Pablo Picasso, Cabeza con casco, 1933.
Con sus más de cincuenta piezas de entre 1909 y 1962 y tras haberse detenido durante cuatro meses en el Museo Picasso Málaga, la muestra Picasso escultor. Materia y cuerpo recala ahora en el Museo Guggenheim Bilbao, proponiendo un viaje de casi seis décadas a través de una de las facetas más desconocidas de Pablo Picasso: su producción escultórica. Un recorrido que, al mismo tiempo que refleja la evolución estilística del panorama creativo occidental a lo largo del siglo XX —evolución marcada en buena parte por el propio Picasso—, evidencia el interés del artista por la escultura, una disciplina que el malagueño nunca dejó de practicar con su particular libertad imaginativa e inquietud experimental —siempre permeable a la síntesis de las diferentes manifestaciones artísticas— y que le acompañaría toda su vida en el ámbito del taller y el domicilio privado —tal y como puede apreciarse en las muchas fotografías de época conservadas—.
Cabe recordar a este respecto que Picasso escultor. Materia y cuerpo, comisariada por Carmen Gimenez en colaboración con Lucía Agirre, se ha organizado como parte del proyecto ‘Celebración Picasso 1973-2023’, contando a tal fin con el apoyo del Musée national Picasso-Paris y de la Comisión Nacional para la conmemoración del quincuagésimo aniversario del fallecimiento de Pablo Picasso, acaecido el 8 de abril de 1873. Con motivo de esta efeméride, los gobiernos de Francia y España han impulsado un programa internacional de difusión de la obra del artista malagueño bajo la supervisión de una comisión integrada por representantes de la administración cultural y diplomática de ambos países. Así, durante el presente año, prestigiosos centros culturales europeos y norteamericanos se están convirtiendo en sede de una cincuentena de exposiciones y otros muchos actos oficiales que, además de rendir homenaje a Picasso, pretenden revisar, actualizar y profundizar en el estudio de su trayectoria artística —como es el caso, por ejemplo, del simposio internacional organizado este otoño en coincidencia con la apertura del Centre d’études Picasso en París—.
Picasso escultor
La aportación de Picasso al arte escultórico tardó en despertar una atención historiográfica crítica. De hecho, la primera exposición en la que se presentó su escultura fue Hommage à Pablo Picasso, celebrada en el Grand y el Petit Palais de París en 1966. Al año siguiente, la Tate Gallery de Londres organizó otra muestra dedicada principalmente a su creación escultórica, que no aparecería recogida en un catálogo razonado hasta que en 1971 viera la luz en Alemania Pablo Picasso. Das plastische Werk, del historiador Werner Spies. No obstante, la primera publicación que se le había dedicado había sido el volumen Les sculptures de Picasso, de 1949, con fotografías de Brassaï y un texto del galerista Daniel-Henry Kahnweiler. A pesar de esta inicial falta de interés, resulta innegable que la escultura siempre inspiró al artista, deudor desde un primer momento del arte ibérico que había podido contemplar en el Museo del Louvre, de la estatuaria del románico catalán, así como de la producción oceánica y africana exhibida en el Trocadero.
Sea como fuere, al igual que en el resto de manifestaciones artísticas las esculturas de Picasso testimonian el desarrollo del genio creativo de Picasso y su papel activo en la génesis de nuevas tendencias artísticas. Ejemplos como la considerada primera escultura cubista, la Cabeza de Fernande Olivier, de 1909, en la que el rostro se define volumétricamente mediante la torsión y yuxtaposición de superficies planas y de textura irregular, demuestran la trasposición a la materia escultórica de las conquistas alcanzadas por el Cubismo en el lienzo. No es de extrañar, pues, que el mismo Kahnweiler definiese estas nuevas esculturas como ‘dibujos en el espacio’.
Dar forma a la nada
Más tarde, Picasso imprimirá un nuevo rumbo a la escultura con su Figura: proyecto para un monumento a Guillaume Apollinaire de 1928, en la que la solidez tradicional que se asocia con el material escultórico se vuelve toda vacuidad e ingravidez gracias al empleo del alambre de hierro. Cabe señalar que entre 1928 y 1932 Picasso requirió la ayuda técnica de su amigo Julio González para realizar el proyecto de un monumento funerario a Guillaume Apollinaire, fallecido en 1918. Picasso, inspirado por un pasaje de El poeta asesinado e intentando dar respuesta a la pregunta de ‘¿Cómo dar forma a la nada?’, ejecutó una serie de bocetos de figuras filiformes conformadas únicamente por sus contornos de carácter geométrico. Y es que cuando muere el poeta Croniamantal —esto es, Apollinaire—, ‘El pájaro de Benin’ —que encarna a Picasso— anuncia que va a erigirle una estatua. ‘¿Una estatua de qué? —pregunta Tristouse, la novia del difunto—. ¿De mármol? ¿de bronce?’ ‘No —contesta El pájaro de Benin—, tengo que esculpirle una profunda estatua de nada, como la poesía, como la gloria…’. Aunque las piezas nunca llegarán a ubicarse en la tumba del poeta, esta colaboración es considerada como el origen de la escultura en hierro y de la introducción de la abstracción en el territorio escultórico, un hito fundamental que no puede valorarse como un hecho aislado, sino como consecuencia de un proceso que, según afirmó Tomàs Llorens, ‘respondía a un impulso de transparencia y desmaterialización que agitaba, de diferentes maneras, la creación artística de finales de los años veinte y comienzos de los treinta’.
Yeso, cemento y objetos encontrados
La escultura sigue desempeñando un papel protagonista en la carrera artística de Pablo Picasso durante la década siguiente, no en vano el artista acondiciona uno de los establos de la mansión normanda del siglo XVII que compra en 1930 en Boisgeloup para convertirlo en un amplio taller donde poder trabajar el arte escultórico. Como no podría ser de otra manera, Picasso continúa prestando una especial atención a la innovación formal mediante la experimentación en la utilización de los materiales —particularmente el yeso en esta época– y, de igual modo, encuentra en sus parejas los modelos para las obras que lleva a cabo —véanse ahora los tres retratos de Marie-Thérèse Walter en la galería 207 del museo bilbaíno—. En esta ocasión se trata de volúmenes compactos en yeso o vaciados en cemento, donde desproporcionadas formas orgánicas de perfil curvo o esférico se yuxtaponen brotando de un mismo todo, asumiendo parte del lenguaje plástico que Picasso había desarrollado en consonancia con la nueva corriente del Surrealismo. A este respecto, no es de extrañar que el primer número de la revista Minotaure publicase en 1933 las imágenes de algunas de estas esculturas, reproducidas fotográficamente a través del objetivo de Brassaï —hecho que, por otra parte, marcará el inicio de una sólida relación entre Picasso y el fotógrafo de origen húngaro—. En dicho número, donde André Breton publicó ‘Picasso dans son élément’, también aparecen los estudios de la calle La Boétie y Boisgeloup.
Igualmente, la experimentación escultórica en Picasso no solo implica el recurso a cualquier tipo de material, sino también el empleo de ‘objetos encontrados’, como puedan ser las tuberías, la malla de gallinero o los clavos en el bronce de 1933 Cabeza con casco o los ladrillos y el cartón en Mujer con follaje de 1934. En la exposición del Museo Guggenheim puede apreciarse asimismo la versión en bronce del conjunto de Los bañistas, cuyas seis esculturas fueron originalmente concebidas en 1956 a partir de objetos encontrados como palos de escoba, fragmentos de muebles, marcos y otros desechos recogidos en chatarrerías y escombreras.
Exposición Internacional de París y II Guerra Mundial
Una de las piezas más destacadas de la muestra es la Dama oferente que, a la manera de una monumental Venus prehistórica, fue modelada en yeso por Picasso en 1933 y vaciada en cemento cuatro años más tarde para el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París, donde también se exhibiría el Guernica. Precisamente, en cuanto parte integrante del Legado Guernica y cumpliendo con la voluntad del artista, la familia de Pablo Picasso y el Gobierno francés acordaron su entrega al Estado español en 1985, cuando ya había finalizado la dictadura. Mientras el ejemplar en cemento se encuentra hoy en día desaparecido, el realizado en yeso se perdió entre 1972 y 1973, al llevarse a cabo la fundición de las dos piezas en bronce que hoy se conservan, una sobre la tumba de Picasso en el Castillo de Vauvenargues —donde fue colocada diez días después de la muerte del artista— y otra en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid —justamente la que hoy abre el recorrido expositivo del Guggenheim Bilbao—.
A pesar de las amenazas de la Gestapo y de ser considerada su obra ‘arte degenerado’, Picasso permaneció en París durante la ocupación alemana, periodo en que la imposibilidad de exponer y la limitación en las posibilidades del uso de materiales como el bronce no impedirán que el artista conciba entonces algunas de sus obras maestras, iconográficamente determinadas en ese momento por la figura de Dora Maar —como en el busto monumental de 1941 Cabeza de mujer, colocado en memoria de Guillaume Apollinaire tras la iglesia de Saint-Germain-des-Prés en 1959— y el motivo de la calavera —véase El Cráneo (Cabeza de muerto) de 1943—, que también vincula a Picasso con las vanitas del Siglo de Oro español.
Hierro y arcilla
Con el fin de la guerra y una vez establecido en Vallauris, Picasso instala su taller en una antigua fábrica de perfumes. En sus desplazamientos al lugar, encontrará abandonados en un descampado los desechos de una alfarería cercana, desechos que el artista empleará en algunas de las esculturas que realiza durante esta etapa. Por ejemplo, en una de las más representativas, Mujer encinta de 1950 —justamente inspirada por los recientes embarazos de Françoise Gilot—, Picasso se sirvió de jarras de agua para conformar el vientre y los pechos. También data de 1950 la Niña saltando a la comba, a la que Gilot alude como sigue en su Vida con Picasso:
‘Pablo siempre había soñado con una escultura que no tocara el suelo. Al ver a una niña saltar la cuerda, encontró la solución. Hizo ejecutar una base rectangular en una forja de Vallauris, desde la que se elevaba a una altura de aproximadamente un metro un tubo de hierro curvo que tenía la forma de la cuerda cuando tocaba el suelo. Los extremos de esta cuerda sirvieron de soporte para la niña’
Chapa metálica
Por aquellos años Picasso empezaría a trabajar, además, la chapa metálica recortada, doblada y pintada. Así, en 1954 llevó a cabo cuatro esculturas de Sylvette David, la chica del peinado de ‘cola de caballo’ y pareja del joven diseñador británico Tobias Jellinek, quien a su vez trabajaba el metal en el taller de Joseph-Marius Tiola. Desde ese momento, Tiola colaborará con Picasso trasladando al metal algunos de los diseños de esta última fase de su carrera escultórica. Así, Sylvette, de 1954, o Mujer con niño y Mujer con los brazos extendidos, ambas de 1961, son obras en las que el dibujo, la pintura y la escultura se vuelven complementarios, creando visualmente nuevos planos matéricos los dos primeros, o recreando diseños formales y figurativos la tercera. Por otra parte, Picasso también desarrolló una fructífera colaboración con Lionel Prejger, propietario de un taller en Vallauris, y con Carl Nesjar, pintor y escultor noruego que le ayudó en la realización de monumentales piezas de hormigón.
Finalmente, el itinerario expositivo concluye con uno de los retratos de perfil que Picasso realiza de Jacqueline Roque. Se trata de Cabeza de mujer, de 1962, toda una pintura tridimensional elaborada mediante chapa y alambre de hierro policromados donde Picasso demuestra la ‘simbiosis’ alcanzada entre su arte pictórico y escultórico. Y es que, tal y como expresó Pierre Daix, Picasso ‘era al menos tan gran escultor como pintor, y para él estos dos aspectos de su obra fueron siempre complementarios, ya que descubrió muy pronto que el paso de uno a otro le permitía determinar con precisión qué era la pintura y qué era la escultura’.
Picasso escultor. Materia y cuerpo
Museo Guggenheim Bilbao
Desde el 29 de septiembre de 2023 hasta el 14 de enero de 2024
Más información en: www.guggenheim-bilbao.eus