René Magritte, El rostro del genio, 1927. Musée d’Ixelles.

Mientras se desarrollan los trabajos de reforma y ampliación del Musée d’Ixelles en Bruselas, más de setenta lienzos de una cincuentena de artistas de su colección han viajado a Málaga para exhibirse temporalmente en la nueva muestra del Museo Carmen Thyssen. De este modo, la exposición permite disfrutar de una selección de obras maestras representativas del arte realizado en Bélgica desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la II Guerra Mundial, abarcando las sucesivas corrientes artísticas que caracterizaron el fin-de-siècle y el periodo de vanguardias, es decir, partiendo del Realismo decimonónico y concluyendo en el Surrealismo. 

Una etapa en que la producción belga buscó una personalidad propia en el Arte alcanzando elevados niveles de creatividad –no en vano el país había nacido en 1830 y necesitaba forjar un carácter propio a través de su ‘libertad moral y estética’–. En este sentido, según Claire Leblanc, comisaria de la exposición y directora del Musée d’Ixelles, ‘desde el Impresionismo hasta el Surrealismo el arte belga encuentra su propio equilibrio entre la absorción de las influencias de las grandes naciones circundantes, como Francia, por ejemplo, y el desprendimiento radical de las mismas para reivindicar su propia identidad’. A su vez, la directora artística del Museo Carmen Thyssen Málaga, Lourdes Moreno, ha enfatizado la relevancia de este conjunto asegurando que la muestra propone ‘un viaje a uno de los focos culturales más importantes de ese tiempo… Un viaje, en definitiva, hacia la modernidad en Europa’.

Del Realismo a la pintura de género

El Musée d’Ixelles, fundado en 1892 en un antiguo matadero, cuenta en la actualidad con alrededor de 15000 piezas, lo que constituye la segunda mayor colección pública de arte en Bélgica. La presencia en la capital malagueña de una selecta representación de sus fondos no solo supone la muestra más completa que se ha dedicado al arte belga de entre los siglos XIX y XX en España, sino que representa la primera exposición de carácter totalmente internacional organizada en el Carmen Thyssen Málaga, hecho que, en palabras de Lourdes Moreno, posibilita a la institución malagueña ser coherente con su propia programación, al conectar la colección permanente del museo con una muestra temporal que sigue su mismo desarrollo cronológico. Así, dentro del marco comparativo propuesto, el arte realista y la construcción del paisaje moderno durante el siglo XIX constituyen un primer referente. Como es lógico en un país donde tradicionalmente exponían los autores franceses, Courbet y la Escuela de Barbizon marcarán el devenir de la pintura belga en su evolución hacia la configuración de un estilo nacional. Otra influencia, la de los campesinos de Millet, se encuentra en la Mujer en el campo de Isidore Verheyden (1846-1905), pintor belga que, a diferencia de Laermans, no adoptará una actitud de denuncia de la condición social del campesinado local. Verheyden, establecido en una zona rural al este de Bruselas –Tervueren, o ‘la Barbizon belga’–, pretenderá más bien dar testimonio de la forma de vida de los trabajadores del campo.

Igualmente, como también sucedería en Francia, por entonces principal centro internacional de creación artística, la pintura de género alcanzará gran éxito entre una burguesía belga que progresaba política y económicamente. En la exposición del Carmen Thyssen La consolación (1857) trata el tema de la viudez, cuestión desde entonces recurrente en Alfred Stevens (1823-1906). Primera gran venta de su autor –que de la pintura de historia desplazará su interés hacia la representación de la mujer parisina de alta sociedad–, este cuadro revela una gran preocupación por las calidades del interior de una vivienda de clase adinerada, así como la influencia de la fotografía en un encuadre descentrado que impide apreciar al completo algunos muebles.

Paisajismo y movimientos fin de siglo

El interés por la naturaleza plasmada de forma directa y libre como en los trabajos de Hippolyte Boulenger, véase su Cielo nuboso (1906) en la exposición, se había intensificado y había experimentado nuevos modos representacionales a partir del Impresionismo. A este respecto es conveniente recordar la importancia del coleccionista Octave Maus –muchas de cuyas obras nutrieron los fondos del Musée d’Ixelles– y de las exposiciones del Grupo de Los XX (1883-1893) y la Libre Esthétique (1893-1914), en las que participaron algunos de los más importantes artistas franceses de vanguardia. Un paisaje destacado es el titulado Dunas al sol (1903), de la pintora Anna Boch (1848-1936), a quien la fortuna de sus padres dedicados a la producción cerámica permitió consagrarse a los viajes y al mecenazgo, además de a la pintura, siendo la única mujer que formara parte del citado grupo de Los XX. Fue también la única coleccionista que adquirió una obra de Van Gogh en vida del artista. Siempre interesada por el paisaje, en particular el de la costa, Boch trata esta vista marítima de manera impresionista, aproximándose a su vez al Neoimpresionismo de Seurat, estilo que ella había asimilado y reinterpretado hacia 1891.

Entre las obras impresionistas que procedentes de Ixelles pueden admirarse estos meses en el Museo Carmen Thyssen de Málaga se encuentra la Dama de la sombrilla del polifacético Jan Toorop (1858-1928). Nacido en la isla de Java, Toorop se trasladó tempranamente con su familia a los Países Bajos para asistir a la escuela. Años más tarde estudiaría dibujo en La Haya y, entre 1876 y 1878, frecuentaría la Escuela Politécnica de Delft. Tras formarse en la Rijksacademie de Ámsterdam, se mudó a Bruselas en 1882. Dos años después expuso en el Salón de Artistas Independientes de París y pasó a formar parte de Los XX, movimiento que desarrolló su vida social y creativa en el suburbio de Ixelles. Aunque su obra abarca y combina distintas tendencias desde el Impresionismo y el Neoimpresionismo hasta el Simbolismo, Toorop es a menudo asociado con las composiciones lineales y el horror vacui de su peculiar concepción del Art Nouveau, que lo convierte junto a Van Gogh y Mondrian en uno de los artistas holandeses más destacados de su época, sin olvidar su papel como referente incuestionable para otros grandes nombres de la Historia del Arte como Gustave Klimt. Bautizado protestante de niño, en 1915 se convirtió al catolicismo, adquiriendo su arte a partir de entonces un carácter místico y religioso. Particularmente, en su Dama de la sombrilla de la exposición del Museo Carmen Thyssen se aprecia el interés por los efectos lumínicos que Toorop compartía con su amigo James Ensor, así como el gusto de la época por el arte japonés, tanto en sus motivos como en los encuadres compositivos. La mujer, de aire melancólico, no mira al espectador y se desvincula del fondo, ocupando un primer plano donde su sombrilla acapara un tercio de la composición.

Otra obra maestra del museo es la neoimpresionista Té en el jardín (1904) de Théo Van Rysselberghe (1862-1926) que, seducido en 1887 por Tarde de domingo en la Grande Jatte de Seurat, introdujo el puntillismo en Bélgica, si bien tratado con mayor libertad. En este lienzo aparecen representadas la poeta Marie Closset, quien firmara bajo el pseudónimo Jean Dominique, la cantante Laura Flé y la mujer del pintor –por cierto, viajero por España y amigo de Darío de Regoyos, asimismo presente en la muestra–. Tampoco la exposición pasa por alto las propuestas simbolistas de Fernand KhnopffFélicien Rops o Léon Spilliaert, la peculiar síntesis de Impresionismo y Expresionismo en James Ensor (Cristo calmando la tempestad, 1906), o las vanguardias de los primeros años del siglo XX con, por ejemplo, las creaciones coloristas que inspiradas en el fauvismo realizaran Rik WoutersLouis Thévenet o Jos Albert, cuyo Gran Interior de 1914 se ha convertido en otro de los cuadros emblemáticos de la muestra de Málaga.

Surrealismo belga

Por lo que respecta al surrealismo, en la exposición malagueña se exhiben lienzos de sus dos máximos exponentes: René Magritte (1898-1967) y Paul Delvaux (1897-1994). Aparte de El donante feliz (1966), obra que un año antes de su muerte Magritte vendería por un módico precio al Musée d’Ixelles en reconocimiento a la labor de su conservador Jean Coquelet –quien en 1959 organizara la primera retrospectiva de la carrera del pintor–, la muestra malagueña presenta otros trabajos de gran calidad firmados por el maestro surrealista. Entre ellos se halla El rostro del genio, cuya imagen ilustró el número de marzo de 1927 de la revista Sélection, donde el marchante P.-G. Van Hecke publicó ‘René Magritte: peintre de la pensée abstraite’, primer artículo sobre el artista. Fue por aquel entonces cuando tuvo lugar la primera exposición monográfica de Magritte en la galería Le Centaure, con unas 60 obras que recibirían una mala acogida por parte de la crítica. Es preciso recordar que en otoño del año anterior acababa de fundarse el grupo surrealista belga, caracterizado por su alejamiento del automatismo del grupo francés. El extrañamiento (dépaysement) y desconcierto (bouleversement) que fundamentaron el pensamiento de Paul Nougé, su principal líder, se encontraban también en la base de la propuesta artística de Magritte, tal y como él mismo explicaría en su conferencia La Ligne de vie, pronunciada en Amberes el 20 de noviembre de 1938 –cuando el artista relata el efecto revelador que le había provocado el despertarse una noche y ver un huevo en lugar de un pájaro en una jaula–. De ahí que la perturbadora descontextualización de la poética del belga se resuma en el considerar cada objeto como la ‘pregunta de un problema’ que termina proporcionando un ‘conocimiento nuevo’ –y es que Magritte aseguraba que sus cuadros eran ‘pensamientos visibles’–.

En cuanto a Paul Delvaux, cabe destacar una de sus enigmáticas y típicas escenas de mujeres desnudas, ruinas antiguas y colores fríos, la titulada Femmes nues o Paysage Antique, de 1944. En ella interior y exterior se confunden generando una visión surrealista, una ensoñación melancólica donde lo real se vuelve irreal y, como es habitual en Delvaux, el aislamiento y la incomunicación impregnan cada motivo. Al igual que Magritte, Paul Delvaux optó por una concepción clásica de sus cuadros, construidos de una forma prácticamente académica que, reflejando un mundo exterior aparente, no hacen sino traslucir un universo interior propio –no en vano el artista reconoció que gracias a De Chirico había descubierto que la pintura era en esencia poesía–. Aquí, la construcción de la perspectiva y las arquitecturas evocan la Antigüedad, el Renacimiento o el Neoclasicismo, pues no debe olvidarse que desde muy joven Delvaux se apasionó por el mundo grecorromano –de hecho, la pose de la mujer tendida se inspira en el prototipo de la Venus recostada, en particular en un modelo de cera que el pintor habría contemplado en la sección del Musée Spitzner de la feria del Midi de Bruselas–. Concretamente, esta pieza fue ejecutada con tinta China y acuarela sobre panel de madera recubierto de blanco de cinc y en ella puede apreciarse un arrepentimiento del pintor –que con frecuencia rectificaba sus diseños– en la pierna de la mujer situada junto al marco de la puerta derecha. 

En suma, la selección de obras maestras que el Musée d’Ixelles ha enviado a Málaga propone una doble lectura artística que, mientras permite profundizar en el contexto particular de la creatividad belga, invita a llevar a cabo una reflexión de carácter mucho más general. Así, según Leblanc y Moreno, respectivamente, el conjunto constituye ‘un universo artístico que retrata la audacia de una época en plena mutación y de una nación en busca de su identidad’, al tiempo que resulta ser ‘la demostración empírica de que la Historia del Arte necesita ser siempre revisitada’.

Arte Belga. Del Impresionismo a Magritte
Del 11 de octubre de 2022 al 5 de marzo de 2023
Museo Carmen Thyssen Málaga
Más información en: www.carmenthyssenmalaga.org