localidad a la que se había trasladado con su familia procedente de Villanueva de los Infantes. Este primer establecimiento se ubicaba en las dependencias anejas a la casa solariega que habitaban y, pasados unos años, el negocio se amplió con la adquisición en Madrid de una empresa embotelladora que le permitió distribuir sus vinos en la capital de España. A partir de entonces su producción fue cada vez mayor y en la actualidad los hijos y nietos de Félix Solís y Leonor Yáñez han convertido la bodega familiar en una de las más grandes y mejor equipadas tecnológicamente de Europa: sus instalaciones en Valdepeñas alcanzan los 185.000 metros cuadrados de extensión y los 250 millones de litros de capacidad, además de poseer catorce líneas de embotellado cuyo rendimiento supera las 150.000 botellas por hora. Sus vinos –entre los que figuran marcas como Viña Albali o Los Molinos– son galardonados anualmente con unos cien premios nacionales e internacionales y se exportan a prácticamente todos los países del mundo, contando Félix Solís Avantis con delegaciones propias en Alemania, República Checa, Estados Unidos, China, Francia y Reino Unido. Es en este contexto en el que ha de enmarcarse la puesta en marcha en 2002 del proyecto Pagos del Rey, cuyas bodegas se dedican a la elaboración de vinos españoles en cuatro de nuestras grandes denominaciones de origen: Ribera de Duero, Rueda, Rioja y Toro.
Es justamente en esta última donde Pagos del Rey ha emplazado su Museo del Vino, en el edificio que anteriormente albergaba la Cooperativa de Nuestra Señora de las Viñas, fundada en 1963 y a la que se cambió el nombre por el de Viña Bajoz, en alusión al río que discurre entre algunos de los viñedos de Morales de Toro. En la actualidad, Pagos del Reymantiene el espíritu de la cooperativa al no poseer viñedos propios y comprar la uva a viticultores particulares. Por su parte, el edificio ha adquirido exteriormente una nueva fisonomíacon un moderno revestimiento a lo largo del que se suceden una serie de brillantes columnas metálicas que confieren al conjunto ritmo y contraste visual. Sobre ellas se sustenta un estilizado remate que se proyecta verticalmente sobre la cubierta y cuya superficie ligeramente convexa dinamizan múltiples y variadas formas cuadrangulares.
En este punto es donde comienza la visita al jardín del Museo del Vino Pagos del Rey: recorriendo un paseo flanqueado por una hilera de cipreses dispuesta de forma paralela a las columnas metálicas de la fachada lateral, el visitante comienza a apreciar las transformaciones de carácter tecnológico que entre finales del siglo XIX y principios del XX revolucionaron el sector vitivinícola, al mismo tiempo que esculturas como el monumental bronce Lázaro, el ciego y las uvas(2013) de Carlos Guerra le recuerdan el peso de la tradición y la estrecha vinculación histórica existente entre el vino y las artes, en este caso concreto, rememorando el famoso pasaje de La vida delLazarillo de Tormes en el que Lázaro intenta engañar al ciego comiéndose las uvas de tres en tres.
Por cuanto respecta a la tecnología, en esta zona exterior del museo se exhiben desde la tradicional prensa de viga –habitual en la península ibérica ya en época romana y que consistía en hacer girar un husillo de madera que atravesaba el tronco de un árbol sin esquinar para que este descendiera y con él la plataforma que aplastaba la uva–, hasta las prensas de jaula horizontal y vertical que fueron igualmente empleadas para la extracción del jugo de la vid, aunque ya hacia 1900 y basándose en un sistema mecanizado con un tornillo y platos de compresión metálicos. Esta transformación se aprecia en cada una de las fases de elaboración de los vinos, como testimonian la estrujadora, la bomba de volante –que facilitaba el trasiego en la bodega– o los distintos medios de transporte que se exhiben en el jardín y que eran imprescindibles para poder distribuir el vino, especialmente teniendo en cuenta que durante mucho tiempo este debió llevarse en barricas o toneles al no disponerse de botellas de vidrio hasta la década de 1960. En este sentido, pueden contemplarse un carro de madera o una furgoneta de época, destacando especialmente –aunque su empleo fuera para diferentes fines– la exhibición del carro de vendimia de madera pintada usado durante la recolección para el transporte de la uva y que posee sus lados caprichosamente decorados con flores y frutas, así como con sencillas escenas rurales y de la vida campesina. Junto a ella, en la parte posterior del jardín, unas cepas ilustran los cuatro tipos de uva cultivados en la D. O. Toro: verdejo –variedad de uva blanca muy extendida en la región–, garnacha –variedad de uva tinta propia del Mediterráneo pero bien aclimatada en Morales de Toro–, malvasía o ‘Doña Blanca’ –otra variedad de uva blanca que se cultiva en algunas zonas de la D. O.–, y la ‘tinta de Toro’ –la más característica de la comarca–.
Una vez en el interior del museo, puede apreciarse la estructura del edificio de la antigua cooperativa, cuyos depósitos se disponían longitudinalmente a ambos lados de un corredor central. En el nuevo espacio museográfico, este pasillo se ha convertido en un itinerario histórico y etnográfico que transporta al visitante a lo largo de los siglos desde el nacimiento del cultivo de la vid hace unos 8000 años en Armenia hasta su expansión por el Mediterráneo y su introducción y posterior desarrollo en la península ibérica gracias a griegos, fenicios y, principalmente, romanos, quienes generalizaron nuevas técnicas y consolidaron la industria de un producto tan extendido en la época que ya entonces dio lugar a expresiones hoy tan conocidas como la famosa in vino veritas que escribiera Plinio el Viejo en el siglo I d. C.
Todo ello se lleva a cabo mediante paneles didácticos y la exposición de los utensilios asociados a la producción del vino y a los hábitos de los viticultores durante la vendimia, con reproducciones de piezas de época romana como ánforas o recipientes de terra sigillata, así como con originales de los siglos XIX y XX, los más numerosos y entre los que se cuentan ejemplares tan variados como cestas de vendimia, fanegas, pucheros de hierro fundido, cazuelas con trébede, cantimploras de paja trenzada, decalitros de chapa, cántaras de cerámica, básculas de pellejos, fuelles de trasiega y escriños –envases de fibras de cereal unidas por piel de mora silvestre que se empleaban para el almacenamiento del grano–.
A continuación, camino del amplio espacio donde se almacenan las barricas, la sala de crianza, se atraviesa otro corredor que permite contemplar el interior de algunos de los veintiocho antiguos depósitos de vinificación, sobre cuyas paredes se proyectan audiovisuales que ilustran desde el proceso de producción del vino de Pagos del Rey hasta la celebración de la fiesta de la vendimia de Toro, que cada año tiene lugar en fechas cercanas a la del Pilar de Zaragoza. Más adelante, y como en toda gran bodega, la sala de barricas constituye una especie de recinto sagrado donde en penumbra, aislado y en silencio reposa un bien de valor incalculable. Es en este marco tan especial donde se ha ubicado el escenario que acoge las actuaciones musicales que organiza el museo y es allí también donde en un pequeño espacio se ilustra el proceso de fabricación artesanal de la barrica. Camino de un segundo depósito de menores dimensiones puede contemplarse asimismo la escultura de Marciano Buendía, Más de uno una multitud (2009), que de nuevo testimonia la continua apuesta de la institución por el maridaje de vino y cultura.
Ya en la segunda planta del museo, se propone al visitante un recorrido histórico estrechamente relacionado con los vinos de la D. O. Toro, comenzando por las ordenanzas que existieron en las ciudades zamoranas para regular el cultivo y el comercio del vino durante la Edad Media: una normativa que revela la importancia económica de la producción vitivinícola en la región desde siglos atrás, cuando se llegaron a imponer multas de sesenta maravedíes a quienes entrasen “a pie o a caballo en viña ajena”. También en época medieval los monasterios jugaron un papel fundamental en la extensión de los viñedos, que proporcionaban a los monjes el vino necesario para la celebración eucarística, además de para su consumo y comercialización, véase el caso del monasterio zamorano de Santa María de Moreruela. E igualmente la peregrinación a Santiago por la Vía de la Plata y el Camino de Levante –que atravesaban ciudades como Zamora o Toro– contribuyó a la consolidación del vino como alimento de elevado valor nutritivo. De ahí que la fama de los vinos zamoranos quedara reflejada en la literatura del momento, y es que como bien apuntaba el Arcipreste de Hita en su Libro del Buen Amor (1330-1343), “Y aún otra cosa os diré de cuanto allí aprendí, donde hay vino de Toro, no beben de baladí”.
La importancia del vino zamorano se mantuvo en la Edad Moderna, cuando Toro gozó de una gran relevancia política, como lo demuestra el que allí se leyera el testamento de Isabel la Católica y se reconociera a su hija Juana como reina de Castilla. Ya en 1535 existían 346 bodegas solo en la ciudad de Zamora y, al parecer, el que fuera arzobispo de Sevilla y confesor de la reina Isabel, el toresano Fray Diego de Deza (1443-1543) habría podido influir en la prohibición de entrada a la capital hispalense de cualquier vino que no proviniese de su ciudad natal. Lo cierto es que el vino de Toro poseía una elevada graduación alcohólica que favorecía su larga conservación, lo que lo hacía apropiado para su transporte hasta el Nuevo Mundo. Sea como fuere, el médico y botánico Nicolás Bautista Monardes aseguraba en su Sevillana Medicina de 1545 que “el mejor vino que se ha aquí bermejo es el de Toro”. Este renombre se aprecia en las obras de Góngora o Quevedo y supuso un florecimiento económico de la ciudad toresana, tal y como evidencia su desarrollo urbanístico por aquellas fechas.
El recorrido muestra a continuación cómo, a pesar de que la comercialización del vino de Toro se expandiera por toda España en el siglo XVIII, el cultivo del cereal comenzó a ser preponderante en la zona, lo que provocó un descenso paulatino de la producción vinícola. Algunos datos del Morales de Toro de la época se conocen gracias a las ‘Respuestas generales’ del Catastro del Marqués de la Ensenada, que prácticamente coincide en el tiempo con la ordenanza promulgada en la localidad para evitar que los ganados entraran en los terrenos dedicados al cultivo del viñedo. Muchos de estos datos se acompañan de los documentos originales, así como de piezas relacionadas con la cultura del vino. Además, la iluminación de las vitrinas o ‘cajas mágicas’ juega con el factor sorpresa y cambia según la mayor o menor proximidad del público, descubriendo un segundo plano expositivo que en principio pasaba inadvertido al espectador. Por otra parte y de acuerdo con la tónica museográfica general, la visita se acompaña de la exposición de obras de arte contemporáneo, como las esculturas de Antonio Leonardo Platón inspiradas en los útiles de siembra y labranza tradicionalmente empleados en las zonas rurales.
El itinerario histórico termina con la llegada de los avances tecnológicos de los siglos XIX y XX, que permitieron incrementar la producción de vinos de Toro a pesar de haberse reducido sustancialmente la extensión de viñedos. Más tarde, sí que se produjo un aumento de las viñas durante la época del ataque de la filoxera, que en Toro fue tardío y leve, lo que convirtió a la comarca en una importante abastecedora de caldos. Fue por aquel entonces, además, cuando los vinos toresanos comenzaron a participar en Exposiciones nacionales e internacionales, como en las de París 1867, Viena 1873 y París 1878, lo que los revalorizó a su regreso. Como resultado del interés por el desarrollo científico que promovieron estos certámenes, se adoptó el sistema métrico decimal y, con el tiempo, se creó la Estación enológica de Toro, que se mantuvo en funcionamiento desde 1902 hasta 1938. Por último, la muestra analiza la importancia de la destilación para la comercialización de aguardientes y licores en el mercado portugués y la evolución de la producción toresana durante el siglo XX, caracterizada por la progresiva disminución de la superficie de viñedos a partir de 1940 y la repercusión de la llegada de bodegas de capital foráneo.
Conversando sobre enoturismo con Roberto Castaño: “Tenemos el mejor producto pero somos los peores vendedores del mundo”
En opinión de Roberto Castaño, director del Museo del Vino Pagos del Rey de Morales de Toro, el sector vitivinícola es hoy en día “un sector pujante con una presencia significativa en el mundo empresarial; un motor de desarrollo económico de las distintas regiones de España y, concretamente, de la de Toro”. Ahora bien, acerca de su reconocimiento público, considera Castaño que en este momento el vino en España está experimentando “un despertar”, siendo aún necesario conseguir un mayor acercamiento a la población más joven desde un doble enfoque: empresarial, en todo lo relativo al desarrollo económico de la producción vitivinícola; y enoturístico, en lo referente al fomento del que ya es el otro gran motor del sector por el que apuestan las Denominaciones de Origen (DD. OO.) y las grandes bodegas, evidenciando que “turismo, cultura y vino van de la mano” y constituyen una interesante “alternativa” frente a otras formas de entender el ocio vacacional.
No obstante, el director del Museo del Vino Pagos del Rey reconoce que en este ámbito “aún falta mucho por conseguir” debido a la carencia de una concienciación generalizada acerca del “enorme potencial enoturístico de España, en general, y del Duero, en particular”. Así, siempre según Roberto Castaño,“es necesario creérnoslo” y, además,“darnos la mano para caminar juntos”, en alusión a la falta de una organización conjunta entre las distintas bodegas y DD. OO. a la hora de “aunar sus recursos y ofrecer paquetes turísticos atractivos”. A este propósito, acerca del coste que supone para el viajero, enfatiza Castaño que al turista que se interesa por el enoturismo “hay que ofrecerle productos de calidad y accesibles”, demostrando que este mundo “no es ni exclusivo, ni excluyente, sino que se encuentra al alcance de todos”; y para ello pone como ejemplo los excelentes vinos con maderación de doce meses en barricas de madera de roble francés que Pagos del Rey comercializa al asequible precio de doce euros.
En este sentido, el sector enoturístico español aún tiene mucho que aprender de la iniciativa que manifiestan grandes regiones vinícolas extranjeras como la Borgoña francesa, y es que “tenemos el mejor producto pero somos los peores vendedores del mundo, aunque nuestro ego nos haga creernos lo contrario”, sentencia Roberto Castaño, recordando que la región vitivinícola del Duero “es la más extensa y una de las más importantes del mundo” con Denominaciones de Origen excepcionales como Ribera de Duero, Rueda, Toro, Tierra del Vino de Zamora o Los Arribes del Duero, además de las que se extienden por territorio portugués, Douro y Oporto, con las que se está intentado poner en marcha ciertas iniciativas transfronterizas aunque, insiste Castaño, tanto a escala nacional como internacional “no somos capaces de trabajar juntos”.
Asimismo, además de la colaboración entre bodegas y DD. OO., ha de conseguirse que el potencial turista sea consciente de todas las ventajas que supone conocer de primera mano la cultura del vino. En consecuencia, Roberto Castaño desvela el objetivo de “lograr que incluso el no consumidor de vino recuerde los buenos momentos de la vida relacionados con él” ya que, el enoturismo aporta al viajero una forma de ocio novedosa, permitiéndole visitar viñedos, campos y bodegas, esto es “empaparse de la cultura del país”, pues sin conocer la cultura del vino es imposible descubrir esta tierra, tal y como Castaño hace saber a los turistas extranjeros que visitan el museo que dirige en Morales de Toro. Precisamente, cabe resaltar que el Museo del Vino de Pagos del Rey recibe unas 10.000 visitas al año, de las que una cantidad significativa corresponde a las de ingleses, portugueses, franceses, estadounidenses y latinoamericanos, muchos de los cuales acuden expresamente al museo por la importante actividad internacional que el grupo Félix Solís Avantis desarrolla en sus respectivos países de procedencia. Y todos ellos, así como los turistas españoles, descubren el que Castaño considera como “el único museo del vino que se centra en la cultura vitivinícola y hace comprender todo el proceso productivo desde la plantación de la viña hasta que llega a la mesa, incidiendo en su peso histórico y su importancia como revulsivo económico para la región” puesto que “el enoturismo aporta el conocimiento y degustación de un producto tan nuestro como el vino: nadie es capaz de amar lo que no conoce”.
En suma, al atractivo del Museo del Vino Pagos del Rey de Morales de Toro hay que añadir el del enclave en que se encuentra. A pocos kilómetros se halla la ciudad de Toro, con un conjunto monumental “desconocido” integrado por más de veinte templos cuya fundación se remonta a la Edad Media, así como por cinco conventos de clausura, algunos de los cuales ya han cumplido ochocientos años de historia; todo ello sin olvidar la magnífica colegiata y su casco histórico. Además de esta razón patrimonial para visitar la comarca, la D. O. Toro ofrece la posibilidad de disfrutar de “uno de los mejores vinos de España”, que se ha venido “puliendo” hasta acabar con su tradicional “aspereza”. De hecho, el director del Museo del Vino Pagos del Rey asegura que la denominación cuenta con las mejores bodegas, no solo las de Félix Solís o Vega Sicilia, sino que “incluso Gerard Depardieu tiene bodega en Toro y comercializa sus vinos en Francia”. En total, más de sesenta establecimientos que trabajan un vino con el que Roberto Castaño gusta de asociar el sustantivo “pureza” por “su sabor, cuerpo y elaboración”. Se trata, por tanto, de “un vino redondo, de gran personalidad, que no deja a nadie indiferente y que, sin lugar a dudas, está a la altura de los grandes paladares” gracias en parte al sabor propio que le confiere la ‘tinta de Toro’, uva característica de la región.
Justamente, el Museo del Vino Pagos del Rey de Morales de Toro tiene como finalidad “potenciar la cultura del vino; entender que el vino no es una bebida alcohólica, sino un alimento; un complemento alimenticio de gran relevancia en la dieta mediterránea y española”. Por eso, según su director, a todos esos jóvenes entre los que está generalizado el consumo de otras bebidas alcohólicas como la cerveza, es preciso “inocularles el germen de la cultura del vino”, objetivo principal de un museo que cuenta con una variada programación en su “vocación de convertirse en foco cultural de Morales de Toro y de toda la comarca”. Y es por lo que, además de su apuesta museológica, esta institución organiza a lo largo del año una serie de ciclos culturales siempre orientados a un turismo familiar. De ahí, por ejemplo, los conciertos acústicos de su ‘Música entre barricas’, que ha contado con la actuación de intérpretes de primera línea como José Mercé, Kiko Veneno, Bebe, Diana Navarro, Cómplices o Juan Perro. Aparte, cabe mencionar sus ‘vermús musicales’, los ‘Domingos Frissé’ o, incluso, sus talleres de pisado de uva para niños, para los que también se ofertan ‘Talleres de Playmobil’. Además, no deben olvidarse sus visitas a pie de viñedos y las ‘Crianzas escénicas’, con representaciones de teatro y danza, o números de magia. En la actualidad, se está celebrando el ciclo dedicado al flamenco ‘Barrica Jonda’ y, como testimonio de la incesante actividad del Museo del Vino Pagos del Rey de Morales de Toro como elemento de dinamización cultural de la zona, se está ultimando para el próximo 2020 la organización de exposiciones temporales de pintura de artistas zamoranos como Antonio Pedrero o Ricardo Flecha, junto al establecimiento de acuerdos con otras fundaciones o instituciones para la celebración de muestras de escultura u otras ramas artísticas pues, concluye Roberto Castaño, “el museo es un ente vivo y las distintas artes también participan de la cultura de vino, con la que ha de buscarse su imbricación natural”.
Museo del Vino Pagos del Rey
Avda. de los Comuneros, 90. 49810, Morales de Toro, Zamora
Tfno.: (+34) 980 696 763
Email: museodelvino@pagosdelrey.com
Más información en www.pagosdelreymuseodelvino.com