Frasquito Raymond-Gil. «Don Frasquito ha venido el primo Higinio el de Begíjar». «¿A ese no lo había matao un toro?»
ACTO 1: El parto
Al padre de Frasquito siempre le gustó el dibujo y nunca tuvo tiempo para intentarlo. Tiene una incapacidad innata para dibujar, una fortísima determinación a no tomar clases, a no hacer caso a ninguna recomendación y un desconocimiento total sobre el arte y todo lo que se le parezca. Pero se sentía atraído de forma natural por la pintura naïve, los dibujos de Condo, las junglas de Rousseau, los dibujos de rinocerontes para bebés y las figuras de plastilina de animales.
Un storyteller que aún no ha contado ninguna historia, que se lamenta de no haber encontrado su vocación, a la vez que se pregunta si todo el mundo debe tener una, si la falta de vocación es una vocación en sí, o si es mejor tenerla o no tenerla.
Con este punto de partida y una gran experiencia en comenzar algo y aparcarlo semanas, meses o años, Don Frasquito era un feto que nacía moribundo y con pocas probabilidades de salir adelante.
El padre parió a Frasquito en el Castillo de Buda, en la Hungarian National Gallery de Budapest. Un aburridísimo museo de salas interminables del que estaba deseando escapar después de tres horas de diálogo de sordos con lo que allí había. La casualidad lo llevó a la única sala de arte moderno en la última esquina de la última planta. Y de pronto e inesperadamente se cruzó con cuatro pequeños dibujos muy simples del interior de habitaciones de un mediocre pintor húngaro, llamado Gyula Czimra. El descubrimiento de esas simples habitaciones prendió ese interés dormido por dibujar y, espoleado por esa simplicidad, parió a Frasquito.
El nombre es un homenaje a un personaje singular. Un antiguo matarife de un pequeño pueblo blanco de la Sierra de Cádiz, cuyas matanzas en los años 60 eran todo un espectáculo al alcance únicamente de unos cuantos del pueblo. Tranquilo y pausado, se transformaba en un auténtico energúmeno para dar muerte al ganado. Se armaba solo con un pequeño cuchillo, con el que encaraba de frente a cochinos de 500 kilos, a vacas bravas o a una simple gallina, poseído por una energía y unos nervios sobrecogedores, con los que agarraba a la bestia y la cosía a puñaladas. Después de este espectáculo único, se retiraba a sus aposentos donde descansaba tranquilamente hasta el siguiente duelo. El apellido homenajea al gran Raymond Reddintong y a otro controvertido personaje español, Jesús Gil y Gil, admirado y odiado en la misma escala.
El padre de Frasquito es un Doctor Ingeniero nacido en Algeciras, antaño un pequeño pueblo costero que hoy se asoma al Estrecho con uno de los mayores puertos de mercancías del mundo, desde el que se divisan tres países en 15 kilómetros cuadrados. Inquieto, curioso, hiperactivo, impaciente, hipócrita, impredecible, contradictorio y colérico, disimula estas virtudes con un falso encanto personal. Imprime a Frasquito una formidable mezcla de sus profundas raíces andaluzas con un toque cosmopolita resultado de sus innumerables viajes por el mundo, una mezcla de la tía Anica La Piriñaca con Alan Hess, padre de Palm Springs.
De gustos muy heterogéneos, el autor es amante de los masajes, la vida de hotel, la comida de latas gourmet, de la historia de España del siglo XVI, de los cónclaves papales, del flamenco, los libros de Agatha Christie y de los estados de Florida y Texas.
Si algo le fascina desde hace muchos años por peculiar y único en el mundo es la Iglesia Cristiana Palmariana de los Carmelitas de la Santa Faz en compañía de Jesús y María, más conocida como la iglesia del Palmar de Troya, y su primer papa y fundador, Clemente Domínguez, autoproclamado Gregorio XVII, descendiente directo del papa Pablo VI. La tesis doctoral A Pope of Their Own de Magnus Lundberg fue uno de sus libros de cabecera.
Entusiasta del universo creativo del “Loco de la colina”, de Albano y Romina Power, o de reventar excursiones turísticas en antiguas colonias españolas cuando guías aficionados tergiversan nuestra historia, es un experto en las 21 razas de cabra autóctonas protegidas en España, en las distintas especies de cactus del Southwest americano y en las 307 variables que determinan el precio del pulpo y la merluza.
Incansable viajero, ha recorrido el mundo muchos años acompañado de 109 episodios de “Se ha escrito un crimen”, que lleva años sin ver porque los ordenadores portátiles ya no admiten CD. Especialmente orgulloso de haberse tumbado en la cama original donde dormían JR y Sue Ellen en Southfork Ranch, en Stratford vio la cama donde la madre parió a Shakespeare, no entró al museo de Kafka pasando durante meses por su puerta en Praga, despegó de Ciudad de México veinte minutos antes del terremoto de 2017, salió del aeropuerto Tocumen de Ciudad de Panamá con su taxi entre el séquito de Xi Jinping, aterrizó en Bangkok el primer día del golpe de estado de 2014 preguntándose qué serían las columnas de humo y ganó un concurso de disfraces en la cuna del traje de carnaval, Brasil, donde vivió momentos de pánico cuando no podía rajar una careta del maestro Yoda para quitársela en la soledad de su habitación de hotel.
Tiene una habilidad innata para colarse en grandes museos del mundo sin pagar, desde el Museo de Arte de Dallas, el Museo Botero de Bogotá o el Ayala de Manila. Hoy se lo toma simplemente como un divertido reto personal.
El autor bebe de fuentes muy heterogéneas, todas singulares, de Tomasito a Kidd Cudi, de Nadia Lee Cohen a Fernando Esteso, de Lauren Postigo a Javier Sáenz de Oiza, Francis Mallmann, Michael Stipe, Cela, Gloria Fuertes, José Luis Perales, Terry Richardson o David Shirley. También de los sonoros y enloquecidos balidos de oveja de un compañero de bachillerato con el que hacía estallar su júbilo camuflado en el ruido de fondo.
Otra de sus grandes influencias son sus recuerdos y vivencias con los hermanos Morillo-Mendoza, dos malagueños antagónicos y surreales con los que creció. Uno, Doctor en Psicología, se hace llamar “Piero, maestro en ciencias ocultas”. Amante de vestir “despojos”, es escritor, viajero compulsivo y fue expulsado del Opus Dei por cambiar en misa el cuerpo de Cristo por unas aceitunas con anchoas. El otro, en sus antípodas, nostálgico del antiguo régimen, prepotente, hiperactivo y amante de juergas de varios días, es capaz en un amanecer de encerrar a una de sus bellas acompañantes en el maletero del coche “porque tenía largas las uñas de los pies”, o acabar varias de sus fiestas cruzando el estrecho de Gibraltar a Tánger, cogiendo un avión a Frankfurt o a Nueva York. Compensa estos excesos con semanas enclaustrado en su hogar, ataviado con pijama, bata y cetro de mando, entregado al descanso, oyendo maratones de pasajes bíblicos de Radio María ininterrumpidamente durante días.
En cada Frasquito el autor solo quiere representar una idea, desde su punto de vista, con un toque surreal, tragicómico y a veces extraño, con un componente de triste alegría y crudeza al que hay que saber llegar. No hay una gran preocupación por la ejecución del dibujo, el cuidado de la perspectiva, la técnica, los detalles o cualquier otro componente que le complique la vida al autor. A este no le interesa una ejecución perfecta, como a Van Eyck en la Familia Arnolfini o a Damien Hirst en el retrato del gorila comiendo pimiento, que le ocupó un año y medio. Frasquito no suele tardar más de una o dos horas en acabar una obra.
ACTO 2: El proceso creativo
Una idea surge en cualquier momento, en cualquier lugar, por cualquier motivo, de forma inesperada y desintencionada. Otras veces viene revisitando mi galería de favoritos, generalmente en hoteles o aeropuertos, aunque estas visitas solo ayudan a dibujar algún elemento. No hay una explicación detrás. Después pasan por un filtro del que salen con un toque más surreal, ridículo y absurdo, condición sine qua non para que lleguen a convertirse en dibujo.
Las fuentes de inspiración son muchas: una escena de una serie, un comentario, una fotografía normalmente de suplementos de fin de semana, un post en Instagram o una situación en un viaje. Son el resultado de la vida diaria del autor y sus experiencias. Otras veces un tema le llama la atención, se obsesiona, lo exprime al máximo durante unos días y lo abandona para no volver a él nunca más. Las ideas aparecen por una especie de “principio de serendipia”, como lo llamaría Horace Walpole, entendido como un hallazgo casual de algo que no se busca: “Es decir –en sus propias palabras–, la capacidad o el hecho de encontrar algo distinto a lo que perseguíamos, de acoger con beneplácito y sagacidad lo que el azar, siempre tan locuaz, nos puede sugerir, dispuestos a cambiar por completo de idea”.
Una idea puede dormir días o meses, madurar en treinta segundos o morir. Cualquier motivo la hace resucitar o evolucionar a un punto lo suficientemente ridículo como para que le guste al autor; otras veces, sin embargo, nace directamente como dibujo. El proceso de ideación es muy heterogéneo y usualmente muy corto. Otras buenas ideas mueren simplemente porque el autor no las documenta ni las recuerda para poder trabajarlas o solo porque no quiere dibujar durante esos días.
Unas muestras de surrealismo son el regalo de cumpleaños del cocodrilo en estado terminal que requiere monitorización, el elefante con dos uñas en una pata en India, el símil de un jarrón mesopotámico con los famosos botijos andaluces de la Rambla de Córdoba o que el primo Pompeyo el escultor tenga tres dedos, pruebas todas ellas del toque ridículo, diferente, divertido y tragicómico de la historia. La admiración del autor por la primera y única familia papal española se homenajea con el estreno de una mitra por el Chano cada 24 de abril, día del cumpleaños de Alejandro VI, mitra que hace con todo mimo su hijo mayor “El Feto”.
La primera serie de dibujos viene fuertemente influenciada por Gyula Czimra. Osiel, el componente mejicano de la trama, y la búsqueda de la desaparecida Frasquita por el Southwest, nacen de mis años en Monterrey, inspirado por el Norte de México, la cultura Tex-Mex, el cabrito, las bandas norteñas y viajes al Nuevo León profundo como Linares, Santiago o Saltillo. El interés actual por el desierto nace años después cuando descubro Jonhson Valley y Joshua Tree. Un chiste del famoso Comandante Lara sobre un supositorio me lleva a averiguar que los Romanos fueron sus descubridores y que el 95% de la gente los pone al revés, empezando por la punta de la bala. El mero rumano nace cuando la hija del autor pregunta por qué los peces no tienen pelos y la búsqueda de Frasquita en Cuba fue directamente inspirada por el cuadro “Cuba” de Ezio Gribaudo que vi en el Museo Nacional de Bahrain. El autor descubre la técnica del gyotaky –que aún no ha usado– preguntando por un pescado que parecía hecho de tinta mientras esperaba a la salida de un baño en Art-Dubai, con la sola intención de matar unos minutos de espera.
Del mismo modo, la cara de la prima Adela nace en una tienda de souvenirs en el Malá Strana de Praga, las esmeraldas son recortadas de un Financial Times Weekend Magazine y el tono triste de la historia es simplemente una forma de llevarla al absurdo para presentarla en una exposición en Milán sobre Mi Cuerpo, una mirada diferente.
La aparición del dedo de Frasquita, aun no publicada, nació en el lobby de un hotel en Oriente Medio mientras disfrutaba un “Red Velvet” –que no es más que una visión fancy de la pantera rosa de mi infancia–, conectando de repente sin ningún motivo recuerdos mejicanos y una tienda de habanos de ese mismo lobby.
Otras escenas simplemente llaman la atención del autor por algo y decide pintarlas, sin mucho más, como las escenas del baño de Frasquito, las montañas de Monserrate en Bogotá o el faro de Punta Carnero en Algeciras, desde el que se divisa todo el estrecho de Gibraltar, una escena sobrecogedora en días de viento fuerte de levante en invierno.
ACTO 3: El dibujo
La fase de ideación, dar forma a la idea, en la mayoría de las veces ocurre espontáneamente relacionando los momentos, vivencias y otras ideas que la han inspirado. Planificar que tendrá el dibujo y encontrar las fuentes para dibujarlo es también casi inmediato.
La ejecución es sencilla y rápida. A veces el autor busca los elementos a dibujar con formas elementales y simplemente los lleva a cabo según la composición que tenga en mente, sin focalizar en ninguna técnica. Cuando decide sobre la marcha poner un elemento en primer plano o añadir algo al dibujo original, puede recortarlo y pegarlo, lo que le da un toque muy extraño y original a la composición. Algunos dibujos son extremadamente simples por varios motivos, como que el autor tenga un compromiso y no pueda seguir, o tenga prisa, o porque esté cansado y no quiera prolongar su realización.
La técnica es extremadamente básica, y la prueba de la autenticidad y espontaneidad se certifica ante la pregunta “si el dibujo lo ha hecho un niño”. Frasquito nunca hace bocetos previos, diseña directamente su idea basada en las referencias que haya elegido para dibujar.
Es una especie de arte conceptual, donde lo más importante es representar la idea, en este caso con el dibujo y los textos que lo acompañan. El autor no se preocupa por la calidad del dibujo, porque en su opinión eliminaría el componente naíf, personal y extraño que caracteriza su obra hoy.
Las historias explicativas del dibujo constituyen una gran parte de la esencia de Frasquito. Unas sin sentido, otras profundas y detalladas, el autor las usa para contar la vida de su personaje, explicar temas que le gustan, como la civilización Tartessa del Sur de Andalucía, el origen del vino de California, la morfología de las cabras Florida o la comida de latas. Frasquito sería hoy un foodie, un gran amante de las anchoas, el marisco y los erizos de Algeciras, que le envían cada año desde la playa del Rinconcillo y que mantiene frescos en la sala de peceras en su casa en Miami.
También ofrece a sus invitados las elitistas y exquisitas tortugas verdes del Caribe protegidas desde 1970, y sus debilidades son el jamón de pata negra y las gambas blancas de Huelva.
El dibujo es generalmente en papel tamaño A4, porque así era la primera libreta de sketching que le regalaron, además de porque así se asegura de que el tiempo de hacer una obra no pone en riesgo el acabarla. Casi todas son con lápices de colores, algunas con rotuladores, y últimamente está añadiendo ceras de tonos pastel y rotuladores fluorescentes de distintas marcas para diferenciar cada color. Sobre este soporte se pegan recortes de revistas, fotografías, cartulinas de diferentes tonalidades y texturas, o brillantinas para intensificar el colorido.
Otros Frasquitos están hechos en A3 y en óleo sobre lienzo de distintos tamaños. El más grande hasta ahora es “la alternativa del primo Higinio”, de 120 x 100 cm.
El autor es autodidacta, rechaza toda clase de dibujo, lectura sobre técnicas o tutoriales para pintar. No presta atención a tamaños de objetos, perspectivas o formas. Es un trabajo sin reglas, casi infantil, en el que la falta de habilidad natural para dibujar y la falta de atención a la técnica eliminan restricciones y confieren a los dibujos autenticidad y personalidad. Suelen ser en dos dimensiones por esta ausencia de compromiso con la perspectiva.
La carencia de habilidades y la búsqueda de la sencillez le hacen crear, sin ninguna intención, caras infantiles y grotescas que vuelven sus creaciones personales y originales. Por ejemplo, la guía del museo en Nueva York, el acompañante anónimo de Frasquito, Doña Catalina Bacalado, las cuatro caras de la peluquería en Little Havana, el retrato de la habitación del rodaballo, que estaba inspirado en una cara de madera de una cafetería en Dresden y del que salió una réplica del padre Abel, o la similitud entre la cara del Chano y la cabra “Nieta de Trajano”. Es difícil catalogar la cara de Benemérito Raymond, y su mano roja que parece un guante es solo el resultado de coger el color equivocado y no rectificar. Este desmadre con las caras hace que Don Frasquito solo haya aparecido de espaldas hasta ahora.
ACTO 4: Las tramas
“La familia de Frasquito” es la historia de un curioso personaje, Don Frasquito Raymond-Gil Urquijo. Nacido a principios del siglo XX en la Baja Andalucía, en un lugar aún no identificado, es un andaluz practicante y un prominente viajero en un tiempo en el que viajar era desconocido. Una especie de George Bradshaw a la española sin libro de viajes (el autor recomienda Great British Railway Journeys del gran Michael Portillo revisitando los viajes de Bradshaw).
Frasquito es un connoisseur, un vividor a caballo entre Andalucía y Florida, gran amante de la buena vida, la gastronomía, el whisky en la bañera y las mujeres. Colérico, arrogante, irónico, con un fino sentido del humor que no siempre debería utilizar y que imprime un carácter tragicómico a la historia. Frasquito banaliza sobre temas duros, como las enfermedades bucales, la desaparición de un ser humano o la falta de dedos en una mano. El autor no comparte y rechaza de pleno esta banalización. Tiene un fondo generoso, dulce, aunque difícil de percibir, y habitualmente sus respuestas no tienen nada que ver con las preguntas porque no le gusta que le pregunten.
La serie narra experiencias mundanas que cuentan escenas cotidianas suyas, de su familia, o de terceros que no tienen nada que ver con él, y las combina con cualquier otro tema ajeno a su historia. Ejemplos de esto son “el mono de ojos azules” o “¿por qué vas a matar a cinco cabras?”, la lámpara-chumbo de su salón, la galería de dentaduras postizas, el estudio del primo escultor Pompeyo, el gato con sobrepeso al que no alimenta en Key West o Ramiro nadando en la piscina con su disfraz completo de tiburón. Escenas poco costumbristas de Andalucía y Florida.
Algunos temas o referencias son recurrentes, como la gastronomía, pinceladas de la historia de España o recuerdos y escenas de la Baja Andalucía.
En este momento, su hija Frasquita ha desaparecido después de emanciparse en Coconut Grove con la hija de “Victoriano el de los cochinos” y tras comprometerse en Coahuila, México, con Osiel Escobedo. Parece que Frasquito está aprovechando su búsqueda para visitar algunos países, aunque prestando especial atención al Southwest americano. El hijo de su amigo de la infancia, Gelman Pupo, está encarcelado en La Habana, mientras su padre ha sido visto como el hombre forzudo en un circo itinerante en Pensacola.
La fábrica de “Conservas artesanales Frasquito”, fundada en 1903 en Tahivilla, una pedanía de Tarifa, Cádiz, es una auténtica ruina. El Chano, antiguo conocido, se trasladó a vivir a la nave, donde las elabora una a una, mano a mano, con su mujer y sus hijos, apodados “Los fetos”, ninguno remunerado. Se han donado miles de latas a punto de caducar a Peñaranda de Bracamonte (porque a Frasquito le gusta el nombre) y a la asociación de balonvolea de Carmona. Están apareciendo unos extraños fósiles en las paredes de la conservera que se venden por una fortuna de la época, no se sabe a quién.
El Chano viste cada 24 de abril, día del cumpleaños de Alejandro VI, una réplica de mitra papal que su hijo “El Feto” le regala para las grandes ocasiones.
Otras líneas se enfocan en recordar la herencia española en Estados Unidos (el origen del vino de California o el faro Ponce de León, aunque esto tomará más peso en los próximos meses); en contar algún hecho histórico en Andalucía (Baelo Claudia, los Tartessos, el faro de Punta Carnero); en la gastronomía, donde también se suele reivindicar su origen andaluz; o en profundizar en temas varios, inconexos, de forma desestructurada, como la historia de los supositorios, la morfología de la cabra Florida, un pequeño homenaje a Torrebruno, una breve historia de las mitras papales (en progreso) o la evolución del modernismo en Palm Springs de la mano de su padre Alan Hess.
Los personajes secundarios no tienen mucho peso en la historia y muchos de ellos aparecen solo una vez. La prima Adela la de Carmona, el primo Higinio, matador de toros, Gelman Pupo o su amigo Filemón Cabello Bonilla, su antepasado Boers Raymond (que parece estuvo en el cabo de Buena Esperanza), el tío Amelio el cabrero, Benemérito Raymond, Juan el Choco, el Borricos o el almirante de Gibraltar, Don Baltazar Turner-Robinson Pacheco Hill-Green. El autor se sirve de ellos sin que tengan ningún peso argumental, solo interesan como parte de un dibujo, como su antigua novia Arbina la Cubana, su primo Pompeyo el escultor de tres dedos, Ezequiel Naranjo, su hermano el padre Abel o el Feto.
A día de hoy hay varias incógnitas acerca de Frasquito, como su estado civil, el número de hijos que tiene, cómo se traslada de Andalucía a Florida o por qué su madre ha vivido en Tampa. Parece que su supuesta esposa –o no se sabe si es su madre– lo ha estado buscando en sitios de malas mujeres en Miami, y en la casa de España en Miami lo esperaban con una escopeta cargada un día que afortunadamente no apareció.
La historia se construye de forma improvisada, sin ningún guión que encaje con dibujos anteriores. Son las ideas y la inspiración del autor las que alimentan la historia y no al revés. La familia puede crecer, disminuir o desaparecer anárquicamente según el autor necesite para encajar un dibujo en la historia. No es una sucesión coherente de episodios en los que se pueda imaginar qué puede ser lo próximo. Esta es parte de la idiosincrasia de la serie: improvisación, surrealismo, diversión, colores, buena vida, sentido del humor y Andalucía. La historia evoluciona de una forma improvisada, inesperada y aleatoria, tal como estas ideas van apareciendo y convirtiéndose en dibujos.
ACTO 5: Cómo le va a Frasquito (exposiciones, seguidores, galerías…)
Los dibujos de la serie se publican solamente en la cuenta de Instagram @frasquitoraymondgil, donde Frasquito tiene un grupo de fieles seguidores y casi 50.000 likes en la serie. Se han publicado artículos sobre la historia en revistas digitales como Wild Things Zine (“The Incredible World of Frasquito Family”) y en distintos perfiles de curators y de arte. El dibujo “La nueva dentadura postiza de mi prima Adela la de Carmona” fue seleccionado para la exposición internacional Love your body – we need different eyes celebrada en Milán.
Entre sus seguidores, además de amigos, la familia del autor y su pequeña legión de palmeros, hay algunos personajes interesantes, como uno de los más aclamados creativos de Nueva York, una de las más influyentes periodistas de arte, del New York Times, Smithsonian, New Yorker o Gagosian, la esposa del creador de una marca de moda reconocida globalmente, una prestigiosa fotógrafa húngara de alta costura en Londres, una premiada fotógrafa española, la fundadora de la plataforma Emerging Artists in New York, una cantante algecireña universal o una conocida presentadora de la televisión pública española.
Frasquito no acepta encargos. Le entorpecen el ciclo creativo, lo que no admite bajo ningún concepto. Sus obras pueden encontrarse en una de las tiendas/galerías más fascinantes que se han encontrado: Eclectica Deco Vejer, mirando al histórico Cabo de Trafalgar; así como en la Galería Controversia de Bogotá. La mayoría de los originales han sido regalados a amigos y conocidos, y hay Fraquitos colgados en las paredes de viviendas en Dubai, Mexico City, Madrid, Monterrey, Algeciras, Miami, Praga, Chipre, Buenos Aires, West Palm, Sevilla, Marbella o Abu Dhabi. Existen asimismo unos veinticinco Frasquitos desaparecidos porque la libreta se ha perdido.
Hay que mencionar que el autor es también un aplicado fotógrafo (con un premio internacional por una fotografía al atardecer de la mezquita Sheikh Zayed en Abu Dhabi) y aficionado a escribir historias cortas. Entre sus próximos proyectos se encuentran matar a Don Frasquito, preparar dos trabajos para una exposición en Joshua Tree (California) en diciembre y, probablemente, editar un libro con esta historia.
Para acabar, les dejo con la crítica de la curator Cecilia Bambrilla sobre “La nueva dentadura postiza de mi prima Adela la de Carmona”, cuyo argumento es el siguiente:
Estamos yendo al antiguo hospital de la sangre de nuestro Señor Jesucristo, donde se han llevado a la hija de la grandísima puta de mi prima Adela la de Carmona. Llevaba 18 años comiendo papillas y purés, desde que una piorrea fulminante se llevara por delante 26 dientes. 18 años sin masticar jamón de pata negra ni gambas de Huelva. Estrenó su nueva dentadura postiza en la Feria de Jerez, donde unos vándalos le han dado una paliza de muerte para robarle los pendientes, unas esmeraldas brasileñas que no sabemos de dónde las habrá sacado. Probablemente se las habrá robado a su vecina Anastasia Muñoz Ambrosio. Le han dejado tres dientes. El médico ha dicho que se va a morir sin volver a comer jamón, ni siquiera del barato”. Don Frasquito. Calles de Jerez de la Frontera. 1966.
De acuerdo con Bambrilla, “Este dibujo pertenece a la fantástica serie novelada sobre el único Don Frasquito Raymond-Gil Urquijo, que cuenta al espectador momentos específicos y detalles de su propia vida, incluyendo a familia, amigos y cualquiera que se le pueda cruzar. La serie habla en tono surrealista de celebrar la vida, diversión, colores, estilo de vida y Andalucía. […] El retrato está hecho con un estilo simple e inmediato. Las líneas son elementales, los colores fuertes recuerdan a la niñez, mientras la expresión del rostro refuerza el motivo surrealista. La imagen es bidimensional y representa de forma muy efectiva el retrato de una mujer privada de su propio cuerpo. Como este sorprendente dibujo muestra, el autor es un visionario, un novelista, un pintor capaz de trasladar al lienzo historias, momentos de una realidad paralela, llenos de vida, de sorpresas y llena de fascinantes eventos”.