Martha Jungwirth, Toro, 2020.

La nueva muestra del Guggenheim Bilbao, dedicada a la artista vienesa Martha Jungwirth (Viena, 1940), inicia la programación estival del museo y se enmarca dentro del ciclo de exposiciones que la institución viene dedicando con carácter monográfico a grandes creadores contemporáneos y, específicamente en esta ocasión, a mujeres artistas—como también es el caso de June Crespo y Hilma af Klint a lo largo de este año—. En lo concerniente a Jungwirth que, según el director del museo, Juan Ignacio Vidarte, ‘desarrolla un lenguaje único en la abstracción’, se trata de una autora formada entre 1956 y 1963 en la Universität für angewandte Kunst (Universidad de Artes Aplicadas de Viena). Con respecto a sus referentes, Frans Hals, Francisco de Goya, Édouard Manet y Oskar Kokoschka son algunos de los artistas que han inspirado sus series pictóricas, en las que siempre parece buscar un contrastado equilibrio ‘entre el gesto y el espacio abierto, la abstracción y el realismo’. De hecho, sus pinturas, dibujos y acuarelas se basan en una ‘minuciosa observación de la forma humana, los animales, la historia del arte y sus extensos viajes por todo el mundo’, caracterizándose por un estilo gestual de gran colorido, cuya espontaneidad es propiciada por el empleo de materiales inusuales, como el cartón, los libros de contabilidad o el papel de estraza. Asimismo, según indican fuentes del museo, ‘su obra no capta meros momentos fugaces o simples imágenes, sino que condensa profundas experiencias, emociones y recuerdos’, tal y como pone de relieve la setentena de acuarelas, óleos y dibujos que, incluyendo tres libros de artista, recorren las seis décadas de producción de una pintora galardonada con los premios Joan Miró Oskar Kokoschka, entre otras muchas distinciones.

Emoción y sentimiento

Martha Jungwirth acostumbra a realizar obras de gran formato que, sin embargo, no pierden su relación con el cuerpo humano. Una escala que, a su vez, es potenciada por la concepción arquitectónica del Museo Guggenheim donde, en palabras de la comisaria de la exposición, Lekha Hileman Waitoller, las piezas ‘pueden respirar’. Son creaciones enérgicas que nos retrotraen a mediados de la década de 1970, cuando Jungwirth viaja a Nueva York y en el MoMA contempla unos dibujos a carboncillo de Mies van der Rohe cuya sencillez, en contraste con la monumentalidad arquitectónica de la ciudad, la lleva a abandonar temporalmente la acuarela para centrarse en la ‘arquitectura de las cosas’, de unos objetos que Jungwirth dibuja sobre papel de grandes dimensiones. Y es que según la autora, su inspiración parte de situaciones de gran carga emocional, experiencias intensas e imágenes impactantes, como las que le produjo esa primera visita a la capital neoyorquina. 

Entre figuración y abstracción

Corresponde a este periodo la serie Indesit, cuyo título remite a una conocida marca de electrodomésticos italianos y que se compone de una veintena de obras, como Sin título, de 1976
—en realidad un lavavajillas—. En ellas ya se puede apreciar la adopción de un lenguaje que se sitúa a medio camino entre lo figurativo y lo abstracto, particularidad que se convertirá en constante a lo largo de la carrera artística de la pintora austríaca. Así se trasluce igualmente en el que será otro género recurrente en Jungwirth y que también hace acto de presencia en su primera etapa: el retrato (y autorretrato). En este sentido, se trata de obras en las que se reconocen unas figuras —su primer modelo fue su marido, Alfred Schmeller— que la artista nunca llega a reproducir tal y como se observan en la realidad, sino que únicamente centra su atención en captar la esencia o impresión causada por la persona que posa para ella. El Retrato de la Señora Wanke o Sin título —de la serie Retratos de Alfred Schmeller—, ambos de 1986, son algunos ejemplos en los que, además, se advierte el paso del dibujo a lápiz al óleo sobre papel.

Nebulosa del recuerdo e ideal de belleza

En lo que atañe a la acuarela, cabe destacar la forma en que Martha Jungwirth trastoca la tradicional concepción del formato y la temática de esta técnica, con piezas que tanto en altura como en anchura pueden superar los dos metros y donde se huye de su usual adscripción al género del paisaje o la pintura de flores. La autora misma, que reconoce en Turner al acuarelista por excelencia, explica que ‘en su comprensión de la acuarela, el motivo o el modelo tiene que estar delante de mí o pinto de memoria’ y siempre ‘como su hubiera un velo, porque los colores se superponen creando manchas que pueden generar, a su vez, un nuevo tema’. Ese velo o nebulosa, pues, concuerda con la idea de memoria, sugiriendo la nebulosa de la que emergen los recuerdos de la pintora. De igual modo, incide Lekha Hileman, la acuarela no permite arrepentimientos como en el óleo, que sí posibilita pintar sobre lo ya ejecutado. En este sentido, el recurso a la técnica de la acuarela supone en Jungwirth un ‘desafío’, porque ‘cada marca permanece, el papel la recuerda, incluso la huella del dedo de la artista’. A este propósito es preciso aclarar que Martha Jungwirth reconoce buscar la perfección, pero no un modelo de perfección definido a priori, sino el suyo propio, ‘su perfección interna’. Sin haber dejado de estudiar a otros grandes pintores, Jungwirth experimenta ‘un proceso emocional y otro pictórico que interactúan y se retroalimentan’, conformando a partir de ambos ‘su propia interpretación de la perfección y de la belleza’.

Impresiones sensoriales

Otra sección expositiva en la muestra del Guggenheim se dedica a la línea de investigación que los viajes han abierto en la carrera de Martha Jungwirth. Amante de la lectura y la arquitectura, la artista descubre nuevos lugares habiendo adquirido sobre ellos un conocimiento previo de su cultura. Por ejemplo, su serie Nausícaa, revela su pasión por la mitología griega y sus frecuentes viajes a la isla de Paros, en cuyo pequeño museo dice sentirse como ‘en otro mundo’:

Era capaz de sumergirme en la mitología, de dejarme rodear por ella y tener una vivencia muy intensa y consciente del pasado de ese país. Y cuando volvía a casa, todas esas impresiones pervivían en mi mente y mi corazón. Me acordaba de las mujeres que lavaban la ropa (…), de un pueblo con un lavadero muy grande y antiguo de, incluso, un fuerte carácter erótico. Al resbalar el agua sobre el mármol blanco recordaba a Nausícaa, la hija del rey, que lavaba, y todo eso se convirtió en un motivo para mi obra sobre el que realicé numerosas variaciones, me inspiró mucho, estuve trabajando in situ y cada vez que visitaba el lavadero encontraba algo diferente (…)

En otras ocasiones, Jungwirth reproduce el paisaje de su propio país, como en la serie Spittelauer Lände, de 1993, donde la artista sintetiza las impresiones sugeridas tanto por la rigidez y solidez de los búnkeres de la guerra, como por la fluidez de las aguas del canal del Danubio contemplado desde la sala del instituto que le había sido cedida para instalar su estudio.

Constelaciones y formatos 

CamboyaYemen y Bali, a donde Martha Jungwirth se ha desplazado en varias ocasiones, son algunos otros ejemplos de series artísticas nacidas de las impresiones del viaje, fuente de nuevas sensaciones y emociones que el recuerdo reaviva a la hora de trasladarlas al papel. Concretamente, de sus viajes a Bali surge uno de los libros de artista que el museo Guggenheim presenta digitalizado en un monitor como parte del proyecto Didaktika. Esta obra, cuyas dimensiones contrastan con las de dibujos, acuarelas y óleos que la autora concibe a gran escala, propicia la siguiente reflexión de Jungwirth a propósito de su método creativo y el tamaño de sus obras:

a mí me interesa la variación en el formato. Suelo estar trabajando en varias obras a la vez, porque cuando no sé cómo continuar con la interesante constelación de colores y manchas que tengo ante mí, para no estropear la obra empiezo a trabajar con una mirada fresca sobre una superficie distinta, donde puedo encontrar nuevas combinaciones de manchas diferentes que me inspiran para el otro formato (…). Tengo una visión, veo que va avanzando, pero soy consciente de que es importante dejarlo a tiempo y transferir a otra obra mi energía, produciéndose una especie de intercambio entre ambas. Es como si un cuadro diera impulso a otro y viceversa. A veces pintar demasiado es un error, tiene que haber un movimiento interno que se alimenta de otra obra en otro formato

En cuanto a la representación de animales —otro de los motivos pictóricos predominantes en la carrera de la artista y al que el Guggenheim Bilbao dedica una de las secciones de la exposición—, Jungwirth explora tanto el mundo real como el imaginario de una forma más o menos reconocible, baste contraponer Cuarto vacío —un camello muerto en una carretera de Yemen— y Animal apocalíptico o, también, Bucéfalo. Asimismo, otras series rememoran los terribles episodios protagonizados por el coronavirus y los pasados incendios en Australia, donde pereció un elevado número de ejemplares de diferentes especies.

‘Como grabados a fuego’

En muchos de estos casos se aprecian dos rasgos novedosos en la producción de Jungwirth, como son el empleo de un papel marrón que, de por sí, aporta una característica nota de color a la composición, y el acentuado contraste que surge de la concepción del espacio, compartido en una proporción de equilibrio entre el gesto pictórico y un absoluto vacío sobre la superficie del soporte, recurso que Jungwirth asocia, por ejemplo, al Realismo americano. 

Justamente, la Historia del arte juega un papel fundamental en una autora que reconoce que ‘hay obras que no se olvidan, como si nos las hubieran grabado a fuego en nuestros recuerdos’, véanse en el caso de Jungwith El espárrago de Manet, además de las Majas o el Bodegón con costillas y cabeza de cordero de Goya. Así, la autora vienesa afirma: —‘Me interesa mucho observar la obra de otros pintores (…) Existe todo un proceso de retroalimentación a partir de su trabajo’—, como dice producirse, por ejemplo, al contemplar la producción artística de Kokoschka.

Y es que, en definitiva, tanto en las alusiones a los grandes maestros, como en lo relativo a la representación de personas, animales, objetos y lugares, lo importante para Martha Jungwirth no es sino ‘la emoción, el sentimiento’, que se despiertan y perviven en nosotros incitándonos a la concreción del hecho artístico.

Martha Jungwirth
Desde el 7 de junio hasta el 22 de septiembre de 2024
Museo Guggenheim Bilbao
Más información en: www.guggenheim-bilbao.eus