Carmen Sánchez.

La actual exposición temporal del Museo Nacional del Prado pretende rendir homenaje a quien fuera fundadora, directora y maestra del Colegio Nervión durante varias décadas, Carmen Sánchez García, que asimismo permaneció unida a la Fundación Amigos del Museo del Prado desde 2003, participando activamente en sus diferentes programaciones y llegando a hacer beneficiaria de su herencia a la pinacoteca madrileña.

La última lección

Carmen Sánchez nació en el seno de una familia burguesa madrileña de origen salmantino, entre cuyos miembros se contaron personalidades de relieve en el campo de la medicina y la arquitectura: su padre, Ruperto Sánchez Arcas, fue un importante obstetra y su tío, Manuel, destacó entre los mejores arquitectos racionalistas de la llamada ‘Generación del 25’ gracias, entre otros, al proyecto del Hospital Clínico San Carlos de la Ciudad Universitaria de Madrid. Este ámbito familiar influyó sin duda en su interés por la cultura y, tras terminar sus estudios en la Universidad de Madrid (1951-1955) y realizar varias estancias fuera de España, Carmen Sánchez apostó por el ejercicio de la docencia, ligando su vida desde 1973 y hasta su retiro en 1999 al Colegio Nervión que, según fuentes del museo, “acabó por convertirse en un referente de la educación privada en Madrid, ejemplo de modernización de la educación en el período de la transición a la democracia, siendo uno de los centros docentes de formación laica pioneros en el panorama nacional”.

Así pues, bajo el título ‘El legado de Carmen Sánchez. La última lección’, el Prado ha reunido para su exposición al público las quince obras adquiridas gracias a la herencia de 758.646,18€ que, tras fallecer en 2016 a los 86 años de edad, Sánchez dejó en su testamento a la institución. A su vez, para alcanzar el coste total de estas incorporaciones –779.177,10€–, la pinacoteca ha aportado 20.530,92€ procedentes de sus propios fondos. Se reseñan a continuación las condiciones de estas adquisiciones y su trascendencia artística en el marco de la colección permanente de la entidad.

Alegoría de la Templanza, 1513-16, por Alonso Berruguete (h. 1480-1561)

El Prado considera esta tabla –adquirida por venta directa en 2017 por un importe de 151.553,30€– como la compra más importante del legado de Carmen Sánchez, ya que ha posibilitado incorporar a las colecciones de la pinacoteca “a uno de los principales artistas del Renacimiento hispano”. Además, se trata de una de las pocas obras conocidas de la etapa de formación de Berruguete en Florencia y Roma, ciudad que aparece al fondo. Según fuentes del museo “el bocado de la brida, la mano sobre el pecho y la corona de laurel aluden a la imposición de la razón y del temperamento sobre los instintos”. 

Autorretrato de Pedro de Campaña (1503-h. 1580), h. 1550

Esta pieza, adquirida en subasta por 170.824,72€ en 2019, resulta fundamental para determinar el papel de Pedro de Campaña –autor bruselense activo en Sevilla durante un cuarto de siglo– en la génesis del retrato pictórico en España. Muy interesante es el hecho de tratarse de un autorretrato, género raramente producido en el siglo XVI español. La identificación se basa en un retrato del propio Campaña realizado por Francisco Pacheco quien, a pesar de no haberlo conocido, dijo basarse a su vez en un autorretrato suyo. De acuerdo con Pacheco, la gran capacidad de Campaña para la retratística derivaría de su memoria, destreza y rapidez. La calidad y precisión de la tabla evidencian tanto esta aptitud como su formación flamenca.

Mujer en el baño (¿Diana de Poitiers?), h. 1566. Taller de François Clouet (h. 1516-1572)

Esta ‘Mujer en el baño’ del taller de Clouet, fue adquirida por venta directa en 2017 por 80.000 euros. Su gran calidad la convierte en la mejor de las réplicas del original de François Clouet que custodia la National Gallery de Washington. De gran éxito en la corte francesa, esta composición generalizó la moda del retrato doméstico femenino entre las damas nobles. Tal y como se explica desde el Prado, “su compleja simbología remite a la corte francesa de Enrique II, quien tuvo como favorita a su posible protagonista, Diana de Poitiers: el niño, el bebé y las frutas aludirían a la fecundidad, y el clavel, al amor”. La obra permaneció hasta 1888 en el Castillo de Chenonceaux, propiedad de Diana.

Retrato de caballero, 1577, por Adriaen Thomasz. Key (h. 1544-post. 1589) 

De gran importancia es asimismo esta tabla, que aumenta la escasa presencia del retrato burgués de origen flamenco en las colecciones de la pinacoteca madrileña. Su autor destacó como retratista de prestigio, llegando a trabajar para algunos de los españoles residentes en los Países Bajos. Según fuentes del museo: “A pesar de la austeridad y sobriedad del cromatismo, el personaje se muestra de forma sincera y cercana”. La obra de Key fue adquirida por venta directa en 2018 a cambio de 50.000,00€

San Francisco en meditación, ¿1664?, por Mariana de la Cueva y Barradas (activa a mediados del siglo XVII)

La relevancia de este lienzo radica en constituir la primera obra conocida de Mariana de la Cueva y Barradas, pintora que, habiendo recibido las alabanzas de los principales biógrafos del arte español, carecía de obra catalogada hasta la fecha. Además de firmar en el papel que aparece en el suelo, De la Cueva alude a Doménicos Theotocopoulos, el Greco, en quien la autora basa la composición de esta tela que fue adquirida en subasta en 2017 por 1.842,68 €.

La Virgen del Carmen imponiendo el escapulario a San Simón Stock, 1697, por Gabriel Antonio Corvoysier (1659-1725)

Al igual que en el caso precedente, este lienzo supone la primera pintura identificada de este pintor madrileño de padre borgoñón, al que hasta ahora solo se conocía por referencias documentales. Según fuentes de la pinacoteca, “muestra el aspecto original del grupo escultórico que Juan Sánchez Barba hizo para la madrileña iglesia del Carmen Calzado (hoy del Carmen y San Luis), uno de los más importantes del barroco cortesano y que tuvo gran fortuna artística”. El cuadro fue comprado en subasta en 2019 por 27.707,03€.

La estigmatización de San Francisco, segunda mitad del siglo XVIII, por José del Castillo (1737-1793)

José del Castillo destacó sobre todo como autor de cartones para tapices, de ahí la importancia de una obra que sobresale entre la escasa producción religiosa que se conserva del artista. De igual modo, desde el Prado se enfatiza su contribución “al estudio de los seguidores madrileños de Antón Rafael Mengs, cuya influencia se observa en la claridad compositiva, las carnaciones y la carga expresiva del santo, al que un querubín está trasfiriendo los estigmas”. El lienzo se adquirió por 8.313,37€ en subasta efectuada en 2017.

Giuseppe Maria Ferdinando Dal Pozzo, 1810 y 1813, por José Aparicio e Inglada (1770-1838)

El Museo del Prado considera esta pieza como uno de los mejores cuadros de Aparicio e Inglada, subrayando al mismo tiempo la proximidad del autor a la corriente artística del Neoclasicismo internacional. Entre los elementos iconográficos más relevantes se encuentran la Gran Cruz de la Orden de la Reunión, que el retratado ostenta en el pecho, así como su manto rojo, que lo identifica como presidente de la Corte de Apelación. En consecuencia, este lienzo –adquirido en 2018 por venta directa a cambio de 60.000€– hace ostensible el prestigio del magistrado Dal Pozzo, así como la apreciación de la obra de Aparicio en la Roma de la época napoleónica.

Sagrada Familia del roble según Giulio Romano y Rafael, 1821, Luis Eusebi (1773-1829)

Este gouache sobre papel fue realizado poco tiempo después de la inauguración del Prado a finales de 1819, convirtiéndose así en una de las primeras copias realizadas en el museo que patentiza el interés de los artistas de la época por el original italiano. Tal y como se señala desde la pinacoteca madrileña, la obra –adquirida en subasta en 2020 por 5.856,00€– “contribuye a conocer mejor a este pintor y miniaturista, del que apenas se conservan obras, pero que resultó fundamental en los comienzos de esta institución, pues fue su conservador y el autor de sus primeros catálogos”.

Los Comuneros Padilla, Bravo y Maldonado en el patíbulo (réplica), 1862, por Antonio Gisbert (1834-1901)

Se trata de una réplica reducida del original conservado en el Congreso de los Diputados y que fue adquirida por venta directa en 2020 por un importe de 25.000,00€. Como explican fuentes del Prado, el asunto de esta obra tan representativa del género de la pintura de historia española aparece vinculado con la causa liberal, mostrando “la ejecución de los tres héroes de la guerra de las Comunidades, tras rebelarse contra la injusticia del poder real y ser derrotados en Villalar, Valladolid, en 1521”.

Doña Blanca de Navarra entregada al captal de Buch, 1868-1869, por Eduardo Rosales (1836-1873)

Adquirido por venta directa en 2019 por un importe de 32.499,99€, el lienzo ejemplifica la traslación del género histórico a un formato de menores dimensiones, característica propia de la última etapa del malogrado Rosales. El cuadro, que todavía pertenecía a una colección particular, narra la historia de Doña Blanca II de Navarra quien, prisionera en Olite, rechaza su matrimonio con el Duque de Berry –lo que en realidad no era sino una estratagema de su padre Juan II de Aragón para alejarla de territorio navarro–. Finalmente, Blanca es llevada contra su voluntad a Francia, donde muere en extrañas circunstancias.

Sala de Constantino en el Vaticano (estudio), 1869, por Eduardo Rosales (1836-1873) 

Lienzo pintado del natural en Roma que enriquece los fondos de trabajos y bocetos preparatorios de la colección permanente del Museo del Prado. Según sus responsables, en este esbozo “Rosales estudia muchas de las soluciones espaciales y compositivas que incorporó a la Presentación de don Juan de Austria al emperador Carlos V, uno de sus cuadros más conocidos”. La tela fue adquirida en subasta en 2017 por un importe de 3.630,00€. 

La reina doña Juana en los adarves del castillo de la Mota, 1873, por Eduardo Rosales (1836-1873)

Esta adquisición permite integrar en la colección del museo del Prado la que fuera la última pintura de historia de Rosales que, al quedar inacabada a su muerte, posibilita hoy el estudio de su método creativo. Ejecutada mediante una pincelada suelta aplicada aquí con bastante libertad, la tela narra una escena anecdótica en pequeño formato: se trata justamente del momento en el que, tras expresar su deseo de viajar a Flandes para reunirse con su esposo, Juana de Castilla es instada por su séquito a refugiarse del mal tiempo en el Castillo de la Mota de Medina del Campo. La compra se realizó por venta directa en 2019 a cambio de 37.500,01€.

Paisaje napolitano, 1874, por Mariano Fortuny (1838-1874)

Se trata de una tela realizada durante la estancia veraniega de Mariano Fortuny en Italia: como puede observarse, al fondo se aprecian la bahía de Nápoles y la Reggia de Portici. La obra muestra por primera vez un trabajo del natural de Fortuny frente al mar pues, según se apunta desde el museo, “diríase que el tratamiento del agua le imponía cierto respeto, y parece ser que hasta agosto no se atrevió a pintar lo que puede considerarse una marina”. En general, este lienzo –adquirido en subasta por 54.450,00€ en 2017– sintetiza los intereses pictóricos del de Reus al final de su vida –color puro, pincelada suelta y empleo de la preparación sin cubrir–, poniéndolos de relieve “de forma más completa que los otros paisajes que posee el Prado de la misma etapa”. 

Joven con cofia, 1922-23, por María Blanchard (1881-1932)

Adquirida por venta directa en 2021 a cambio de 70.000€, la tela –primera obra de María Blanchard que integra los fondos del Prado– representa a una joven vestida con un traje de la región francesa de Boulonnais. Tanto el asunto como la riqueza decorativa de la pañoleta resultan especialmente singulares dentro de su producción pictórica, aunque según se explica desde el museo “el interés por los tipos populares de la costa atlántica francesa fue frecuente entre otros artistas españoles, como Manuel Benedito, uno de sus maestros y de quien el Prado posee Pescadoras bretonas. La obra es posterior a su periodo cubista y evidencia la vuelta a los volúmenes, la composición frontal y al interés por la factura pictórica”. 

El legado de Carmen Sánchez. La última lección
Hasta el 24 de octubre
Museo Nacional del Prado
Más información en: www.museodelprado.es