Figura, 1946.

Tomando como referencia el título de uno de los textos incluidos en el último de los seis volúmenes escritos por Antoni Tàpies (1923-2012)El arte y sus lugares, aparecido en 1999la exposición Antoni Tàpies. La imaginación del mundo se concibe como un espacio de interacción y reflexión a partir de las distintas relaciones visuales y conceptuales que puedan establecerse entre cada una de las piezas expuestas: una cincuentena de obras del artista y más de cien objetos personales y documentos que se revisarán y actualizarán a lo largo de los casi doce meses de apertura de la muestra —incluso con intervenciones de otros artistas—, a fin de renovar e intensificar los múltiples diálogos surgidos entre todos ellos. De este modo se profundiza en el pensamiento y los imaginarios que inspiraron la producción artística de Tàpies en su primera etapa creativa previa a la abstracción, entre mediados de la década de los cuarenta y mediados de los años cincuenta del pasado siglo. Y es que, según Imma Prieto, directora del museo y co-comisaria de la exposición, ‘tras un centenario en el que hemos podido disfrutar de una de las exposiciones más importantes sobre el artista, había que volver al origen y hacerse preguntas, hacernos preguntas y hacérselas al legado con el objetivo de abrir nuevos diálogos’. Efectivamente, Prieto nos recuerda la gran retrospectiva que con motivo del aniversario del nacimiento del artista catalán se ha venido sucediendo desde finales de 2023 en Bruselas, Madrid y Barcelona y sobre la que En Perspectiva ofrece un detallado análisis en Antoni Tàpies. La práctica del arte.

Interculturalidad e interdisciplinariedad

Por su parte, Pablo Allepuz, conservador del área de la colección del Museo Tàpies e igualmente co-comisario de la muestra, ha destacado cómo los mecanismos de configuración de imaginarios y asociación de sentidos y representaciones que plantea el itinerario expositivo parten de ‘La imaginación del mundo’, primer epígrafe de El arte y sus lugares. Es ahí donde Tàpies censura la pretendida superioridad de la ‘cultura eterna’ occidental frente a la supuesta ‘cultura muerta’ de aquellos otros pueblos a los que hasta hace poco se ha tildado de primitivos. De acuerdo con el pintor, la contemporaneidad no solo ha favorecido la liberación de la tradición artística gracias a las vanguardias, sino que también ha propiciado la transformación del artista en un investigador que, cual antropólogo o arqueólogo, recurre a la ‘interculturalidad e interdisciplinariedad’ para alcanzar una ‘visión más completa del mundo’ a través de sus obras. De ahí también que en El arte y sus lugares, posicionándose ‘entre lo (auto)biográfico y lo histórico, entre lo crítico y lo curatorial’, Tàpies acompañe su discurso de ‘una cuidada selección de imágenes, que se organizan siguiendo una lógica no jerárquica’: 

Una composición con cromos populares del siglo XIX, un incensario maya, un incunable de Ramon Llull, una máscara de la región de Terai (Nepal), un fotograma de la película El acorazado Potemkin, un atlas de Andreas Cellarius, un dibujo anónimo hecho por un paciente con esquizofrenia, un tocado de plumas de Nazca (Perú), el monasterio de Daitoku-ji (Kioto), un manuscrito procedente de Bali, una acuarela de Jackson Pollock o una portada de la revista Minotaure, por citar solo algunos ejemplos, comparten un plano de igualdad y generan relaciones multidireccionales que cuestionan los cánones preestablecidos.

Ars combinatoria

A este propósito y dentro de la corriente de pensamiento surrealista, debe tenerse bien presente la influencia del citado filósofo y poeta de la Edad Media, Ramón Llull (1232-1316), que fascinaría a André Breton, al grupo de los surrealistas y al mismo Tàpies con su Ars combinatoria. Este método de conocimiento no carece de cierto componente casual, fortuito o irracional ni rechaza la iluminación de la inspiración, defendiendo al mismo tiempo la transversalidad del saber o ‘el modo de entender la investigación como una red generadora de significados e imágenes’, explica Imma Prieto. Por eso, en sus propias palabras:

lo que Tàpies realizó con el libro son gestos que ejemplifican el método luliano, son generadores de nuevas cosmogonías, nuevos significados en torno a la imagen, nuevos diálogos y redes generadoras de múltiples posibilidades combinatorias. De algún modo, el Ars combinatoria deviene metáfora de la invitación que se hace al espectador: mirar, pensar, abrir significados e imaginar mundos.

A Llull también se le atribuye la introducción de la palabra alquimia –del árabe Al-kimia– en la lengua catalana y, por eso, también constituyó una importante referencia para Salvador Dalí, quien en Las Pasiones según Dalí —volumen publicado en 1968 fruto de las conversaciones con Louis Pauwels—, aseguraba haber hecho de su vida entera un trabajo de alquimia y, por lo tanto, se consideraba descendiente de Llull. Asimismo, el interés de Breton por el tarot podría haberse visto estimulado a raíz de la descripción de Ramón Llull como ‘críptico comentador’ de dicha técnica adivinatoria, y es que tanto su máquina para filosofar Ars Magna Ars Generalis Ultima— como el tarot se basan en el principio de la asociación de palabras, imágenes e ideas universales (vidThe Esoteric Secrets of Surrealism Surrealism and the Occult, de 2014; Interpretar el tarot, 2020; La máquina de pensar. Ramon Lull y el ars combinatoria, catálogo de exposición CCCB, 2016). En concreto, la máquina de Llul se componía de discos concéntricos con letras y símbolos cuyo giro originaba combinaciones de verdades que, en última instancia, desvelarían ‘la verdad real de las cosas’ y, en definitiva, conducirían al individuo ‘a través de la experiencia del mundo y de sí mismo, en su complejo proceso reflexivo, hacia el conocimiento de Dios’. Según Esteve Jaulent:

El Ars (…) no funciona solo. Es sólo una ayuda para el artista, que es quién debe formular las preguntas y buscar las respuestas. De hecho, lo que hace el artista es encontrar un grupo de verdades particulares sobre un determinado objeto que respeten ciertas verdades universales, siempre sobre el mismo tema. El Ars le ofrece los medios para, en un primer momento, formular proposiciones y, después, criticarlas poniendo de lado aquellas proposiciones particulares que no respeten las verdades universales (‘El Ars Generalis ultima de Ramon Llull: Presupuestos metafísicos y éticos’, en Anales del Seminario de Historia de la Filosofía, vol. 27, 2010).

Configuración de un universo plástico e ideológico

Como punto de partida, Antoni Tàpies. La imaginación del mundo sitúa al espectador ante la encrucijada del arte que le se presenta al joven Tàpies al comienzo de su carrera, cuando el panorama creativo se bifurca entre los senderos opuestos del academicismo y realismo, por un lado, y el de las vanguardias, por otro. Aquí cuelgan tres retratos ‘casi hiperrealistas’: el Retrato de Josep Lluís Samaranch, de 1951; el Retrato de Teresa, de 1953; y el Retrato de Joan Brossa, de 1950 —aunque sobrescrito en yeso y con una esponja adherida en 1970—; en ellos, declara Allepuz, 

el dilema del realismo se resuelve como tensión entre una factura casi hiperrealista y una atmósfera de tintes surrealistas, cargada de simbologías latentes: el paisaje infinito, la mano, el guante, las piedras, la mirada… sugerencias de un mundo oculto, a veces político, a veces erótico, pero siempre de profundidad psicológica, que el franquismo se esforzó en depurar.

A su vez, estos se acompañan de libretas inéditas de estudios y dibujos académicos fechados entre 1943 y 1944, así como del número extraordinario de la Navidad de 1934 de la revista D’Ací i d’Allà, dedicado al arte del siglo XX y del que Tàpies recuerda en su Memoria personal tanto el texto con el que Joan Prats invita a superar las fronteras espaciales y temporales, como el artículo final de M. A. Cassanyes dedicado a la magia y el surrealismo. En esta misma línea, otros documentos expuestos confirmarán el interés del artista por el arte infantil —en cuanto testimonio ajeno a todo tipo de convención plástica—, además de por la prehistoria y el arte primitivo —dada su condición expresiva previa al lenguaje aprendido y su carácter mágico-trascendental—. Estas prácticas ocuparán una posición preeminente en el debate artístico de la época e influirán en la evolución de un Tàpies cuya trayectoria se va a ver igualmente determinada por la fundación del grupo Dau al Set a finales de 1948, por la exposición parisina que un año después organiza la Compagnie de l’Art Brut —interesándose en concreto por las manifestaciones creativas de la locura—, así como por el II Salón de Octubre que, celebrado en las Galerías Layetanas de Barcelona aquel 1949, supuso un importante certamen alternativo a las convocatorias oficiales, siendo por ello criticado en el NO-DO.

En función de todo lo anterior, Allepuz sostiene que el pensamiento estético-político de Antoni Tàpies habría cristalizado ya durante la primera década de su trayectoria artística, en los años previos al informalismo y a la abstracción, cuando:

su obra de juventud estableció un intenso diálogo con corrientes artísticas —dadá, surrealismo— y de pensamiento —psicoanálisis, marxismo—, así como con diferentes formas de tradición vernácula y cultura popular. Las conclusiones que Tàpies extrajo en ese proceso no serán abandonadas durante las décadas siguientes, sino que irán reapareciendo transformadas de diversas maneras.

Paisajes transformados: vanguardia e imagen popular

En consecuencia, la exposición sugiere un sinfín de afinidades plásticas e ideológicas del artista, aparte de las ya indicadas, las del mesmerismo, la literatura de Edgar Allan Poe o las fuerzas telúricas de la naturaleza en las múltiples imágenes que difunde la cultura popular, véanse los cromos del álbum Historia natural (1935) de Chocolates Juncosa. Estas filiaciones se revelan, por ejemplo, al representar la simultánea metamorfosis de cuerpos en paisajes y viceversa. No es de extrañar que en el número de octubre-diciembre de 1949 de Dau al Set Arnau Puig definiera el mundo de Tàpies como ‘el mundo de la responsabilidad espiritual que asiste a cada partícula material’. Así, obras como el Paisaje transformado, de 1947, muestran ‘seres híbridos’ inmersos en una matriz de interconexiones, ‘formando una inmensa red colectiva de mente y materia’, asevera Pablo Allepuz, quien añade:

Una obra como Paisatge transformat, acaso un cromo sobredimensionado o un nuevo arcano del tarot, demuestra hasta qué punto todas las corrientes mencionadas más arriba pueden confluir para animar esta constelación de lunas, estrellas, manos amputadas o en guante, arbustos que devienen garras, ojos abiertos, cerrados o trasplantados, sexos, talismanes, deseos que buscan formas renovadas continuamente.

La inspiración en la ‘baja cultura’ queda reflejada por medio de novelas, ejemplares de publicaciones periódicas y coleccionables, así como por las producciones teatrales, cinematográficas y musicales de una ciudad ‘casi performativa’ como Barcelona, donde, además, el parque de atracciones del Tibidabo contribuyó a la génesis de una atmósfera mágica también impregnada de la espontánea jovialidad de títeres y juegos de cartas o de la incertidumbre y la fascinación sugestiva de la lectura del tarot y los espejos deformantes. En cuanto a la difusión de las corrientes creativas más novedosas, se trae a la memoria la colaboración de Tàpies en las actividades culturales promovidas por el Club 49, asociación artística que actuó como catalizador del movimiento vanguardista en Cataluña tomando el testigo del grupo ADLAN (Amics de l’Art Nou), que ya durante la II República había organizado importantes exposiciones de arte, aparte de editar el mencionado número extraordinario de D’Ací i d’Allà.

En definitiva, la suma de todas esas referencias artísticas y visuales generaría un universo único con el que Tàpies transgredió fronteras, impulsando el avance de la creación contemporánea hacia lugares insospechados. Un universo mágico e insólito para una nueva época marcada por importantes transformaciones sociales y culturales: de ahí que en su artículo de 1950, ‘Antoni Tàpies o el dau modern de Versalles’, Joan-Josep Tharrats interpelara directamente al artista:

¿A qué mundo inmaterial nos has llevado, Tàpies? Hoy que los niños ya no creen en nada, que ya no encuentran en los paquetes de chocolate aquellos cromos coloridos que nosotros tan avariciosamente coleccionábamos, has creado para tus amigos y para los que quieran serlo una nueva mitología […].

Antoni Tàpies. La imaginación del mundo
Desde el 13 de febrero de 2025 hasta el 25 de enero de 2026
Museu Tàpies, Barcelona
Más información en: www.museutapies.org