El pasado 14 de febrero se abrió al público la exposición temporal del Museo Guggenheim Bilbao “Olafur Eliasson: En la vida real”, una muestra que tras haber sido exhibida en la Tate Modern de Londres ha viajado a  la capital vasca con más de 30 obras que ofrecen una panorámica general de la trayectoria artística seguida por el conocido creador danés-islandés. 

A este respecto, cabe recordar que Olafur Eliasson (1967) se formó en la Real Academia de Bellas Artes de Copenhague (1989-1995) y comenzó a exponer sus obras mediada la década de 1990, formando parte de una generación de artistas interesados en situar al público ante nuevas situaciones y realidades que, en el caso de Eliasson, generan a través de la luz y el color distintas percepciones del entorno. Y es que como señala la comisaria Lucía Aguirrecurator del Museo Guggenheim Bilbao, esta exposición ha permitido a la institución bilbaína “ser el museo que quiere ser”, puesto que gracias a ella cada una de las personas que la visita puede sentirse copartícipe del proceso creativo de la obra de arte. Así, trabajos como Belleza (1993) –que provoca la impresión de atravesar un arcoíris– o la denominada Cascada –instalación de 11 metros de altura y 12 de diámetro que el artista concibió en 2019 para ser colocada en el exterior de la Tate Modern y que ahora se ha ubicado en el estanque sur del Guggenheim– nos hablan de nuestra percepción del mundo, de cómo esta es diferente en cada persona y, enfatiza Aguirre, de cómo queremos comportarnos a fin de que la cultura “sea una parte del todo”. Una intencionalidad que, como puede apreciarse por la cronología de las citadas obras, se ha mantenido constante a lo largo de los últimos veinte años en la producción de Olafur Eliasson quien, insiste la comisaria, no ceja en su empeño de enviar al público el mensaje positivo de “tú puedes cambiar las cosas”.

En efecto, entre las propuestas de su primera etapa pueden contemplarse en el Museo Guggenheim Bilbao Proyección de ventana, de 1990, o el Aspirante, de 1991. Esta última posibilita al espectador situarse bajo un foco de luz que le ilumina directamente, moviéndole a reflexionar acerca del protagonismo que, tanto él como el resto de personas a las que observa, pueden alcanzar a la hora de adquirir un compromiso decidido en la transformación de la realidad. Una idea similar se trasluce en Tu sombra incierta (2010) en la que, situados a ras de suelo, una serie de focos de luz verde, naranja, azul y magenta proyectan sobre la pared de la sala expositiva una luz blanca que, al pasar los visitantes, se descompone en un conjunto de siluetas coloreadas: son las sombras de cada uno de ellos amplificadas y multiplicadas cromáticamente, fenómeno que ha de entenderse como un intento de despertar su interés hacia sus respectivas individualidades y su capacidad de acción. 

En particular, una de las cuestiones que más preocupa a Eliasson dentro de esta toma de conciencia es el cambio climático, tal y como atestigua la Serie del deshielo de los glaciares 1999/2019, compuesta por treinta copias fotográficas en color consistentes en la confrontación de los mismos motivos paisajísticos: grandes glaciares islandeses en los que se advierte la reducción de sus dimensiones al cabo de veinte años. Asimismo, las referencias a la naturaleza de su país de origen también se descubren en Pared de liquen (1994), instalación formada en su totalidad por liquen de renos, característico de Islandia y los países nórdicos. Este liquen está entretejido sobre una tela metálica que reviste todo el muro de una de las salas, advirtiéndose cómo a medida que el liquen se seca encoge y pierde color.

En función de lo anterior, resulta evidente que arte, activismo y crisis climática son tres constantes fundamentales en esta gran retrospectiva que el Museo Guggenheim Bilbao dedica a Olafur Eliasson. Un hilo conductor que se sintetiza en las palabras del propio autor cuando afirma que cada uno de nosotros “somos naturaleza”, una naturaleza que crea “cultura” cuando esa parte natural que nos constituye, nuestros “átomos”, nuestro “yo”, se “exploran”, se “investigan” a sí mismos. Por eso, 

“(…) la cultura forma parte de la sociedad y no es algo que practicas saliéndote de ella. Cuando se ve la cultura como algo periférico puede resultar difícil entender su potencial político, pero la cultura es crucial para la capacidad reflexiva –y, por tanto, de reinvención– de la sociedad”.

Este ha de ser el fundamento de la creación artística y de ahí que Eliasson entienda el museo como un lugar al que acudir para sumergirse en la realidad y no precisamente para salir de ella. Así, en lo relativo a la construcción de realidades sensoriales cabe destacar Tu atlas atmosférico de color (2009), una instalación compuesta por una retícula superior de fluorescentes y un generador de niebla artificial que origina una atmósfera neblinosa de diferentes colores por la que el espectador se desplaza percibiendo en la distancia las siluetas evanescentes del resto de los visitantes. 

Evidentemente, esta concepción del arte hunde sus raíces en tendencias como la del movimiento Light and Space, el arte postminimalista, el Land Art, el Arte Povera, las esculturas de niebla de la artista japonesa Fujiko Nakaya o las instalaciones coloreadas de artistas como el brasileño Hélio Oiticica, destacando además Eliasson la influencia que ejercieron al comienzo de su carrera artística las tesis sobre el arte conceptual recogidas en el volumen de Lucy Lippard, Seis años: la desmaterialización del objeto artístico. De 1966 a 1972.

Sea como fuere, a finales de la década de 1990 Olafur Eliasson empezó a crear sus primeros objetos artísticos, hasta entonces inexistentes en su producción. Estas primeras esculturas se caracterizan por sus motivos geométricos, su simetría y la formación de enrejados “combinación de armonía y confusión (…) que desafiaba las expectativas de quienes lo contemplaban”. Paulatinamente, Eliasson comenzó a emplear materiales reflectantes que dotaron a sus instalaciones de un sorprendente efecto caleidoscópico: véase en la actual exposición del Museo Guggenheim Bilbao la obra titulada Tu visión espiral (2002), que permite al visitante recorrer el interior de una irregular estructura longitudinal compuesta únicamente por infinidad de fragmentos de espejos de acero inoxidable. Es en ese momento cuando en el centro comercial Fünf Höfe de Múnich instala su primera esfera colgante (2003), que dará inicio a una larga serie que aún continúa en la actualidad y de la que dan fe en la muestra bilbaína: Esfera de viento frío (2012), Partícula de polvo de estrellas (2014) y En la vida real (2019), en las que estructuras metálicas de acero o aluminio recubiertas de cristales reflectantes o coloreados inundan el recinto expositivo de motivos geométricos de diferentes tonalidades. Dispuestas en una amplia sala junto a la mencionada Tu visión espiral, además de las adyacentes Tu ventana planetaria (2019) –igualmente basada en el efecto caleidoscópico creado por tres estructuras conformadas por espejos de vidrio– y Tu futuro imaginario (2020) –instalación colgante donde un gran arco semicircular de aluminio proyecta el reflejo de su otra mitad sobre el espacio virtual que genera el espejo circular del que está suspendido–, todas estas obras integran el conjunto visualmente más atractivo de la muestra. No obstante, su interpretación no ha de reducirse al efecto preciosista, a la anécdota o a la mera curiosidad, sino que debe entenderse como un intento de trastocar nuestra percepción natural y las convenciones que a ella se asocian, proponiendo reveladoras formas de interacción con el entorno. Por eso asegura Eliasson que:

“Solemos afirmar que estamos rodeados de dimensiones –las tres dimensiones y la dimensión del tiempo–, pero esas dimensiones están relacionadas con nuestro vínculo físico. No quiero decir que utilizando nuestro cuerpo podamos cambiar las dimensiones completamente, sino que podemos negociar el grado en que dichas dimensiones nos controlan”.

El interés de Olafur Eliasson por la construcción espacial y el revestimiento de superficies –a menudo inspirado en los diseños que brinda la propia naturaleza, por ejemplo, a través de sus formaciones rocosas– se hace ostensible en el Espacio de Maquetas (2003), donde sobre una gran mesa que abarca la totalidad de la sala se disponen toda suerte de modelos y prototipos geométricos –muchas veces bocetos de proyectos artísticos– que Eliasson llevó a cabo en colaboración con el artista, arquitecto y matemático islandés Einar Thorsteinn (1942-2015).

No hay que olvidar a este propósito que en 1995 Eliasson fundó en Berlín el Studio Olafur Eliasson, que ha ido creciendo hasta contar en la actualidad con más de cien trabajadores entre arquitectos, investigadores, administradores, cocineros o, incluso, su propia televisión on line: soe.tv. De igual modo, en esa misma sede se encuentra el experimental Studio Other Espaces, constituido en 2014 junto al arquitecto Sebastian Behmann, con el que también Eliasson ha diseñado el edificio Fjordenhus (Vejle, Dinamarca, 2018). Sin embargo, su concepción arquitectónica más llamativa hasta la fecha y realizada en colaboración con Henning Larsen Architects ha sido la de las fachadas del Centro de Conciertos y Congresos Harpa de Reykjavik (2005-2011), edificio galardonado con el Premio Mies Van der Rohe en 2013. Otros proyectos para Louis Vuitton o BMW constatan la popularidad y renombre alcanzados por Eliasson y su equipo dentro del mundo empresarial; una notoriedad que tampoco escapa al plano político, habiendo recibido Olafur Eliasson la distinción de Embajador de Buena Voluntad del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en 2019. Cabe mencionar al respecto iniciativas como su empresa de social business, Little Sun, que vende lámparas solares diseñadas por Eliasson para su uso en comunidades africanas que carecen de electricidad. A este interés por las energías renovables se suman otros proyectos como Ice Watch y Green Light que, aunque centrados en el calentamiento global y el fenómeno migratorio, respectivamente, no han dejado de suscitar grandes controversias, como cuando durante la presentación del último de ellos en la Bienal de Venecia de 2017 se incluyó a los inmigrantes dentro del propio espacio expositivo. En cualquier caso, para Olafur Eliasson la polémica forma parte de la creación artística pues, al margen de que haya o no consenso, “la contemplación de una obra de arte es uno de esos raros momentos en que, procedentes de entornos muy diversos, podemos reunirnos y compartir una experiencia”; de hecho, como recuerda Mark Godfrey, curator de la Tate Modern, según Eliasson “el arte resulta más útil cuando conduce a un desacuerdo productivo”, ya que “el arte no es el objeto en sí, sino lo que ese objeto hace al mundo”. De este modo, al igual que en su Fuente Big Bang de 2014 –en la que, por tan solo un instante, las formas siempre cambiantes del agua emergen inmóviles de la oscuridad gracias a una luz estroboscópica que esculpe en el vacío infinitas e irrepetibles figuras cristalinas de extrema belleza–, la obra de arte se nos presenta como una creación viva y plena de significado, cuyo atractivo estético no es sino el medio de abrir nuevos y múltiples horizontes de acción, reflexión y debate ‘en la vida real’ del espectador.

Olafur Eliasson: en la vida real
Del 14 de febrero al 21 de junio de 2020
(Hasta el 4 de abril de 2021) Fecha que aún podría sufrir modificaciones
En el Museo Guggenheim Bilbao
Más información en: www.guggenheim-bilbao.eus