Apenas se cumplen poco más de dos años del nacimiento del Museo Gaudí Casa Botines y esta institución cultural ha conseguido convertirse ya en un referente turístico de primer orden en la ciudad de León, con una cifra de visitantes que alcanzó las 130.000 personas en 2018 –justo cuando se conmemoraban los ciento veinticinco años del edificio– y que este año apunta a ser aún mayor, haciendo de la entidad “uno de los imprescindibles de la capital leonesa junto a la Catedral y San Isidoro”, según afirma Noemí Martínez Murciego, directora del Museo Gaudí Casa Botines.
El origen de la institución ha de contextualizarse en el comienzo de la crisis de 2007 que conllevó la desaparición de las cajas de ahorros y la consecuente separación de su actividad financiera y de su obra social. Así, en 2011, tras la disolución de Caja España y Caja Duero, nació la Fundación España-Duero constituida en 2016 como fundación ordinaria e independiente, sin vinculación bancaria y contando con fuentes propias de financiación como la obtención de rentas de sus inmuebles, la organización de actividades culturales y el Monte de Piedad, que se siguió manteniendo en cuanto entidad crediticia de carácter social.
Entre el patrimonio que pasaba a gestionar la fundación –que en 2018 cambió su denominación por la de Fundación Obra Social de Castilla y León (Fundos)– se encontraba la Casa Botines de León, que fue destinada a albergar la sede de la obra social y cuya musealización no ha tardado en convertirse en una realidad, demostrando la apuesta por la cultura de la fundación castellanoleonesa, que ya comienza a ser sostenible gracias a las múltiples iniciativas que impulsa en este sector. En concreto, la Casa Botines se ha posicionado como motor de difusión cultural y atracción de visitantes apostando por la figura de Antoni Gaudí y por la exposición al público de parte de la colección artística Fundos.
En lo que concierne al arquitecto catalán, el Museo Gaudí Casa Botines permite conocer interiormente un edificio que siempre había estado cerrado al público, y lo hace proponiendo un recorrido histórico que detalla las sucesivas intervenciones llevadas a cabo desde su alzamiento y el grado en que fue respetada la concepción arquitectónica original en cada una de ellas.
A este propósito, cabe recordar que el proceso de construcción de la Casa Botines se origina en 1886, cuando los comerciantes leoneses Simón Fernándezy Mariano Andrés, que habían formado sociedad con el empresario catalán Joan Homs Botinàs –por entonces ya fallecido–, adquirieron por 17.000 pesetas un solar de casi 2400 metros cuadrados en la plaza de San Marcelo con el propósito de construir un edificio de quince viviendas, a donde los propios promotores trasladarían sus domicilios y en cuyos bajos se instalaría el almacén de tejidos que regentaban en la Plaza Mayor. Los dos empresarios leoneses mantuvieron la relación que anteriormente había unido a Homs con el industrial y financiero barcelonés Eusebi Güell quien, a su vez, les propuso a Gaudí como arquitecto para su Casa Botines. Las obras se desarrollaron entre 1892 y 1893, quedando concluidas en tan solo diez meses. No obstante, previamente habían sufrido un retraso de cinco años debido al litigio que, a causa de la excesiva proximidad de la Casa Botines al Palacio de los Guzmanes, paralizó el proyecto entre 1886 y 1891, impidiendo que Simón Fernández pudiera llegar a ver el comienzo de las obras.
En 1910 Mariano Andrés se hizo con la totalidad del edificio al comprar la mitad que correspondía a los herederos de su socio, repartiéndose la Casa Botines entre su viuda y sus dos hijos al fallecer también él un año después. En 1929, el inmueble fue adquirido a cambio de 750.000 pesetas por el Monte de Piedad y Caja de Ahorros de León, que instaló en él su sede social dos años después, el 20 de julio de 1931. Fue entonces cuando se llevó a cabo una primera y acertada reforma de la planta baja que se caracterizó por su respeto hacia la esencia del proyecto de Gaudí. No ocurrió lo mismo en 1953, momento en que se realizaron unas nuevas obras de modernización que afectaron a las plantas semisótano, noble o baja, y parte de la principal, alterando sustancialmente la estructura original y obligando a esperar hasta la restauración de 1994-1996 –encargada por Caja España a los arquitectos Mariano Sáenz de Miera y Félix Compadre Díez– para que se restituyera al edificio su primitivo aspecto, actuación reconocida con el Premio ‘Europa Nostra’ en 1998.
A pesar de todo, este original edificio de planta trapezoidal –en el que el arquitecto catalán empleó el método de cimentación de las zanjas corridas rellenas de mampostería hormigonada y donde los muros de carga fueron sustituidos por veintiocho pilares de fundición para dotar al conjunto de una mayor luz, ventilación y libertad en la distribución espacial– ha sido hasta hoy “uno de los menos estudiados de la obra de Antoni Gaudí”, tal y como recuerda la directora del Museo Gaudí Casa Botines, Noemí Martínez. Tal vez haya de encontrarse la razón de este desinterés en la opinión expresada por el arquitecto, historiador y académico Fernando Chueca Goitia cuando afirmaba que, a pesar de constituir Casa Botines “una de las piezas más interesantes de la arquitectura decimonónica en España”, el edificio “no ha gozado de buena prensa”. Una situación que está cambiando en la actualidad gracias al trabajo que, centrado en el análisis de la simbología del inmueble, está desarrollando el profesor de la Universidad de León, César García Álvarez, a quien, en gratitud por su labor investigadora, el museo ha dedicado su nueva biblioteca especializada en Arte y Gaudí –de la que forma parte el fondo adquirido por la antigua Caja de Ahorros y donde pueden encontrarse volúmenes hoy descatalogados–.
Por otra parte, en la planta baja o noble y aparte de la historia de la propia Casa Botines –que fue declarada Monumento Nacional en 1969 y de cuya cronología y restauraciones se ofrece información en paneles explicativos con fotografías de época–, no ha de pasarse por alto el curioso detalle de la aparición de los planos originales del edificio, firmados por el propio Gaudí y encabezados por el dibujo de un león pasante, similar al que fuera emblema del reino de León hasta el siglo XIII. Permanecían estos planos ocultos en un tubo de plomo hallado al retirar la escultura de San Jorge y el dragón que preside el acceso de la fachada principal y que hacia 1950 presentaba evidentes síntomas de deterioro. Justamente, el citado profesor García Álvarez interpreta este grupo escultórico no solo como una referencia a Cataluña, sino como un elemento simbólico que ha de entenderse en relación con La leyenda dorada, la identificación de León con la ciudad de Silca y, aún más allá, con la superación de la dificultad de la construcción del edificio en un terreno asentado sobre una considerable cantidad de aguas subterráneas. La Casa Botines se convierte así
–siempre según la interpretación de García Álvarez– en el propio dragón de la leyenda, mientras que Gaudí se nos presenta como “una suerte de santo y héroe arquitectónico”. Esto explicaría que el arquitecto catalán escondiera los planos en la boca del dragón, que adopta la forma de un cocodrilo “porque en Libia es el monstruo zoológicamente más probable”.
También en esta planta se presentan al visitante recreaciones visuales y físicas de determinados espacios históricos como, por ejemplo, una sección del almacén de telas de Fernández y Andrés –del que no se conserva documentación gráfica– o los despachos y sala de reuniones habilitados tras la intervención de 1931 –para los que se cuenta con mobiliario de época ubicado de la forma más fidedigna posible según la disposición original que reflejan las fotografías–. Otras recreaciones dan idea de los oficios de algunos de los residentes en la Casa Botines, como la sala donde se ha reconstruido la consulta de un dentista.
Las recreaciones continúan en el segundo piso, organizado en dos secciones: la ‘vivienda del siglo XIX’–donde se reproducen las distintas estancias que por aquel entonces habrían conformado los domicilios de los Fernández y Andrés– y el ‘universo Gaudí’–con una serie de pantallas y dispositivos multimedia de carácter interactivo que permiten tanto la participación directa del público en ciertos episodios de la vida del catalán, como una toma de contacto directo con sus obras más destacadas–. Todo ello constituye, citando nuevamente a Noemí Martínez, “un ejercicio de ilusión que imbuye al visitante de algo más que un mero recorrido por el edificio”.
Ya en la tercera planta es posible admirar una selección de las pinturas, esculturas o grabados que integran la colección Fundos. Desde el 10 de abril de 2019 la muestra se ha ampliado a once salas que proyectan una panorámica del arte desde los antiguos maestros a la nueva figuración española y los artistas leoneses contemporáneos.
En la primera de las salas cabe resaltar la intensidad del sentimiento religioso del Ecce Homo atribuido a Luis de Morales o el interés por el dibujo y el paisaje que se revela en las dos pequeñas tablas de la escuela valenciana donde se representa a San Vicente Ferrer y un dominico, probablemente obra de discípulos de Juan de Juanes. La sala segunda se dedica a una selección de los Caprichos de Goya, serie que corresponde a la última edición realizada a partir de las planchas originales del aragonés, publicada por la Calcografía Nacional de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1937. Continuando la visita, la tercera sala propone un muestrario de retratos decimonónicos, tal y como podrían haberse encontrado en las viviendas de cualquiera de los edificios diseñados por Gaudí. Así, en la muestra se exhiben desde el académico Retrato del Rey Fernando VII de España (ca. 1830), obra del pintor de cámara Vicente López, al más íntimo y de factura más libre Retrato de un niño (ca. 1890) de Ignacio Pinazo, pasando por la sencillez y naturalidad expresiva del Retrato de una niña (ca. 1910) de Nicanor Piñole. En la sala se contraponen, además, dos retratos de mujeres anónimas, uno de temática social, Adversidad (ca. 1900), del modernista catalán Ramón Casas; y otro celebrativo de la alta sociedad, Retrato de una dama con sombrilla (ca. 1900), del cuñado de Fortuny, Raimundo de Madrazo, en cuya obra se hace ostensible la determinante influencia del academicismo francés.
La siguiente sala se centra en el costumbrismo decimonónico, un género de gran éxito entre la burguesía que con la representación de los usos populares de cada región contribuyó a la configuración de las distintas identidades culturales del país. Aquí puede contemplarse el Rincón de Vizcaya (ca. 1905), de Joaquín Sorolla, o A los toros (ca. 1880), de Serafín Martínez del Rincón. También despuntan Regimiento de caballería (ca. 1900), por la precisión técnica de su autor, el militar José Cusachs, que consigue sugerir una idea de gran profundidad desdibujando progresivamente las filas de soldados que se pierden en la distancia frente a la contrastada nitidez del jinete que ocupa el primer plano; y, asimismo, las Gitanas (ca. 1905) de Alberto Pla, cuya expresiva pincelada capta la jovialidad de las muchachas en una atmósfera de gran luminosidad que difumina los contornos del espacio circundante. Justamente la representación de la luz y el paisaje va a servir de hilo conductor de la muestra de la colección Fundos, que en su quinta sala propone al espectador adentrarse en un universo natural, atmosférico y de gran libertad en la ejecución plástica, que a veces aparece asociado a lo íntimo, lo emocional y lo simbólico, como en los Jardines de Joaquín Mir. También pueden apreciarse aquí la obra Orillas del Manzanares (ca. 1880), del máximo representante del paisaje castellano Aureliano de Beruete; la nerviosa pincelada de José Navarro Llorens, que funde figura y paisaje en un todo donde cuesta percibir a su Beduino muerto (ca. 1900); y, ya plenamente dentro de la estética luminista, la escena de playa de los Bañistas (ca. 1910), de Cecilio Pla. Asimismo, se reúnen en esta sección varias obras del que fuera integrante del ‘Grupo de Sitges’, Eliseo Meifrén, pudiéndose destacar dentro de la colección su Vista de Cadaqués y sus Veleros(s. f. en ambos casos).
En su sala sexta, la exposición encamina al visitante hacia la introducción de las vanguardias históricas en el arte español, sobresaliendo la figura de José Gutiérrez Solana y su Mascarada de 1930, además de la representación de la Generación del 27 a través de una de ‘Las Sin Sombrero’, la pintora y profesora de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Delhy Tejero, de la que se exhiben tres obras. Desgraciadamente, la Guerra Civil supuso un freno a la creatividad y expresión plástica del arte español y es precisamente a las tres décadas siguientes a las que se consagra la séptima sala de la colección Fundos, donde se exponen trabajos de exiliados como José Guerrero, destacado representante del expresionismo abstracto en Estados Unidos, o piezas relevantes de las grandes figuras que integraron grupos como ‘Dau al Set’ (1948), ‘El Paso’ (1957) y, más tarde, el llamado ‘Grupo de Cuenca’, que lucharon por reintroducir la modernidad en el panorama artístico español. Precisamente, en la sala se contraponen los lienzos Béjar II (ca. 1961), de Fernando Zóbel; yLuzdel alba (s. f.), del más tradicional, Francisco Gutiérrez Cossío, demostrando como el régimen franquista terminó asimilando la nueva estética. Otras obras de Tàpies, Serrano, Palazuelo o Guinovart completan la representación artística de la época.
En este recorrido cronológico y evolutivo del arte español y su apertura a las vanguardias, la sala octava supone un paréntesis dedicado a la serie de la Divina Comedia que el gobierno italiano encargó a Salvador Dalí con motivo del séptimo centenario del nacimiento de Dante (1265-1321). Aunque las protestas en Italia por haberse comisionado la obra a un artista extranjero supusieron el fin del proyecto oficial, no por ello Dalí dejó de concluir su serie de cien acuarelas, de entre las que descuellan en la colección Fundos las reproducciones xilográficas de Infierno. Canto I: El monte delicioso, Infierno. Canto VI: Cerbero, Infierno Canto XIV: Los blasfemos, Purgatorio. Canto XX: Avaricia y prodigalidadoParaíso. Canto X: El ángel del sol, entre muchas otras en las que, a través de la interpretación del singular universo dantesco desde la extravagante óptica daliniana, se fusiona la genialidad de ambos creadores.
Pasando a la sala novena, la exposición vuelve a centrarse en el proceso de progresiva apertura del régimen a las nuevas tendencias pictóricas, como la abstracción geométrica y el informalismo. Desde finales de los cincuenta la apertura de galerías se multiplica y artistas como Chillida o Tàpies adquieren renombre internacional con exposiciones en instituciones de la talla del Museo Guggenheim o el MOMA de Nueva York. Justamente son sus creaciones las que despuntan en esta sala de la que también forman parte el Retrato imaginario (1958) de Antonio Saura o el bronce de Baltasar Lobo, Torso al sol (1975), además de otros lienzos de Feito y Campano.
En la penúltima sala se presentan una serie de obras que revelan la llegada de la posmodernidad a España durante la década de los años setenta y la transición, con propuestas neofigurativas de carácter social y político como las del Equipo Crónica y su estética pop. Así, en la muestra pueden contemplarse algunas de sus litografías como Abanico de lunares (Serie Meninas de la Transición) (33/75) o Carné de identidad (Serie Meninas de la Transición) (33/75), ambas de 1981. Aparte, cabe resaltar las propuestas de Eduardo Arroyo, Benito Mauleón, Juan Galea Barjola o la selección de obras del onubense José Caballero, amigo de Federico García Lorca, a quien dedica uno de sus aguafuertes (ca. 1975). Otros de sus títulos como ¿Sabe el hombre que mata cuando mata? o Cuando todo lo demás es silencio ofrecen una visión alternativa del toreo que llega incluso a trascender el universo de la fiesta nacional para sugerir una reflexión más profunda acerca de la crueldad humana.
Finalmente, la colección Fundos se detiene para homenajear a artistas leones contemporáneos como Demetrio Monteserín, Luis García Zurdo o la recientemente fallecida Castora Fe Francisco Diego ‘Castorina’, sin olvidar a José Vela Zanetti, del que se exhiben tres lienzos de temática rural como Dos campesinos con hogaza de pan, de 1975.
No concluye aquí la visita al Museo Gaudí Casa Botines, pues adquiriendo la modalidad de acceso Premium puede conocerse el sotabanco del edificio con la posibilidad de llegar hasta el torreón original de 1893, desde donde además pueden contemplarse bonitas vistas del parque del Cid, San Isidoro y la fachada del vecino Palacio de los Guzmanes, hoy sede de la Diputación provincial.
Y, del mismo modo, no debe pensarse que con este recorrido finalizan las innumerables propuestas de esta institución, integrada por un equipo de dieciocho personas al frente del que se encuentra la directora del museo, Noemí Martínez –a quien se debe la ampliación expositiva que se está llevando a cabo en los últimos meses y quien aún pretende desarrollar muchos otros proyectos de manera inmediata–: “Somos una plantilla joven con muchas ganas y todos remamos en la misma dirección” afirma Martínez, que tampoco olvida subrayar la decidida apuesta por la cultura del Director de la Fundación, José María Viejo.
Entre otras iniciativas del Museo Gaudí Casa Botines, se ha creado el Departamento de Educación y Acción Cultural (DEAC) que organiza visitas para fomentar la inclusión de personas con discapacidad visual, auditiva o síndrome de Down. Además, se ha establecido una tarifa reducida especial para grupos escolares, con visitas bilingües y talleres de reciclaje y medio ambiente. Igualmente, se programan actividades en horarios que permitan la conciliación laboral de los padres durante los periodos no lectivos de sus hijos. Precisamente, a toda la familia se dirigen las visitas teatralizadas de los sábados, en las que con el título Tras los pasos de Gaudí se busca la participación del público en lo que se plantea como un itinerario interactivo. En esta misma línea, se ha organizado la Ruta por el León de Gaudí, en la que se recorre la Calle Ancha de la capital leonesa para analizar el desarrollo urbano y los edificios contemporáneos a la construcción de la Casa Botines. La entidad también cuenta con un convenio con la Universidad de León para que los estudiantes de Historia del Arte y Turismo puedan realizar prácticas durante los periodos vacacionales, y el próximo año pondrá en marcha cursos de especialización vinculados al patrimonio y al turismo, sin descartar una próxima actividad formativa de español para extranjeros. A todo lo anterior hay que añadir la programación de conferencias, la organización de exposiciones temporales y la publicación del primer número de su propia revista impresa, Dragón, tratándose en general de “mantener una agenda cultural siempre activa para que el edificio se convierta en un referente”, insiste Noemí Martínez, mientras explica que el museo persigue así cumplir los dos requisitos establecidos por el ICOM: ser sostenible e inclusivo.
En lo concerniente a la investigación y aparte de la biblioteca, Fundos cuenta con un archivo histórico de fondos relativos a la historia de la propia entidad –que nace con la Sociedad de Amigos del País– y que, por tanto, se remontan al siglo XVIII. Asimismo, la colección se nutre de la adquisición de otras fuentes documentales, como el archivo de los Condes de Luna, fundamental para comprender la historia de León. Es por esta razón que entre los próximos proyectos a desarrollar se encuentra la digitalización de contenidos y la creación de un catálogo en línea con los fondos bibliográficos atesorados por la institución. De igual modo, se tiene la intención de comenzar a difundir la colección artística Fundos por medio de exposiciones temporales en toda Castilla y León.
No obstante, aún existe una asignatura pendiente y es llegar a todos los leoneses. Considera la directora del Museo Gaudí Casa Botines que se ha trabajado demasiado mirando hacia el exterior cuando todavía mucha gente de León no conoce la entidad. Algo que podría ser debido a la imposibilidad de colocar una señalización exterior más visible, lo que impide la ley de patrimonio, pero que se intenta subsanar a través de campañas en los medios y de la intensa labor cultural que desempeña la institución. Y es que según Noemí Martínez, la Casa Botines “no debe ser solo un museo, sino un foco difusor de todo tipo de cultura. Lo que beneficia a León, beneficia a la fundación y viceversa”, pues más allá de lo cultural, el museo genera plazas de trabajo y su labor contribuye a aumentar el número de pernoctaciones en la ciudad.
En este sentido, el Museo Gaudí Casa Botines ha repercutido “muy positivamente” en la proyección internacional de León como destino cultural, “especialmente en el mercado asiático, al ser Gaudí un producto muy vendible”, asegura Martínez. Se ha aumentado además el número de visitas a escala nacional gracias al convenio firmado con Renfe en Fitur 2019 para la promoción turística del museo en sus trenes y ofreciendo sustanciales descuentos a los pasajeros con billetes de Alta velocidad-Larga distancia. No hay que olvidar que Gaudí es una marca turística que consigue atraer anualmente a Barcelona a ocho millones de visitantes interesados solo en su obra, por lo que también se está tratando de potenciar el eje turístico Comillas-León-Astorga para poner en marcha una ruta que despierte el interés de los viajeros hacia las tres construcciones de Gaudí conservadas fuera de Cataluña. “Hay que intentar unir fuerzas para construir un entramado turístico-cultural del que todos nos vamos a beneficiar”, afirma Noemí Martínez, quien recalca la importancia de estos proyectos en ciudades pequeñas que “juntas, ganarían un mayor peso, consiguiendo una vinculación entre naturaleza, gastronomía y los propios edificios”.
En definitiva, no cabe duda de que el equipo del Museo Gaudí Casa Botines de León ha logrado poner en marcha una institución dinámica y prometedora, y es que, a lo largo de su breve trayectoria, este museo se ha convertido ya en todo un referente y ejemplo a seguir en el campo de la difusión del patrimonio artístico y de la promoción de un turismo cultural de calidad.
Museo Gaudí Casa Botines
Plaza de San Marcelo, 5. 24002, León
Tfno.: (+34) 987 353 247
Email: info@casabotines.es
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