Retrato de la Marquesa de Encinares.

Si desde finales de 2022 se viene conmemorando el aniversario de los fallecimientos de Sorolla y Picasso, el Museo de Historia de Madrid tampoco ha querido olvidar que en 2021 se cumplieron cien años de la muerte de otro gran pintor español: Francisco Pradilla Ortiz. Así, junto a la muestra Francisco Pradilla (1848-1921): Esplendor y ocaso de la pintura de historia en España, que el Museo Nacional del Prado dedicó a este artista aragonés el año pasado, la nueva exposición temporal, Francisco Pradilla Ortiz (1848-1921), más que un pintor de historia, ofrece al público madrileño una selección de 75 piezas entre óleos, acuarelas, dibujos, bocetos, cartas y fotografías, que se aproximan a la figura del autor de Doña Juana la Loca profundizando en su faceta menos conocida. De este modo, además de algunos lienzos de historia, género por el que Pradilla es más popular, el Museo de Historia de Madrid exhibe ahora una colección de paisajes, retratos, cuadros costumbristas, composiciones de carácter poético e intimista o de temática mitológica que completan la imagen tradicionalmente asociada al pintor zaragozano, por cierto, uno de los más exitosos de su tiempo tanto en España como en el extranjero. De hecho, el reconocimiento del que gozó en Italia, Francia, Alemania y Austria favoreció la difusión internacional de una obra que hoy atesoran museos y coleccionistas privados de Europa y América.

Apuntes biográficos

Nacido el 24 de julio de 1848 en Villanueva de Gállego y discípulo del escenógrafo Mariano Pescador, Francisco Pradilla se formó en la Escuela de Bellas Artes de Zaragoza y, a partir de 1866, en la Superior de Pintura y Escultura de Madrid, donde se convirtió en discípulo de Carlos de Haes. En la capital también trabajó con los decoradores Ferri y Busato y en 1874 obtuvo la pensión de Roma, plaza que ganó con la presentación del lienzo El rapto de las SabinasCasado del Alisal, quien por aquel entonces dirigía la Academia española de Roma tras la renuncia de Rosales por enfermedad, le animó a participar en las oposiciones a pensionados de número para Pintura de Historia, pruebas que duraban sesenta días en los que los candidatos habían de superar varios ejercicios. El último, elegido por sorteo, exigía la realización de una obra inspirada por el legendario pasaje que atribuye a Rómulo y a sus hombres el rapto de las mujeres del pueblo de los Sabinos. 

Ya en la capital italiana, el artista aragonés llevó a cabo su obra más famosa, Doña Juana la Loca (1876-1877), personaje del que ejecutaría numerosas versiones. El aplauso unánime dentro y fuera de España, con sendas Medallas de Honor en la Exposición Nacional y en la Universal de París de 1878, le valió el encargo de La rendición de Granada, su segundo gran éxito terminado en 1882. Ya en 1881 Francisco Pradilla había sido designado académico de San Fernando y director de la Academia de España en Roma, cargo del que dimitiría ocho meses después al no disponer del tiempo necesario para atender sus encargos, dada la elevada demanda de sus obras por parte de la burguesía y la aristocracia —véanse sus retratos, escenas costumbristas romanas y conjuntos decorativos para edificios madrileños como el Palacio de Linares—. A pesar de esta gran aceptación, la quiebra de la banca Villodas conllevó la pérdida de todos sus ahorros y la desgraciada muerte de su hija le provocó un gran desinterés artístico. Aunque en 1896 fue nombrado director del Museo del Prado, el robo de un boceto de Murillo o las ventas a particulares de la colección del duque de Osuna motivaron su dimisión en 1898 y su alejamiento de la vida social hasta su muerte.

Nuevos horizontes

La exposición del Museo de Historia de Madrid ha sido comisariada por la doctora en Historia del Arte Soledad Cánovas del Castillo y —en calidad de comisaria técnica— por la bisnieta del pintor, Sonia Pradilla, en un intento de acabar con la estereotipada imagen que hasta ahora ha encasillado al artista aragonés en el género de la pintura de historia decimonónica —sorprendentemente, minoritaria en su producción—. En este sentido, el itinerario expositivo se ha articulado en seis seccionesEvocaciones históricasAlegorías y escenas medievalesAl aire libre, Costumbrismo y modernidadRetratos y, por último, Acuarelas y dibujos. Asimismo, otro de los atractivos de la muestra radica en el hecho de que la quinta parte de las piezas son inéditas y de que casi la mitad de ellas han sido raramente exhibidas con anterioridad, de ahí que la exposición constituya una ocasión única para descubrir la maestría alcanzada por Pradilla en la práctica de los variados géneros pictóricos que cultivó a lo largo de su carrera. Resulta curioso recordar, además, que esta retrospectiva tiene lugar treinta y cinco años después de la que el Ayuntamiento de Madrid dedicara al autor zaragozano en 1987 y que, precisamente, acogiera este mismo Museo de Historia, en aquella época llamado Museo Municipal. De hecho, entre los fondos de la institución se cuenta el cuadro titulado El Viernes Santo en Madrid. Paseo de Mantillas, de 1914, una de las escenas en las que Pradilla reprodujo las costumbres típicas de la que podría considerarse su ciudad de adopción. 

‘Epígono de Fortuny’

Tal y como ha señalado Manuel García Guatas, Pradilla ocupará en Roma el vacío que entre los pintores españoles dejase el malogrado Mariano Fortuny en cuanto ‘maestro de la colonia romana’. Durante los pocos meses que ambos coincidieron en la ciudad eterna, los dos artistas estrecharon lazos de amistad en función de una sensibilidad estética compartida y, de hecho, sería el mismo Pradilla quien diera testimonio del funeral y entierro del artista de Reus con su crónica y croquis publicados en La Ilustración española y americana en 1874. Por otra parte, el estilo de Pradilla se fue consolidando durante los viajes que realizó aquellos meses en Italia. Según apunta Wilfredo Rincón García, Casado del Alisal detalló en su informe de 21 de julio de 1874 cómo Pradilla ‘después de haber empleado su tiempo y actividad en estudios de tipos característicos del país, y viéndose solicitado por reformadoras tendencias, se halla actualmente en Nápoles para conocer las celebridades de aquella escuela y realizar estudios de luz y color, que contribuyan al éxito de su envío’. Precisamente, Pradilla había dejado constancia de la asistencia de Domenico Morelli, uno de los nombres más destacados de la pintura napolitana del momento, al sepelio de Mariano Fortuny, en quien el italiano reconocería un ‘espíritu ­fraterno’.

Doña Juana la Loca

Durante la segunda mitad del siglo XIX y tras la prematura muerte de Eduardo Rosales y Mariano Fortuny, todas las esperanzas de renovación artística en España se depositaron en la figura de Francisco Pradilla, ganador de la máxima recompensa en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1878 gracias a la Doña Juana la Loca que hoy conserva el Museo del Prado. Por eso, ante la perspectiva de su participación en la Exposición Universal de París de aquel año, el pintor aragonés no solo se convertiría en heredero de Rosales y Fortuny, sino que ayudaría a establecer un sólido nexo de unión entre la España del Siglo de Oro y la de la época contemporánea. Decía Marcelino Umbert en su crónica del certamen:

‘España, que con razón puede enorgullecerse de haber sido en pasadas épocas el emporio de las artes y de la literatura, y contado entre sus hijos a Murillo y Ribera, a Velázquez, el pintor realista por excelencia, y a Zurbarán y Cano; a Juan de Juanes, Juan de Herrera y tantos otros; que en tiempos más modernos ha visto florecer a Goya y Ventura Rodríguez; que aún no ha enjugado su llanto la noble y augusta matrona por las tempranas muertes de Rosales y de Fortuny, y ya ve aparecer a Pradilla; España, nación de artistas y poetas, no podía faltar al universal certamen para ocupar uno de los puestos de honor que la correspondían por derecho propio, y bien puede esto decirse sin darse en el extremo de intransigente patriota, puesto que los hechos han demostrado en varias ocasiones, que en bellas artes, si bien hemos perdido en relación a la edad de oro, que fue para la España artística el siglo XVII, siempre contamos con artistas de valía’

Y es que, según Umbert, en Doña Juana… confluían renovación técnica y dramatismo hasta el punto de afirmar que ‘señala en el grande arte un camino nuevo y es un modelo de belleza espiritual que da inmenso valor a la pintura’. Al mismo tiempo, Pradilla tranquilizaba a los críticos de la época que veían una amenaza en el nuevo formalismo, como Paul Lefort, para quien el aragonés supone la recuperación de la vieja usanza realista y dramática de los españoles, constatando que ese ‘gusto de las representaciones trágicas, tan queridas a la antigua escuela’, todavía permanecía vigente ‘en las Castillas’. Asimismo, Tullio Massarani, presidente del jurado internacional de la sección de Bellas Artes de París 1878, asignaba a Pradilla la reconducción de la escuela moderna española tras ‘haber saboreado con todo el ardor de la juventud la voluptuosidad de sentirse libre’; y es que para él, el sorprendente vigor plástico de los artistas hispanos, su desenfreno efectista, el intenso juego cromático y lumínico, no eran más que una reacción frente a un pasado lóbrego y tenebroso de misticismo, religión y monarquía: ‘fue una revuelta contra el Escorial y el Quemadero, contra los espectros de Felipe II y de Torquemada que habían oscurecido hasta el azul de su cielo, que habían colmado de contrición y terror, no solo las obras, sino hasta las almas de sus maestros’. Tras esta liberación, había llegado el momento de que Pradilla encauzara nuevamente la pintura española hacia ‘las tradiciones severas y grandes objetivos del Arte’. La gran aportación de Pradilla, según Massarani, consistía en haber introducido un componente de modernidad en el tratamiento de un tema tradicional, no solo en cuanto a la técnica, sino también en lo concerniente al contenido, y es que Pradilla había conseguido plasmar en su Doña Juana la Loca la sencillez del elemento humano y psicológico, rechazando de pleno el habitual tratamiento grandilocuente, afectado y esplendoroso propio de las representaciones históricas de las grandes instituciones monárquicas’.

Bibliografía

El arte español fuera de España, CSIC, 2003

Patrimonio artístico de la Facultad de Bellas Artes: inventario, Madrid, Complutense, 2003

Las artes españolas en la crisis del 98, Universidad de Oviedo, 1996 

El imaginario español en las Exposiciones Universales del siglo XIX: exotismo y modernidad, Madrid, Cátedra, 2020

Enciclopedia on line del Museo del Prado

Francisco Pradilla, más que un pintor de historia
Del 14 de diciembre de 2022 al 9 de abril de 2023
Museo de Historia de Madrid. Sala de exposiciones temporales
Más información en: www.madrid.es