Poema del Atlántico: Mar en reposo, 1923.

A pesar de haber gozado de un importante éxito en vida, el artista canario Néstor Martín-Fernández de la Torre (1887-1938) ha pasado desapercibido dentro del panorama cultural español de las últimas décadas. Una negligencia historiográfica que resulta cuando menos sorprendente si se tiene en cuenta que fueron numerosísimos los artículos escritos sobre él durante su etapa barcelonesa, así como en relación con las dos grandes exposiciones que celebrase en Madrid en 1914 y en 1924, sin olvidar la posterior muestra parisina de 1930 que le valdría el aplauso de la crítica fuera de nuestras fronteras. Un reconocimiento no del todo unánime, bien es verdad, debido tanto al anacronismo estético de sus creaciones, como a su fuerte componente sensual, andrógino y homoerótico, que convirtió a Néstor en un artista ‘incómodo’ en su época y, justamente por eso, ‘plenamente actual’ a día de hoy. En consecuencia, esta gran antológica de cerca de doscientas obras —además de libros, cuadernos, revistas, pósters, postales y fotografías relacionadas con el pintor— ha sido organizada por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS), la Fundación Museo Néstor de las Palmas de Gran Canaria y el TEA (Tenerife Espacio de las Artes) con el propósito de reivindicar la figura de un creador de gran personalidad que, desgraciadamente, falleció a la temprana edad de 51 años, siendo posteriormente relegado al olvido. Esta omisión no solo se debería a la evolución estética que empezó a considerar desfasado el simbolismo cultivado por Néstor durante casi toda su vida, sino también, según el comisario de la exposición y profesor de Teoría del arte moderno y contemporáneo en la Universitat Politècnica de València, Juan Vicente Aliaga, ‘a que el régimen franquista se apropió de su obra y la convirtió en un mero exponente del folclore canario’. De ahí que Néstor reencontrado también pretenda subsanar la insularidad de un autor conocido en las islas Canarias, donde cuenta con su propio museo, pero que ha sido, en palabras de Aliaga, ‘olvidado, ninguneado y apartado’ en el resto del país. Es por todo ello que, transcurrido más de un siglo desde su última exposición en la capital de España, se hace urgente la necesidad de efectuar un merecido reencuentro con la original concepción artística del pintor canario Néstor Martín-Fernández de la Torre.

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Apuntes biográficos

Néstor nació en el seno de una familia acomodada de Las Palmas de Gran Canaria, demostrando tempranamente un especial interés por las artes que no tardó en verse favorecido por el apoyo de su madre, Josefina de la Torre. Así, con tan solo trece años participaría en la exposición de la Sociedad de Amigos del País de Tenerife y ya en 1901 obtuvo una pensión para formarse en la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. No obstante, una vez en la península el artista se dedicaría sustancialmente a copiar las obras de Velázquez, Goya o Rubens en el Museo del Prado, además de a recibir las enseñanzas del pintor Rafael Hidalgo de Caviedes, del que asimiló el grueso empaste de las texturas mientras realizaba sus primeros retratos y composiciones. Sea como fuere, en su trabajo inicial influye principalmente la sobriedad cromática de los paisajes de Eliseu Meifrén hasta que en 1904 viaja por vez primera a Londres y es seducido por la estética prerrafaelita y la pintura de Whistler, referentes a los que luego se añadirá el simbolismo de Klimt, Moreau o Franz Von Stuck. De 1907 a 1913 se instala en la Barcelona modernista y Meifrén, a quien había frecuentado en Las Palmas, lo introduce en los círculos artísticos de la ciudad. Con la exhibición de su obra en la Sala Parés se ganaría el favor de Eugenio D’Ors, que encontró en el estilo del canario una estética plenamente noucentista, basada en el orden compositivo y la forma bien articulada frente al apasionamiento del modernismo. De vuelta en Madrid, llegó a conocer a otras grandes figuras del panorama creativo español, como Valle-Inclán, Lorca o Dalí, quien no ocultaría su fascinación por los trabajos de Néstor. En el año de 1910 este volvió a viajar a Londres, así como a Bruselas y París, donde formó parte incluso de una logia masónica. Precisamente, el artista elegiría la capital francesa como residencia entre 1928 y 1934, viviendo allí con su pareja sentimental, el compositor Gustavo Durán, y haciendo de la ciudad el escaparate que proporcionaría a su obra un merecido reconocimiento internacional, sobre todo tras la exhibición de sus creaciones en la Galería Charpentier en 1930. A pesar de todo, la crisis financiera originada tras el crack del 29 y la ruptura con Durán precipitarían la vuelta de Néstor a las islas, donde el pintor fallecería inesperadamente a causa de una neumonía.

Mitología y simbolismo

Néstor resultó ser un artista de alguna forma ‘extemporáneo’ que, al mostrar predilección por una estética anterior, sobre todo por la del simbolismo, ‘no pertenecía del todo a su época’, indica Juan Vicente Aliaga. Prueba de ello es la atención que Néstor dedica a la mitología desde su primera etapa, véase el lienzo Adagio, de 1903, presentado a una exposición colectiva del Círculo de Bellas Artes y donde puede observarse a Leda abrazándose desnuda al cuello de un cisne junto a un estanque —escena no exenta de unas claras connotaciones sexuales que, de forma más o menos explícita, se mantendrán en toda la obra del canario, como también demuestra su Sátiro del Valle de las Hespérides, de 1930—.

Así, los asuntos mitológicos y su concepción ‘simbólica y simbolista’ no desaparecerán a lo largo de la carrera de Néstor, protagonizando, por ejemplo, algunas de sus mejores pinturas murales, desde su primer conjunto encargado por la Sociedad El Tibidabo en 1909, que el artista exhibió en la Sala Parés de Barcelona incluyendo el plafón El jardín de las Hespérides, hasta los programas pictóricos ideados para el Casino de baile de Santa Cruz de Tenerife (1932-1936) y el Teatro Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria (1925-1928) —donde curiosamente colaboraría con su hermano Miguel Martín-Fernández de la Torre, un arquitecto fundamental para la historia del archipiélago durante el siglo XX—. Si en la decoración del teatro Néstor planteó numerosas referencias a Apolo y las musas o a voluptuosos efebos, en el casino propuso una alegoría de la tierra y del mar, ‘pensando en el concepto del trabajo, en los hombres y mujeres que faenaban en el ámbito de la pesca y de la agricultura, pero presentándolos de una forma idealizada, como verdaderas deidades del pasado’.

Barroquismo, sensualidad y disidencia

Ya en la obra que Néstor lleva a cabo en Barcelona, en un periodo en que la ciudad condal se encuentra en pleno proceso de construcción de algunos de los famosos edificios que han configurado su identidad urbana, se aprecia la preponderancia de un intenso cromatismo. Un colorido palpitante que no solo se debe a la influencia modernista, sino que también encuentra sus referentes en el prerrafaelitismo inglés y en el pintor estadounidense James Abbott McNeill Whistler. Sin embargo, explica Juan Vicente Aliaga, ‘todo esto lo captó y lo convirtió Néstor en algo muy distinto, en algo muy barrocolleno de sensualidaden una obra llena de curvas, sabiendo construir, a través de estos elementos tanto cromáticos como formales, una iconografía totalmente personal y singular’. Es el momento, pues, de La hermana de las rosas, de 1908, y del Retrato de Enrique Granados, de entre 1909 y 1910, pero también del controvertido Epitalamio o Las bodas del príncipe Néstor, fechado en 1909 y exhibido en Bruselas en 1910. Se trata de un imponente lienzo de más de cuatro metros cuadrados de extensión, donde el autorretrato juega un papel decisivo por partida doble, dado que, tal y como sostiene Aliaga, junto al Néstor ‘masculino pero con ciertos rasgos femeninos, vestido de forma suntuosa’, se halla la personificación de las Artes, ‘un trasunto femenino de sí mismo’. Y es que, aunque el pintor realizase un retrato de su hermana Josefa para encarnar este personaje, o precisamente por ello, la figura posee de alguna manera sus propios rasgos, por lo que ‘la dualidad masculino-femenina está doblemente presente’. Como cabe suponer, este Epitalamio causó gran polémica en su tiempo, siendo rechazado por un sector de la crítica que lo percibía como ‘decadente’, término empleado antaño de forma peyorativa para aludir a quienes compartían ‘unos gustos, preferencias sexuales o comportamientos contrarios a la norma’. En general, confiesa el comisario de la muestra, que

Es difícil definir la obra de Néstor (…), pero yo diría que uno de los aspectos que hacen de él un artista totalmente actual es que supo representar la figura humana de una forma en que lo masculino y lo femenino se funden, en que aspectos de la anatomía masculina entroncan con la anatomía femenina, y eso en su época fue percibido por algunos sectores sociales de una manera bastante violenta y, de hecho, fue atacado, fue criticado por algunos comentaristas, incluso por ciertos artistas, porque percibieron que había una disidencia sexual en la producción de Néstor.

Poema de los Elementos

La empresa artística más ambiciosa del pintor canario la constituye el conocido como Poema de los elementos, que Néstor inicia en 1913 y que elabora a lo largo del tiempo, dejándolo inconcluso a su muerte. El conjunto estaría destinado al Palacio de los Elementos, una especie de capilla que debería decorarse con murales consagrados a los cuatro estados de cada elemento —las estaciones del año en el caso de la tierra— y a sus variaciones durante cada jornada, según las cuatro fases en que se divide el día desde el alba hasta el anochecer. En las creaciones que integran este poema se aprecian desde el influjo simbolista hasta el de la masonería, así como un erotismo muchas veces de corte homosexual y una flora y fauna que evocan los paisajes canarios. De las cuatro series que habrían de componer la totalidad del proyecto (agua, tierra, fuego y aire), únicamente dos se encuentran en cierto modo completas: el Poema de la tierra, integrado por Orto, Mediodía, Véspero y Noche, así como por Primavera, Verano, Otoño e Invierno —tres de ellas inacabadas; y el Poema del Atlántico o Poema del mar, conformado por Amanecer, Mediodía, Tarde y Noche, además de Bajamar, Pleamar, Mar en borrasca Mar en reposo —donde el joven de cabellos rubios se identificaría con la pareja del artista, Gustavo Durán—.

La vida como obra de arte

El estudio madrileño de Néstor estaba presidido por la máxima ex tota vita ut opus faciamus artis necesse est, o bien, ‘es necesario que hagamos de toda la vida una obra de arte’, lema que puede ayudar a comprender el carácter emprendedor y poliédrico del artista. En efecto, su creatividad no se limitó al campo de la pintura, sino que durante toda su vida fue aplicada a diferentes técnicas y disciplinas, véanse el muralismo, la arquitectura, las escenografías teatrales y la decoración textil. A este respecto debe recordarse el diseño del decorado y los vestuarios realizados para El amor brujo de Manuel de Falla, estrenado en el Teatro Lara de Madrid en 1915. Aunque tras la aclamada exposición individual de Néstor en Casa Lisárraga el pintor habría sopesado la posibilidad de mudarse a París, el estallido de la Gran Guerra impidió la puesta en práctica de este propósito. Afortunadamente, la permanencia del canario en la capital madrileña favorecería la ejecución de unos vanguardistas e innovadores bocetos que, alejándose de la escenografía convencional, jugaban con el espacio y la iluminación de la representación combinando tradición y modernidad. No fue esta la única incursión de Néstor en las artes escénicas: una nueva colaboración, en este caso con Antonia Mercé, la Argentina, tuvo lugar en 1927, cuando se estrenaría El fandango de candil, producción que también alcanzó gran éxito en Francia y Alemania gracias a su estética inspirada en los encuadres fotográficos de la Nueva Visión y el Expresionismo cinematográfico germano. Tampoco debe olvidarse la pieza Triana que, interpretada por los Ballets españoles de Antonia Mercé y con música de Isaac Albéniz, se inauguró en la Opéra-Comique de París en 1929. Por último, Néstor concebirá una decoración de inspiración surrealista para la La sirena varada de Alejandro Casona, estrenada justo antes del inicio de la Guerra Civil en julio de 1936.

Con anterioridad, durante sus años parisinos Néstor trabajó como diseñador textil para una casa neoyorquina, con una estética próxima a Sonia Delaunay y a la figuración del Surrealismo. Y en lo concerniente a la arquitectura, sobresalen sus dibujos para el Albergue de la Cruz de Tejeda y el Pueblo Canario, convertidos en proyecto por su hermano Miguel. Precisamente estos ejemplos nos recuerdan otra faceta del arte de Néstor: la canariedad, siempre presente en sus paisajes y decoraciones del mundo vegetal y animal, pero especialmente a su regreso de París, cuando centra su atención en el tipismo isleño como forma tanto de ensalzar la cultura popular canaria —sus cantos, danzas, vestidos, deportes y construcciones tradicionales— como de atraer la aportación económica del turismo, eso sí, sin caer en el cliché propagandístico como ocurriría durante la dictadura. De esta época merece la pena reseñar la esencia idealista y ensoñadora de sus Visiones de Gran Canaria (1928-1934).

En definitiva, es necesario hacer de la vida una obra de arte y, por consiguiente, se hace imperioso reencontrar a Néstor en la ciudad donde triunfó hace cien años, reviviendo el esplendor de la fantasía, la inspiración, la singularidad y la técnica en las artes, tal y como difundía la publicación peruana Variedades al hacerse eco de las ovaciones que resonaban en la capital de España, porque: 

…ninguna [exposición artística] ha atraído mayor concurrencia ni despertado más apasionados comentarios que la de Néstor. Es una pintura caprichosa, originalísima, atrevida de color y segura de dibujo a la que acaso podría encontrársele antecesores en Anglada Camarasa y en el arte decorativo inglés; Néstor nos presenta la fantástica vegetación submarina, peces quiméricos, niños luchando con nereidas y tritones entre el torbellino fosforescente de las olas, faunos maliciosos y crueles; pero todas estas visiones de una imaginación potente y desbordada viven en los lienzos gracias al conocimiento profundo de la técnica, al estudio constante; eso de los genios incultos, de las obras maestras sin trabajo sólo son sueños, sueños bonitos de la pereza, interrumpidos por las carcajadas burlonas de la verdad (Variedades, año XX, núm. 849, 7 de junio de 1924).

Néstor reencontrado
Desde el 14 de mayo hasta el 8 de septiembre de 2025
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS)
Desde el 24 de octubre de 2025 hasta febrero de 2026
TEA. Tenerife espacio de las artes
Más información en: www.museoreinasofia.es