Leonardo da Vinci, Estudios de cabezas, ca. 1504–05.

Organizada por el Museo Guggenheim Bilbao en colaboración con el Museo de Bellas Artes de Budapest-Galería Nacional HúngaraObras maestras sobre papel de Budapest reúne unos ciento cincuenta dibujos y grabados de algunos de los más grandes artistas de la historia en Occidente desde el siglo XV hasta nuestros días, baste sencillamente mencionar los nombres de Alberto Durero, Leonardo da Vinci, Rafael, Rembrandt, Francisco de Goya, Henri de Toulouse Lautrec o Pablo Picasso, entre muchos otros. De esta forma, la muestra profundiza en la evolución de la técnica del diseño, fundamento tanto del debate teórico como de la práctica de las artes plásticas, y en la de la estampa, paso decisivo en la democratización de la producción artística y en la difusión internacional de mensajes ideológicos, como ya sucedería en el periodo de la Reforma y la Contrarreforma. El itinerario expositivo se estructura en doce secciones diferentes y dispone los dibujos y grabados de forma cronológica, a fin de distinguir las características asociadas a cada época, estableciendo asociaciones entre sus distintos periodos y planteando importantes cuestiones que trascienden la mera adscripción temporal. Considérense, por ejemplo, el peso que han jugado estas creaciones en la consolidación de la idea de obra maestra, bien sirviendo como bocetos o entendiéndose como obras autónomas; su aportación al desarrollo de la Historia del Arte como fuente de experimentación e inspiración; la medida en que han contribuido al establecimiento de un canon artístico por parte de la tratadística moderna o su capacidad de actuación como agentes dinámicos en la configuración de muy diversos imaginarios colectivos. En efecto, la comisaria del Museo Guggenheim Bilbao, Marta Blàvia, ha subrayado el hecho de que ‘el Arte no es exclusivamente una colección de objetos o piezas meramente interesantes estéticamente o visualmente atractivas, sino que el objeto artístico es también un repositorio de creencias, valores, memorias y expresiones culturales’. Condición que, en consecuencia, justifica una muestra que ‘revisita el legado de los grandes maestros’ en un centro de arte actual, exactamente porque, en palabras de Blàvia, ‘el museo está comprometido con la investigación y difusión del arte moderno y contemporáneo, lo que conlleva la exploración del pasado en la medida en que, de alguna forma, este moldea el presente y moldea el futuro’.

Humanismo y Renacimiento

La muestra nos traslada inicialmente al periodo renacentista, cuando el incremento del número de molinos de fabricación de papel repercute en la expansión de las artes del dibujo y del grabado, en primer lugar de la xilografía y, hacia 1430, de la estampa sobre plancha metálica, no solo como medio de divulgación del culto religioso, sino también de ciertas imágenes profanas, asociadas, verbigracia, a costumbres tan populares como la del juego de naipes. Por aquel entonces, los dibujos resultaban ser mayoritariamente anónimos, al realizarse muchos de ellos en talleres artísticos donde eran empleados de forma colectiva. No obstante, genios como Leonardo o Rafael otorgarán a finales del siglo XV y principios del XVI un papel protagonista al arte del diseño, realzando su valor como instrumento de análisis de la figura humana, de su expresión y de su anatomía. Es más, Leonardo llegó a escribir textos en defensa de la pintura como forma de conocimiento cognitivo, en la medida que ‘el dibujo llegó a ser para él un instrumento de visualización científica’, confiriendo a la imagen un valor creciente como medio de inspeccionar la verdadera estructura de la realidad (vidLeonardo’s Writings and Theory of Art, 1999, pág. 64). 

Justamente, las innovaciones del arte italiano serán difundidas en el ámbito germano por las pinturas y grabados de Alberto Durero, un artista que ejercería una gran influencia sobre coetáneos suyos como Lucas Cranach el Viejo. A su vez, esta generación de creadores centroeuropeos contribuyó decisivamente a la progresiva autonomía que por entonces comenzaba a obtener el paisaje como género independiente, un proceso que culminará en la persona de Pieter Brueghel el Viejo. Así, la reproducción de vistas urbanas y campestres fue ganando un espacio y un valor composicional cada vez mayores en el plano representativo hasta prácticamente alcanzar su plena emancipación.

Entre los siglos XVII y XIX

Precisamente, el paisaje es uno de los géneros que continúa desempeñando un papel protagonista
—junto a las naturalezas muertas, la pintura de flores y el costumbrismo— en Aspectos de la realidad en el Norte. Y es que esta sección dirige inicialmente su mirada hacia la influencia ejercida por la Reforma entre los artistas de los Países Bajos donde, el pensamiento calvinista condiciona el exhaustivo análisis del mundo exterior que impera en el dominio de las artes plásticas neerlandesas, entre ellas el dibujo considerado como técnica independiente. Recordando las palabras de Calvino, ‘dondequiera que mires, no hay lugar en el universo donde no puedas distinguir al menos algún centelleo de la gloria de Dios’, se hace ostensible el valor del sentido de la vista como forma de aprehender el orden y armonía de la belleza que nos habla de la sabiduría de Dios. En este sentido, paisajistas como Jacob van Ruisdael se sirvieron de la llamada ‘naturalidad selectiva’ para escoger y disponer los aspectos de la realidad que en su opinión mejor la definían, demostrando así al espectador que el mundo era obra de Dios y estaba sometido a su divina providencia (vidCalvinism and the Arts. A Re-assessment, 2007, págs. 43-44).

Al mismo tiempo, De la Grandeur clásica a los sueños idílicos se remonta a 1648, año en que Charles Le Brun funda la Academia Real de Pintura y Escultura de París, institución que contribuirá notablemente al afianzamiento del diseño como base formativa de las nuevas generaciones de artistas, a los que se instruirá particularmente en la representación del cuerpo masculino desnudo y en la ejecución de grandes composiciones de corte histórico. El propio Le Brun teoriza sobre el dibujo que, siguiendo a los teóricos italianos —y particularmente la idea de disegno interno y esterno de Federico Zuccaro—divide en teórico y práctico. Es la misma idea que defiende Palomino cuando diferencia entre dibujo intelectual —‘aquella idea o concepto mental que forma el pintor de lo que se previene ejecutar’— y práctico —aquella exterior delineación que nos manifiesta en determinada forma las cosas que se han de pintar’—. De este modo, aunque el diseño cuente en su origen con un componente científico, también obedece a reglas que la mano debe saber aplicar, es decir, su excelencia depende por igual del genio y el talento del artífice (vid. Traité sur la peinture pour en apprendre la théorie et se perfectionner dans la pratique, 2011, pág. 17; El dibujo del natural, 2007, pág. 35). Por lo demás, el clasicismo de Poussin y Lorrain, así como las escenas galantes de Watteau marcarán el rumbo de la producción artística en Francia.

La exposición revela entonces cómo, no obstante el declive político y económico y a pesar del cada vez mayor reconocimiento que despierta el arte francés en el contexto europeo, Italia mantiene aún su preponderancia en el terreno de las bellas artes durante el siglo XVIII, gracias especialmente a los importantes focos creativos generados en torno a dos ciudades: Roma y Venecia. Con respecto a esta última cabe destacar los nombres de Tiepolo y Canaletto, quienes han pasado a la historia como dos de los más grandes artistas del periodo. Asimismo, De la Ilustración a la época de las revoluciones no olvida a otros dibujantes excepcionales, como Hogarth y Goya, quienes cultivaron con maestría, acidez y mordacidad la crítica social y la sátira de las costumbres populares, denunciando en sus composiciones el carácter absurdo e injusto de muchos de los usos tradicionales del momento, así como la brutalidad de la guerra sufrida por el ser humano en tiempos de gran inestabilidad y convulsión política.

Tiempos modernos

Durante el último cuarto del siglo XIX los impresionistas introducen una nueva estética pictórica caracterizada a grandes rasgos por su interés en la captación de los efectos lumínicos y atmosféricos, además de por la representación de la vida moderna y las transformaciones urbanas. Estas innovaciones son extrapolables al campo del diseño, donde también se aprecia el protagonismo del trazo nervioso y carácter abocetado en la ejecución de los dibujos. Se trata, además, de unas composiciones que ganarán en intensidad emocional con la llegada de la corriente postimpresionista y la singular personalidad de artistas como Munch o Van Gogh. No debe olvidarse que, muy a menudo, el dibujo propicia un instrumento personal de introspección y aproximación a la realidad en la esfera privada y, por consiguiente, exige una lectura detenida de la obra que favorece un mayor acercamiento al sentir de su creador. De hecho, según Kinga Bódi, comisaria del Museo de Bellas Artes de Budapest: 

Hay que acercarse mucho para ver los detalles de un dibujo en una sala de estudio, hay que cogerlo con la mano, hay que prestar muchísima atención, exige otro nivel de observación en comparación con los cuadros (…) algo realmente importante en un mundo de ruido y vertiginosidad, donde es importante contemplar obras realizadas con lentitud, en un espacio íntimo, razón por la que los dibujos se encuentran mucho más cercanos al estado de ánimo del artista.

A este respecto, la muestra también se detiene en la Viena finisecular y de comienzos del siglo XX, atendiendo a las aportaciones de Klimt, Schiele y Kokoschka, cuyas creaciones abordaron temas relacionados con la psicología, las pulsiones del individuo y la sexualidad, provocando gran escándalo y controversia en la sociedad de su época. 

Del siglo XX a la actualidad

El itinerario expositivo concluye mostrando la evolución del dibujo desde las vanguardias hasta la época presente, enfatizando su papel transmisor de principios estéticos e ideológicos durante los periodos expresionista, dadaísta, surrealista y constructivista y, esencialmente dentro de esta última tendencia, introduciendo una peculiar geometrización de los motivos representados que terminará desembocando en el dibujo abstracto como obra plenamente autónoma. Al margen del discurso canónico es preciso recordar, además, cómo en casos de figuras de fuerte personalidad artística, véase Hilma af Klint, la abstracción trasciende el mero formalismo y se erige en instrumento estructurador de ideas filosóficas, lingüísticas, científicas o trascendentales, anticipándose incluso al arte conceptual (vid. 3 X Abstraction: New Methods of Drawing, 2005, pág. 12 y ss). Por otra parte, algunos jóvenes pintores como los integrantes de El Puente (Die Brücke) buscaron prácticas formativas experimentales que les permitieran explorar el dibujo más allá de sus límites tradicionales: 

Insatisfechos con la formación artística académica convencional, organizaron sesiones informales de dibujo del natural con jóvenes modelos y posados breves que sólo podían capturar en líneas rápidas, decididas y ‘valientes’, como dijo uno de ellos, Fritz Bleyl. Esta forma de trabajar los liberó de las prácticas académicas de dibujar meticulosamente a partir de un modelo en poses rígidas y eternas, trabajar con viejos y sucios moldes de yeso o copiar servilmente de los viejos maestros (vid. Expressionism. Art of Century, 2005, pág. 20)

Mientras, la ilustración gráfica en publicaciones impresas o los cuadernos de artistas se han seguido consolidando como importantes soportes creativos y fuente de experimentación artística. Una exploración de nuevos horizontes estéticos que continuará desarrollándose durante las décadas siguientes, incorporando el empleo de los nuevos recursos tecnológicos que tan vertiginosamente han transformado la concepción tradicional del diseño.

A modo de conclusión, la muestra no olvida presentar una panorámica de la historia del Museo de Bellas Artes de Budapest-Galería Nacional Húngara y de su Colección de Estampas y Dibujos, la más significativa de aquel país en lo que a fondos tanto locales como internacionales se refiere. A tal fin, la exposición del Guggenheim reúne documentación gráfica y textual, con fotografías y planos arquitectónicos que explican su constitución y progresiva expansión desde el núcleo original de la colección de Nicolás II Esterházy (1765-1833), perteneciente a la familia aristocrática húngara que acumuló más poder desde tiempos medievales y, sobre todo, a partir del siglo XVII, cuando Hungría se reunifica y queda bajo la influencia de los Habsburgo.

Obras maestras sobre papel de Budapest
Desde el 28 de febrero hasta el 1 de junio de 2025
Guggenheim Bilbao
Más información en: www.guggenheim-bilbao.eus