Salvador Dalí, La mano cortada, ca. 1928.

El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) y el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) han organizado ‘En el aire conmovido…’, una exposición que, centrando su atención en la mirada de la infancia ante los conflictos político-sociales que hacen convulsionar el mundo, reflexiona sobre el proceso de transformación de la emoción individual en conmoción colectiva. Un interesante proyecto planteado por el filósofo, ensayista e historiador del arte Georges Didi-Huberman quien, con el comisariado de esta muestra, reemprende la colaboración iniciada con el museo en 2010, año en que organizó la exposición Atlas, ¿cómo llevar el mundo a cuestas? En esta ocasión, unas trescientas obras de casi ciento cincuenta artistas articulan un discurso que, aunando poesía y política, establece inesperadas asociaciones entre las diferentes propuestas creativas —fotografías, esculturas, audiovisuales, pinturas e instalaciones, sin olvidar un importante conjunto de fuentes documentales de hasta el siglo XVI—, siempre girando en torno a la niñez y a la idea del enlazamiento de sucesivas emociones individuales como desencadenante de la conmoción pública. A este propósito, no es de extrañar que ‘En el aire conmovido…’ otorgue un protagonismo especial al poeta granadino Federico García Lorca. De hecho, el título de la muestra se corresponde con uno de los versos del ‘Romance de la luna, luna’, primer poema del Romancero gitano, cuyo manuscrito original se exhibe en la primera sala. Y, además, el itinerario expositivo se inicia escuchando la ‘Nana del caballo grande’ de Bodas de Sangre interpretada por Camarón de la Isla. Por lo demás, las siete secciones en que se articula la exposición —Infancias, Pensamientos, Caras, Gestos, Sitios, Políticas y, de nuevo, Infancias— han sido inspiradas por sendos versos de García Lorca. 

‘Infancias’ y ‘Pensamientos’

Con obras de diferentes épocas y formatos, realizadas por autores tan distintos como Capa, Goethe, Goya, Lorca, Miró, Rossellini o Brecht, el primer apartado de la exposición, ‘Infancias’, asocia el horror, la mirada del niño y la luna. Esta última permite poner en relación los dibujos de Goethe y su concepción de ‘lo demoniaco’ con el Juego y teoría del duende, conferencia pronunciada por Lorca en Buenos Aires en 1933 y cuyo texto mecanografiado exhibe el MNCARS. En él Lorca recuerda la sentencia del cantaor gitano Manuel Torre, al afirmar que ‘todo lo que tiene sonidos negros tiene duende’. En este sentido,  

Yo llamo ‘el duende’ en arte a ese fluido inasible, que es su sabor, su raigambre, algo así como un tirabuzón que lo mete en la sensibilidad del público (La Nación, Buenos Aires, 14 de octubre de 1933) […] Solo se sabe que quema la sangre como un trópico de vidrios, que agota, que rechaza toda la dulce geometría aprendida, que rompe los estilos, que se apoya en el dolor humano que no tiene consuelo … (Juego y teoría del duende, 1933).

De este modo Didi-Huberman eleva ese ‘duende’ lorquiano —en cuanto experimentación de la conmoción que causa, verbigracia, el cante jondo— al nivel de categoría estética, equiparando al artista español con otros distinguidos ‘poetas-filósofos’ del tipo de Johann Wolfgang von Goethe, Friedrich Schiller, Friedrich Nietzsche y Georges Bataille

Por su parte, ‘Pensamientos’, la parte de la exposición que alcanza una mayor profundidad teórica, se divide en dos bloques: ‘Alfabetización’ y ‘Emancipación’, mediante los cuales el comisario presenta dos actitudes frente a la conmoción: las de explicar y comprender. Si la primera intenta clarificar racionalmente las emociones, la segunda pretende descubrir su naturaleza a través del sentimiento, oponiéndose así dos métodos aproximativos diferentes: el que se basa en el establecimiento de reglas y principios, y el que fundamenta su enfoque en la intuición como forma de entendimiento. De esta suerte, en la exposición se contraponen Aristóteles, Darwin, Descartes, Dumas, Ignacio de Loyola o Le Brun por una parte, y Beethoven, Bruno, Calderón, Deleuze, Erasmo, Freud, Goya, Hegel, Hölderlin, Kant, Lacan, Montaigne, Scarlatti o Spinoza por la otra.

‘Caras’ y ‘Gestos’

Las siguientes salas de la exposición se ocupan de la expresión de las emociones del ser humano a través de su rostro y gestualidad. Aquí se agrupa todo un variopinto microcosmos visual que incluye desde las máscaras mortuorias de Hegel y Nietzsche a las creaciones con que Julio González o Pablo Picasso inmortalizaron el grito de la madre que ha perdido a su hijo durante la guerra, pasando por las ‘impresiones’ escultóricas de Medardo Rosso, los imaginativos dibujos de Federico García Lorca o las fotografías de bailarinas de Man Ray, donde la danza se revela como una de las artes que mejor patentiza esa transformación del gesto que crea ‘una coreografía de los cuerpos en el aire conmovido’. Y es que en palabras de Didi-Huberman:

Los gestos son muy antiguos: nuestros propios fósiles en movimiento. Aby Warburg estudiaba sus supervivencias en las formas visuales, así como sus cambios de significación en la historia. Ahora bien, esos movimientos —bellos desafíos para la escultura— vehiculizan nuestros deseos. Se extienden entre la energía del pathos y la de la forma

Las manos, su habilidad para conformar espacios y exteriorizar sentimientos, así como las miradas, muecas y ademanes que se vinculan a la locura, al automatismo y al consumo de sustancias estupefacientes, protagonizan muchas de las obras expuestas en esta sección, donde están asimismo presentes, entre muchos otros grandes artistas, Artaud, Dalí, Rodin, Kafka, Klein o Bellmer.

‘Sitios’ y ‘Políticas’

A la hora de adentrarse en los lugares de la conmoción, la muestra se aleja de un conocimiento tradicional del espacio ligado, por ejemplo, a filósofos como Descartes o Kant, es decir, elude el entendimiento espacial como una extensión geométrica infinita que contiene a los objetos o como una forma a priori de la percepción que posibilita nuestra concepción de los mismos, respectivamente. En la exposición del MNCARS Georges Didi-Huberman propone, en cambio, un espacio interpretado como ‘aire conmovido’, un espacio condicionado por el pathos, por la psique, por los sentimientos del individuo. Así, las piezas exhibidas crean esos lugares determinados por las emociones del ser humano, véase La danza de las amapolas, de 1973, donde Joan Miró patentiza ‘su fascinación pictórica por el espacio infinitoel movimiento sin fin’, introduciendo ‘elementos mínimos y finitos como un punto o un destello en la superficie vibrante del cuadro’. En esta misma línea, la de la conjunción de espacio, movimiento y sensación, se agrupan piezas de, entre otros, Duchamp, Ensor, Fontana, Goethe, Goya, Hugo, Marey, Penone y Richter, en cuyas obras la agitación de cada partícula provoca una sacudida, un pálpito, una inquietud o, como en el caso de las esculturas de hilos suspendidos de Fred Sandback, una ‘herida en el espacio’.

Con respecto a las ‘Políticas’, Didi-Huberman plantea una dicotomía entre Lutos y Luchas pues, del mismo acto del llanto y la lamentación nace la necesidad de justicia, la denuncia y la reivindicación política, o lo que es lo mismo, llorando se desencadena la acción. Así, 

Las víctimas de la opresión son lloradas por los supervivientes. Pero en esas lágrimas, en esos gestos de lamentación, ¿no hay ya un llamamiento a la justicia? ¿No hay en el lamento un acto de ‘denuncia’, en otras palabras, un gesto político?  

Por consiguiente, mientras Lutos reúne diferentes imágenes del dolor ante los execrables crímenes perpetrados por el ser humano —ese dolor que conmueve el aire que circunda al oprimido—, Luchas se centra en la respuesta a la injusticia en sus múltiples variantes, desde la estimulación del pensamiento crítico y su manifestación exterior por medio del discurso o la publicación escrita, a la imagen de la reacción violenta y encolerizada que expresa la rabia de quienes sufren la ignominia, tal y como se aprecia en las obras de Capa, Goya, Picasso, Brecht, Friedrich o Rimbaud, por citar solo algunos nombres.

Nuevamente ‘Infancias’

El ciclo concluye volviendo una vez más la mirada hacia la niñez porque, de acuerdo con Georges Didi-Huberman, 

No se trata ni de culto a la ingenuidad, ni de creencia en la pura inocencia. Los niños están en la encrucijada: buscan un lenguaje entre lo real y lo imaginario… Bajo las bombas, los niños aún son capaces de utopía.

Sobre todo, nunca pierden su deseo de reír y jugar. Y es que, a pesar de que ‘los niños ven la muerte en todas partes y le tienen miedo […] esta no es, a sus ojos, irremediable: aún se puede jugar con ella’. Por eso, omnipresente a lo largo del recorrido expositivo, Federico García Lorca siempre celebró aquella que denominó ‘su risa silvestre’:

esta risa de hoy es mi risa de ayer, mi risa de infancia y de campo, mi risa silvestre, que yo defenderé siempre, siempre hasta que me muera. (Ángel Lázaro, ‘Entrevistas y declaraciones’, 1935, en Obras completas II, Aguilar, 1977)

Y esta jovialidad es la que debe regir el pensamiento ético del adulto que fue niño y que en el presente ha de afrontar la crudeza de la realidad. ‘Cueste lo que cueste, pese a todos estos desastres, hay que preservar la inocencia de una sola risa infantil entre las tragedias de la historia’, asevera Didi-Huberman. En consecuencia, hay que asumir una ética con un ‘mínimo de alegría’, sin dejar de contemplar nuestro entorno con los ojos de la infancia, lo que simultáneamente implica,

tanto inquietarse por la presencia de espectros —los ‘otros’, los ‘mayores’, el ‘mundo’, las ‘amenazas’, los ‘muertos’—, como lanzar alrededor tantos duendes como sea posible [con los que poder jugar con lo peor], […] juguetes mágicos o diablillos con los que escaparse [y] continuar riendo.

‘En el aire conmovido…’
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Desde el 6 de noviembre de 2024 hasta el 17 de marzo de 2025
Centre de Cultura Contemporània de Barcelona
Desde el 8 de mayo hasta el 28 de septiembre de 2025
Más información en: www.museoreinasofia.es y www.cccb.org