Jorge Inglés, Detalle del Retablo de los Gozos de Santa María. Museo Nacional del Prado.

‘La sçiençia non embota el fierro de la lança ni faze floxa la espada en la mano del caballero’

(Marqués de Santillana, Proverbios)

A través de una selección de manuscritos y pinturas singulares, como el San Jorge y el dragón que por primera vez se exhibe en España tras haber sido adquirido por la Leiden Collection de Nueva York, la Biblioteca Nacional de España y el Museo Nacional del Prado, con el apoyo de la Comunidad de Madrid, reivindican la figura del Marqués de Santillana en cuanto escritor y promotor de las artes del prerrenacimiento hispano. Comisariada por Isabel Ruiz de Elvira Serra, Directora del Departamento de Manuscritos, Incunables y Raros de la BNE, y por Joan Molina Figueras, Jefe de Departamento de Pintura Gótica Española del Museo Nacional del Prado, esta muestra rinde también homenaje a dos de los grandes especialistas españoles del libro medieval, los tristemente desaparecidos Javier Docampo y Fernando Villaseñor.

Modelo clásico del ‘eques’ o caballero romano

Don Íñigo López de Mendoza nació en 1398 en Carrión de los Condes (Palencia) y murió en Guadalajara en 1458. Su astucia política le permitió acumular poder y riqueza durante toda su vida hasta llegar a ser nombrado Marqués de Santillana por Juan II de Castilla en 1445. Ya anteriormente había estado ligado a la Corona de Aragón, debido a su nombramiento como copero mayor del príncipe de Gerona, el futuro Alfonso el Magnánimo. No obstante, tal y como fuera costumbre entre los aristócratas de su época, Don Íñigo se convirtió en todo un ‘caballero del Renacimiento’ que, aunando fortitudo y sapientia, cultivó el arte de la escritura y reunió un importantísimo conjunto de manuscritos en su biblioteca privada, la más rica de la Península según sus contemporáneos. Aunque se desconoce el número de ejemplares que llegó a atesorar –puesto que su última voluntad fue la de conservar solo cien y vender el resto para financiar obras de caridad y pagar a sus fiadores–, investigaciones recientes estiman en setenta y seis los que, con seguridad o cierta probabilidad, han llegado hasta nuestros días después de haber pertenecido al marqués. Salvo diez de ellos, el resto se custodia hoy en la Biblioteca Nacional de España, depositaria desde 1886 de gran parte de la colección de los duques del Infantado y de Osuna –descendientes de Don Íñigo que durante siglos incrementaron un legado adquirido en su totalidad por el Estado español en 1882–.

Humanismo vernáculo y ‘scriptorium’ particular

Aparte de las obras hispanas –entre otras la Grande e General Estoria y la Estoria de España de Alfonso X, el Libro de Alexandre o la Historia Gothica de Rodrigo Jiménez de Rada–, el Marqués de Santillana se interesó por los clásicos grecolatinos –Homero, Aristóteles, Polibio, César, Tito Livio, Cicerón, Lucano, Séneca o Valerio Máximo– y los escritores italianos de la Baja Edad Media y de su propia época –Dante, Petrarca, Boccaccio, Leonardo Bruni o Mateo Palmieri–, muchas de cuyas creaciones conseguía indirectamente gracias al librero y humanista florentino Vespasiano da Bisticci (1421-1498), quien proveía de manuscritos a la corte de los Medici entre otras casas nobiliarias de la península itálica. Sin embargo, no dominando el latín y a pesar de conocer bien catalán, italiano y francés, don Íñigo siempre prefirió las traducciones al castellano, hecho que al mismo tiempo lo emplazaba dentro de la corriente del denominado humanismo vernáculo. Por este motivo el marqués dispuso de un scriptorium particular integrado por letrados mayormente judeoconversos que traducían y copiaban los textos que más le interesaban. Asimismo, su hijo Pedro González de Mendoza, el futuro Gran Cardenal, tradujo para él la Ilíada de Homero y Enrique de Villena la Commedia de Dante.

Sus libros, que en línea con su armonización de las armas y las letras contaban con un yelmo como emblema, fueron decorados al menos por tres miniaturistas –entre los que podría haberse encontrado algún discípulo de Jorge Inglés– y encuadernados por andalusíes expertos en el arte del repujado de la piel sobre tabla, que realizaron un excelente trabajo del cordobán y el gofrado con decoración de lacería y con hierros sueltos, los llamados ‘hierros de cordelillo’ de rayado diagonal típicos del estilo mudéjar. De estas encuadernaciones no han sobrevivido muchas muestras, debido a que algunas de las originales fueron reencuadernadas posteriormente, ya en época de su hijo –que quiso imprimir en dos de ellas su emblema, la cruz potenzada–, o en la de su descendiente y último propietario de la colección, don Mariano Téllez Girón, XII duque de Osuna y XV duque del Infantado, que hizo reencuadernar con sus armas e iniciales al menos catorce de los manuscritos del Marqués de Santillana. 

La colección

Se ha planteado la posibilidad de que el punto de partida de la biblioteca del marqués lo hubieran constituido siete de los libros que el gran maestre de la Orden de San Juan de Jerusalén, Juan Fernández de Heredia, mandase componer en su scriptorium de Aviñón en tiempos del Papa Luna. Se trata de lujosos manuscritos en aragonés o traducidos a él que luego pertenecieron a la viuda de Martín el Humano, la reina Margarita de Prades, tal y como refleja su Inventario de 1410. Ella se los podría haber vendido a Don Íñigo, que frecuentó en sucesivas ocasiones su corte literaria de Barcelona donde, por otra parte, pudo conocer a Ausiàs March o Jordi de Sant Jordi.

A este respecto, entre las personas que proporcionaron manuscritos al Marqués de Santillana es preciso recordar el nombre de su amigo y pariente Íñigo (o Enyego) López Dávalos (1414-1484), quien fuera camarlengo del duque de Milán y del rey Alfonso el Magnánimo. Dávalos, dueño de la segunda mayor biblioteca del sur de Italia, remitió al Marqués varios ejemplares napolitanos y milaneses, como las Historias de Polibio y, seguramente, la Ilíada traducida al latín por Pier Candido Decembrio. Asimismo, entre la familia política del marqués cabe destacar la figura del mecenas y bibliófilo cordobés Nuño de Guzmán (ca. 1405-post. 1467), que durante sus años de estancia en Florencia intimó con humanistas como Gianozzo Manetti o Leonardo Bruni. Se tiene constancia de al menos doce códices que Nuño habría encargado al taller de Vespasiano da Bisticci para don Íñigo, decorados por importantes miniaturistas de la talla de Francesco di Antonio del Chierico, Giovanni Varnucci, el Maestro de la Farsalia Trivulziana y el conocido como Maestro del marqués de Santillana. Además del emblema de Don Íñigo, casi todos portan su escudo –con la divisa ‘Ave Maria Gratia Plena’, ligada desde la Batalla del Salado a los Lasso de la Vega, familia de la madre del marqués, Leonor de la Vega— y su lema personal‘Dios e vos’, donde ‘vos’ alude igualmente a la Virgen María–. De este modo Don Íñigo reunió una biblioteca que contaba con los nombres de Maimónides, Juan de Mena, Martín de Lucena, Francesc de Eiximenis o Juan Gil de Zamora entre otros autores y traductores.

Poeta y prosista

Cabe afirmar, en consecuencia, que la lectura supuso una fuente de inspiración fundamental para el Marqués de Santillana, considerado hoy junto a Jorge Manrique y Juan de Mena uno de los autores más importantes del paso de la Edad Media al Renacimiento en la literatura hispana. Al mismo tiempo, su sensibilidad artística se intensificó mediante el contacto con escritores como Enrique de Villena, cuya amistad nació durante la etapa aragonesa de Don Íñigo. Una vez afincado este en Guadalajara, se relacionó asimismo con Fernán Pérez de Guzmán, Juan de Lucena, Juan de Mena o Gómez Manrique. Tampoco deben olvidarse los nombres de los citados Ausiàs March o Jordi de Sant Jordi entre las influencias del marqués, cuya producción poética abarcó sonetos ‘al itálico modo’, serranillas, canciones líricas, poemas dialogados, dezires narrativos y proverbios. En lo concerniente a la prosa, Don Íñigo nos legó una breve historia de la literatura en lengua romance en su Prohemio e carta al Condestable de Portugal. Curiosamente, ninguna de estas composiciones se encuentra entre las que se han conservado de su biblioteca pues, tal y como ocurrió con el Cancionero que entregó a su sobrino Gómez Manrique –hoy en la Biblioteca Universitaria de Salamanca–, distribuiría probablemente muchas de sus copias entre amigos, parientes u otros aristócratas a modo de regalo y establecimiento de alianzas. Así, para la actual exposición se han seleccionado obras suyas recopiladas en tres volúmenes manuscritos de la segunda mitad del siglo XV conservados en la BNE, véase por ejemplo el Cancionero de Stúñiga, antología poética castellano-aragonesa de la primera mitad del siglo confeccionada en Nápoles hacia 1460 para el hijo de Alfonso el Magnánimo, el rey Ferrante I.

Promotor de las artes

Por cuanto respecta a las Bellas Artes, el Museo Nacional del Prado exhibe el Retablo de los Gozos de Santa María del antiguo hospital de Buitrago, conjunto pictórico que en 2011 depositó en la pinacoteca el XIX Duque del Infantado, Íñigo de Arteaga y Martín. Se trata de una obra de Jorge Inglés, pintor activo hacia 1455-1475 que confirió valores escultóricos a las figuras y marcados contornos a los rostros, recurriendo a una iluminación efectista que le aproxima al mundo germánico y a su particular interpretación del modelo flamenco. Otras cuatro piezas del mismo autor, el San Jorge y el dragón de la Leiden Collection de Nueva York y tres tablas que integraron el Retablo de la Virgen en Villasandino (Burgos), confirman el exquisito e innovador gusto estético de Don Íñigo que, aun no viajando nunca fuera de la Península Ibérica, como parece probable, contribuyó a introducir en Castilla tanto el realismo flamenco como las novedosas tendencias del Renacimiento italiano. Así, más allá de los quince manuscritos iluminados de su biblioteca que presenta la exposición, las pinturas encargadas a Jorge Inglés para la iglesia del hospital de San Salvador de Buitrago de Lozoya (Madrid) –fundada por el marqués para la salvación de su alma– testimonian su cosmopolitismo y elevado nivel cultural, pero también una búsqueda de fama y prestigio que no oculta el papel de legitimación política y social desempeñado por el Arte. 

Con relación a los manuscritos, entre los volúmenes de su biblioteca se hallaban ejemplares iluminados en talleres hispanos o extranjeros, en los que era posible apreciar delicadas composiciones renacentistas llevadas a cabo por algunos de los mejores miniaturistas florentinos del Quattrocento, como los mencionados Francesco di Antonio del Chierico y el Maestro de la Farsalia Trivulziana. A su vez, entre los castellanos se hacía evidente la influencia del naturalismo flamenco, véanse los animales y ángeles que aparecen en las orlas diseñadas por el Maestro del Paulo Diácono o el Maestro de Brianda de Luna. No obstante, también en ocasiones estas dos corrientes estilísticas aparecían unidas, como en La Istoria d’Alexandro Magno que Don Íñigo consiguió a través de Dávalos, donde las decoraciones realizadas en Italia presentan añadidos posteriores del citado Maestro de Brianda de Luna, poniendo además de relieve una presencia del estilo flamenco en el círculo del Marqués de Santillana anterior al encargo del Retablo de los Gozos a Jorge Inglés.  

Por último, junto a las tablas y miniaturas también se exponen un relieve con la efigie de Alfonso V El Magnánimo y dos medallas de Pisanello (ca. 1395-ca. 1455), en cuyos anversos figuran los retratos de Alfonso el Magnánimo e Íñigo Dávalos con sendas alegorías en sus reversos. Es preciso recordar que el artista italiano realizó medallas para las cortes más poderosas de la Italia del Norte antes de establecerse en Nápoles a partir de 1448, donde sus medallas –consideradas ‘maravillas’ y guardadas en la biblioteca– eran mostradas por el monarca a sus huéspedes más notables. Este hecho da idea del valor excepcional que les era atribuido, similar, en este sentido, al de los suntuosos volúmenes manuscritos que comenzaron a atesorar las elites políticas y culturales del Renacimiento, demostrando un interés por el libro que hasta hacía poco tiempo había resultado ser patrimonio exclusivo del  estamento eclesiástico

El marqués de Santillana. Imágenes y letras
Biblioteca Nacional de España y Museo Nacional del Prado, Madrid
Del 5 de octubre de 2022 al 8 de enero de 2023
Más información en: www.bne.es y www.museodelprado.es