Herê Fonseca pintando un mural.
Las creaciones de Herê Fonseca nos sugieren la idea de un arte espontáneo, sencillo, directo, expresivo y popular: una espontaneidad que claramente se refleja en el proceso de realización de sus murales, que revisten de imaginación, sueño y fantasía la anodina cotidianidad de nuestros espacios urbanos; una sencillez que encuentra su máxima expresión en la simplificación de la que nos confiesa es su gran preocupación estética, la forma –esa forma que tanto le ha interesado desde su descubrimiento de Paul Cézanne o buscando inspiración en la tradición brasileña ejemplificada por Tarsila do Amaral–; y, por último, una expresividad eminentemente colorista fundada en el establecimiento de un vínculo inmediato con la ciudadanía, lejos de los espacios tradicionalmente consagrados al arte, incluso creando ilusiones escenográficas en otros dominios artísticos. Así, como un soplo de aire fresco que en su intento de conseguir una ordenación del caos, un equilibrio compositivo a través de unas formas en incesante movimiento, conduce el Arte al terreno desacralizado de lo profano, sus obras nos sumergen en un refrescante universo de visiones caleidoscópicas continuamente abierto a entablar novedosos e inesperados diálogos con el público que las contempla. No en vano el mismo Fonseca viene a definir su arte como la invención de mundos insólitos siempre abiertos a múltiples interpretaciones. En este sentido, al igual que sus esculturas móviles revelan sin cesar cambiantes disposiciones, sombras y figuras, sus creaciones hacen volar nuestro espíritu con inocente libertad y simpatía hacia infinitos e inexplorados territorios. Se trata, pues, de un Arte cuya aparente ingenuidad y candidez no hace sino traslucir agudeza, sorpresa y admiración, como aquella inicial pintura con algodón sobre papel que, atrevidamente presentada a un proceso de selección artística, dio origen a la carrera de Herê Fonseca. Una carrera en la que el artista ha cultivado muy diferentes géneros, con los que continúa experimentando y demostrando constantemente un marcado carácter polifacético.
EN PERSPECTIVA: Usted comenzó su formación trabajando en el taller de su padre, Tião Fonseca. ¿De qué manera ha influido este periodo inicial de su carrera en el desarrollo posterior de su obra artística? ¿Fue determinante a la hora de decidir su futura vocación? ¿Se refleja de algún modo aquella actividad en las técnicas, estilos, formatos y materiales que emplea en la actualidad?
HERÊ FONSECA: Con mi padre aprendí procesos técnicos, el saber hacer, pues pasé parte de mi adolescencia trabajando con él, en su estudio: esculturas en barro, esculturas en madera, la fundición en bronce con la técnica de la cera perdida, la acuarela, entre otros. Pero también mantuve un gran diálogo con mi tío Wagner Barja, que es asimismo artista plástico, aunque con procedimientos bien distintos. Mi padre es más de las Bellas Artes, mi tío del Arte Contemporáneo, más conceptual. En la infancia viví los dos estudios, cuyos espacios eran bien diferentes. También la convivencia con mi madre Marithê Azevedo, que es cineasta y profesora de arte, en cierta forma ayudó a crear un ambiente propicio para que yo pudiese encaminarme hacia este universo artístico. La elección fue un proceso natural, de algo con lo que ya convivía desde niño, aunque no pensaba que iba a seguir este rumbo, porque consideraba que el artista era mi padre, quería hacer otra cosa. Sin embargo, hubo un momento que fue determinante. Había acabado de llegar a Piracicaba y me dirigí a un taller del SESC* al que era necesario llevar algún trabajo. Como no tenía ninguna obra ni material a mano, cogí unas pinturas de óleo viejas y medio endurecidas que tenían en casa, cogí un algodón, ya que no tenía pinceles, e hice un óleo sobre papel con algodón. Para el taller, las personas estaban llevando cuadros enormes, con pinturas de paisajes, con marcos gruesos y dorados. Y yo, con aquella hojita en la mano. Cuando mostré mi trabajo, el profesor se quedó observando con curiosidad y preguntó: –Increíble, ¿qué técnica es esa? A partir de ese día, yo que no conocía a nadie en la ciudad, comencé a ser invitado a participar en las actividades artísticas allí realizadas.
*Servicio Social del Comercio, institución privada brasileña, sin ánimo de lucro, que actúa en las áreas de Educación, Salud, Cultura, Ocio y Asistencia, promoviendo talleres y exposiciones, por ejemplo.
E-P: Aparte de esta particularidad familiar, Brasil ha sido su lugar habitual de residencia, donde ha nacido, donde se ha formado y donde lleva a cabo su obra ¿Cómo ha influido este entorno brasileño en su trabajo? ¿De qué manera considera usted que el contexto social local se manifiesta en su obra?
H. F.: Nací en Alfenas, en el estado de Minas Gerais, ciudad de origen de mi madre. Pero residí en Río de Janeiro, en Piracicaba, en el interior de São Paulo, en Brasilia (capital del país), en Cuiabá, en el estado de Mato Grosso. Hoy vivo y trabajo en Sorocaba, São Paulo, donde también soy profesor. Mi formación se dio primeramente en casa. Mis padres están divorciados, pero siempre me relacioné muy bien con los dos. Con mi madre a menudo debatía sobre arte. Y cada año, en mi cumpleaños, ella me regalaba un libro de historia del arte. No obstante, el inicio de mi instrucción como artista tuvo lugar en Piracicaba, ciudad del interior de São Paulo con gran efervescencia cultural y un movimiento artístico muy significativo. El acceso al Salón de Arte Contemporáneo, Salón de Bellas Artes, Bienal Naif y a los cursos y talleres de artes plásticas del SESC y de las Casa de las Artes apoyaron mi formación. Conviví también con muchos artistas, frecuenté estudios y participé en varias exposiciones. Visité muchas bienales y muestras de grandes artistas en São Paulo: Lygia Clark, Tomie Ohtake, Paul Klee, Claude Monet, Pablo Picasso, Alexander Calder, Miguel Ángel, entre otros. Concluí asimismo el curso superior de Artes Plásticas en este periodo. Ahora creo que el contexto social brasileño aparece más en los primeros trabajos, en los figurativos desmembrados, y actualmente considero que mi obra es un intento de organizar el caos, como ocurre con las Combinatórias, que es una especie de juego de construcción de formas que promueven posibilidades de conexión por medio de las líneas que se prolongan de un cuadro a otro, en la exposición realizada en la Galería del Palacete Scarpa en Sorocaba en 2016.
E-P: En relación con lo anterior, ¿qué artistas brasileños anteriores considera sus referentes? Y al mismo tiempo, ¿con qué creadores, críticos, estilos y movimientos artísticos de la historia del arte internacional se identifica?
H. F.: Los primeros estudios que hice, cuando ya estaba inmerso en un proceso de creación en pintura, trataron sobre Paul Cézanne. Mi monografía de fin de curso de graduación fue Cézanne, geometria da natureza. Me interesé por la forma desde el inicio. Cuando comencé a estudiar a Pablo Picasso, pasé, entonces, a coleccionar sus biografías y a examinar su obra. Me encantó también Paul Klee y también empecé a estudiarlo. Cuando comencé a trabajar con esculturas de alambre, con los materiales que mi padre colocaba dentro de las esculturas antes de llevar al horno, alambre y papel, lo que llaman ‘alma’, acabé transformando esta ‘alma’ en leves esculturas aéreas. Esas esculturas espaciales estuvieron en las muestras: Esculturas aéreas, Garabatos al viento y Oscilaciones, que fueron 64 esculturas expuestas en la Casa de América Latina de la Universidad de Brasilia y en el SESC Arsenal en Cuiabá. A partir de estas esculturas espaciales móviles es como vine a conocer a Alexander Calder. Alguien me dijo: –El artista Alexander Calder trabaja con móviles. Cuando vino al Brasil fui a ver su exposición en la Pinacoteca del Estado de São Paulo y me quedé fascinado. También me dijeron que yo tenía algo de Dubuffet, cuando comencé a trabajar con las formas en blanco y negro que aparecen, por ejemplo, en la exposición Cubo Negro, muchos dibujos, trazos como caligrafías que se exponen dentro de un cubo negro y son vistos con linternas. Me encanta también la obra de Joaquín Torres García y en Brasil tengo predilección por las obras de Tomie Ohtake y Lygia Clark, exactamente las que son formas en movimiento. Me identifico con todos estos artistas, que tienen en común lo que Cézanne enfatizó tiempo atrás, las formas de las cosas.
E-P: Entre sus obras destacan los murales de gran formato, donde predominan los colores vivos, muchas veces primarios, y en los que figuras esquemáticas derivadas de formas geométricas puras parecen conformar redes de enigmáticos rostros configurados a base de sencillas líneas rectas y curvas. ¿Cómo se ha ido fraguando este estilo? ¿Cuáles son sus fuentes de inspiración?
H. F.: Los murales son un poco la expansión de aquello que produzco en tela y papel. Creo que este estilo es una búsqueda por composiciones, equilibrios y movimiento que, en realidad, fue lo que siempre perseguí. A partir de muchas experiencias realizadas cotidianamente en el estudio, esas formas van surgiendo y expandiéndose. Lo que me gusta de la realización de los murales al aire libre es la performance, con personas que acompañan todo el proceso y asisten a su elaboración. Y todos esos murales reciben una gran influencia del lugar donde se realiza la obra. Por ejemplo: en Gatos carnavalizados había muchos gatos en el centro histórico de Cuiabá; en Metropolis existía un ambiente musical en el hall de la Universidad Federal de Mato Grosso, donde la obra fue desarrollada; Mula sem cabeça fue en un Congreso de Folclore; Trânsitos ya fue en un espacio con mucho movimiento en la ciudad de Sorocaba. Creo que inconscientemente dialogo con todos los artistas con quienes tengo afinidades.
E-P: Estas obras murales hacen pensar en un arte inmediato, espontáneo, al aire libre, alejado de la práctica convencional, del taller y de la reflexión meditada, del boceto. ¿Es así realmente? ¿Cómo desarrolla su proceso creativo en este caso? ¿Parte de una idea previa o se deja llevar libremente por la inspiración en el mismo momento de realizar sus composiciones?
H. F.: Arte inmediato sí, sin esbozo, sin idea previa. Lo previo es todo el ejercicio anterior, de otras obras en el estudio. Me dejo llevar por la intuición, por la inspiración de aquel instante. La obra va brotando y todo trazo va siendo incorporado. Antes dejo la escalera, las pinturas y pinceles todos preparados para no perder el ritmo.
E-P: Asimismo, estas composiciones suponen un distanciamiento de los habituales lugares de interacción artística: el museo o la galería. También rompen con la tradicional noción del formato artístico, del destinatario social, de la pieza de colección. ¿Cuál es su concepción del arte? ¿Cuál es la misión del artista? ¿A quién debe dirigirse? ¿Debe tener el arte un fin determinado?
H. F.: El arte en mi caso es casi una compulsión, una necesidad, una forma de vida. Cuando entro en un proceso de creación, no pienso en galerías, en público, en venta. Lo que viene es una especie de desdoblamiento de lo que fue hecho antes, un momento casi sagrado en que me dejo guiar por él. Creo que en este proceso es posible conectar con otras personas cuando la obra está lista. Uno se conecta primero consigo mismo, para conectarse con los otros después. La obra es una conexión. Pienso que el arte es una invención de mundos singulares que buscan conexiones.
E-P: Otra de sus contribuciones artísticas consiste en el diseño escenográfico, como en el caso del escenario del corto Bolhas de sabão desmancham no ar (‘Las pompas de jabón se deshacen en el aire’). En este sentido, ¿qué relación deben mantener las artes plásticas con el resto de producciones artísticas tradicionales y contemporáneas?
H. F.: Mi vinculación con los filmes tiene una relación directa con mi madre Marithê Azevedo. Hice las escenografías Bolhas de sabão desmancham no ar y Licor de Pequi, ambos suyos.Trabajamos juntos en varios proyectos. Ella también lidera un colectivo de poéticas urbanas desde 2009, el colectivo À deriva, que realizó varias intervenciones urbanas en la ciudad de Cuiabá, donde participé en casi todas. La hibridación entre las artes ocurre más en el universo del arte contemporáneo, donde los lazos son más viscerales, no implica una jerarquización tan grande. En las producciones artísticas más tradicionales cada arte tiene su lugar, no se mezclan tanto. Pero la colaboración de las artes visuales y plásticas principalmente con las artes del espectáculo es grande, en el cine, en el teatro, en la danza, en la ópera.
E-P: También llaman la atención sus esculturas espaciales móviles, a las que se ha referido anteriormente ¿cuál considera usted que es su aportación en este campo de la historia del arte?
H. F.: En la primera escultura espacial móvil, realicé una experiencia con alambres retorcidos y fui buscando una forma. Después trabajé un empapelado, con cola y periódico, en este esbozo de alambre. Me inspiré en los materiales que se usan en el hueco de una escultura, que son el alambre y el papel de periódico. Cuando produje otras esculturas percibí su levedad y las oscilaciones producidas por el aire. Entonces, fui buscando e investigando el punto de equilibrio, el movimiento, y también percibí que producían sombras en la pared y que otras figuras se formaban en la medida en que cada una de ellas se movía de acuerdo con su peso. En este caso, pasé a investigar peso, forma, equilibrio, movimiento y proyección de sombras. Lo que las esculturas espaciales móviles trajeron fue esa investigación combinada.
E-P: Pinturas, mosaicos, acuarelas, carteles, portadas de libros, esculturas, incluso pinturas en seda para camisetas… Su producción abarca múltiples áreas, aplicando las más tradicionales a los nuevos usos y costumbres de la sociedad actual, como la moda o la publicación editorial. A este respecto, ¿es posible asociar arte y mercado de forma sostenible? ¿Cabe un arte alternativo al sistema elitista y de lujo al que nos acostumbran las subastas millonarias y las adquisiciones de grandes coleccionistas e instituciones museísticas?
H. F.: Sí, es esta una forma de popularización del arte y la creación de medios alternativos de adquisición. Es como si el arte cayese de un pedestal para llegar a la vida cotidiana. En este sentido, sí, es posible asociar arte y mercado de forma sostenible. El arte debe estar en el día a día de todas las personas.
E-P: Parte de su formación artística se desarrolló durante el curso de especialización ‘Arte y Ciudad. Barcelona, de Gaudí a las Olimpiadas’, cursado en la Universitat Politécnica de Catalunya en julio de 2005. ¿Qué ha aportado a su experiencia artística esta estancia en España? ¿Ha influido de alguna manera en su concepción de la relación entre el arte y el espacio urbano?
H. F.: Mi estancia en Barcelona para el curso “Arte y Ciudad. Barcelona, de Gaudí a las Olimpiadas”, además de proporcionar una ampliación de repertorio en términos de contenido sobre arte y ciudad, visitar museos y la tierra de Picasso, Goya, Velázquez, Miró y Gaudí, fue una experiencia única. Fue asimismo importante estudiar las obras de los arquitectos Santiago Calatrava, Josep Maria Jujol, Rafael Moneo. Toda esa inspiración de los artistas españoles y esa experiencia con el arte y la ciudad de Barcelona, de alguna forma impulsaron e influyeron mi trabajo artístico en el espacio urbano.
Nacido en 1975 en Alfenas (Minas Gerais, Brasil), Herê Fonseca tiene Curso Superior em Artes Plásticas con Licenciatura en Educação Artística por la Faculdade de Filosofia Ciências e Letras de Tatuí, São Paulo (2004). Aparte del mencionado curso de especialización en Barcelona (2005), también ha realizado el Curso de Aperfeiçoamento ‘O exercício e a compreensão das Artes Plásticas Contemporâneas’, en la Pinacoteca Miguel Dutra de Piracicaba (SP, 2007). Desde su primera muestra individual, Ensaios, celebrada en la Galería Unimep de Piracicaba (1998), hasta Combinatórias (2016, 2017) y Fragmentos: Traços e Cacos em Composição (2018), Herê Fonseca ha expuesto en numerosas instituciones brasileñas de forma individual y colectiva. Para una mayor información sobre su trayectoria, consúltese la web arteherefonseca.blogspot.com
Matéria excelente!