El cuarto del pintor, 1944.

‘Mi objetivo al pintar es tratar de agitar los sentidos mediante una intensificación de la realidad’ 

Lucian Freud, Encounter, 1954

Tras su exposición en la National Gallery de Londres, llega ahora al Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid la primera gran retrospectiva dedicada a Lucian Freud (1922-2011) desde su muerte. La muestra, producida conjuntamente por ambas instituciones con motivo del centenario del nacimiento del pintor británico, ofrece una nueva lectura de su trayectoria a través de cincuenta y cinco obras que recorren de forma casi cronológica los setenta años de producción de un artista que, en un constante diálogo con los maestros del pasado, logró desarrollar un singular estilo y una personalidad propia en el marco de la pintura occidental contemporánea. A este respecto es preciso recordar que el museo Thyssen es la única pinacoteca española que cuenta con lienzos de Freud entre sus fondos —un total de cinco, todos ellos expuestos en la muestra— debido al temprano interés que el barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisz demostró hacia la obra del autor que le retrató en dos ocasiones y con quien mantuvo una cordial amistad. Comisariada por Daniel F. Herrmann, curator of modern and contemporary projects de la National Gallery de Londres, y Paloma Alarcó, jefe de conservación de pintura moderna del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, la exposición ha recibido el apoyo de la Comunidad de Madrid.

Consagración museística y relectura contemporánea

La familia de Lucian Freud emigró de Berlín a Gran Bretaña en 1933, a consecuencia del ascenso nazi al poder. Desde entonces, la formación artística del pintor se vio determinada por sus viajes y visitas a los principales museos y colecciones de Europa y Norteamérica y es que, como recuerda Daniel F. Hermann, el propio Freud confesaba buscar en ellos ideas y ayuda ‘para ver, más que pinturas, situaciones dentro de las pinturas’, manteniéndose así independiente y libre de influencias. No obstante, entre aquellas instituciones, la National Gallery supuso un referente constante a lo largo de toda la vida del autor, que allí expuso, comisarió exposiciones e, incluso, gozó del privilegio raramente concedido a artistas afiliados de poder acceder al recinto en cualquier momento durante las veinticuatro horas del día. Su vínculo con el Museo Thyssen de Madrid a partir de su relación con el barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza ha propiciado la colaboración de ambas entidades para organizar una muestra que ‘presenta al artista dentro de una línea de continuidad con un pasado con el que se identificaba plenamente y lo sitúa en una tradición de obras maestras que sin duda habría disfrutado’, al mismo tiempo que abre nuevos interrogantes tanto sobre una obra que hoy en día se contempla en un contexto histórico diferente, como acerca de un artista cuyo reconocimiento es deudor, no solo de una capacidad creativa y sensibilidad estética excepcionales, sino también de un prestigioso apellido y un gran éxito comercial.

La construcción de un mito

En 1944 tuvo lugar la primera exposición individual de Freud en la Lefevre Gallery. Desde la década anterior los testimonios de críticos y allegados aludían a la inteligencia, viveza e individualidad de un fascinador ‘niño prodigio’ que negaba haber leído una sola línea de las obras de su abuelo y que en 1974 John Russell llegaba a comparar con el Tadzio de Mann en La muerte en Venecia. De ahí que el director de la Tate Gallery, John Rothenstein, asegurase que ‘antes de ser conocido como pintor, su personalidad y su patronímico convirtieron a este joven —frío, excéntrico y despiadado observador— en objeto de una modesta leyenda’, a la que, por ejemplo, se atribuye el origen del incendio de uno de sus centros de formación, la East Anglian School.

En este sentido y como Andrew Wilson explica, el parentesco con Sigmund Freud —que por otra parte suponía una importante fuente de ingresos por derechos de autor y motivo de orgullo para el artista— habría influido indudablemente en la valoración de su pintura cuando el panorama creativo más innovador se encontraba dominado por otras tendencias. Asimismo, uno de los vínculos con los estudios de su abuelo lo constituiría el amor por los animales que Lucian Freud demostró desde la infancia, durante aquellos primeros años de formación entre Alemania y Gran Bretaña igualmente caracterizados por las peleas callejeras y el boxeo: ‘La verdad es que lo que me interesaba era pegar y salir corriendo: peleas callejeras, un poco de lucha libre’, confesaba Freud. En definitiva, un ‘peligro’ y un ‘instinto animal’ que, enfatiza Wilson, ‘sentaron las bases de una mitología que le fue muy útil’, generando además ‘una visión personal con poco espacio para las influencias’. 

Influencias en la ausencia de influencias

En cualquier caso, las reproducciones de Durero en el hogar de la infancia, la colección vaguardista de Dorothy y Leonard Elmhirst en Dartington —con artistas mayormente ligados a la ‘Seven and Five Society’— y el volumen de Herbert ReadEl arte ahora, fueron las principales referencias artísticas para Freud hasta llegar, tras su paso por distintos centros formativos, a la escuela de Cedric Morris, pintor inconformista asociado a la citada ‘Seven and Five Society’, de estilo real, directo, tangible, franco, sencillo e inocente en sus retratos frontales y texturas pictóricas, y que trabajaba rodeado de plantas, pájaros u otros animales. A todo esto habría que añadir los conjuntos de objetos dispares concebidos por Freud en esa primera etapa, asociados al surrealismo y a la pintura metafísica por su disposición ambigua y su escala a veces distorsionada. En realidad, se trataría de objetos talismán reunidos en el estudio, según señala Wilson en el catálogo de la exposición, como ‘presencias o atributos sustitutivos del propio Freud o de sus amantes’. De este modo, en relación con El cuarto del pintor, la fotografía de 1943 que muestra a Freud acariciando una cabeza de cebra adquirida a un taxidermista aquel otoño, evidencia su identificación con el animal. Por otra parte, en lo que atañe a los modelos y símbolos parlantes de los retratos que Lucian Freud cultivó a lo largo de toda su carrera, es posible advertir influencias tan alejadas en el tiempo como la de los primitivos flamencos o la de los pintores de la Nueva Objetividad, véase el caso particular de Christian Shad y Otto Dix.

Más allá del recuerdo: vida propia de la pintura

En 1939, durante el cierre invernal de la East Anglian School, fundada por Cedric Morris dos años antes, Lucian Freud y su colega David Kentish se trasladaron al norte de Gales, donde se les uniría el poeta Stephen Spender, profesor de ambos en Bryanston y que prácticamente les doblaba la edad. La relación entre Spender y Freud que sugiere su correspondencia epistolar —hecha pública en 2015 y donde Freud empleaba el pseudónimo de ‘Lucianus Fruititas’ o ‘Lucio Fruit’ (luscious o juicy fruit)—, contrasta con la imagen que hasta ahora se ha tenido de la vida privada de un pintor casado dos veces, con innumerables amantes y del que se cuentan catorce hijos reconocidos —aunque su número total, según se especula, podría alcanzar la treintena o cuarentena—. Sea como fuere, Freud habría entrado en contacto a través de Spender con Peter Watson, editor y director de la revista Horizon, publicación que apuntaló definitivamente la carrera del pintor durante los años cuarenta.

Acerca de su ideario estético, en ‘Algunos pensamientos sobre la pintura’ (Encounter, 1954), Freud considerará la intuición del artista superior al conocimiento, en cuanto medio de comprensión de la persona o realidad elegida, es decir, en calidad de fuente del sentimiento o sensaciones que el pintor debe experimentar para intensificar la realidad, despertando la emoción en sus obras. Es por ello que, aseveraba Freud, ‘los gustos de un pintor deben desarrollarse a partir de lo que le obsesiona de tal manera en la vida que nunca tenga que preguntarse qué es lo que le conviene hacer en el arte’. Así, insistía Freud, ‘para conmovernos, el cuadro no debe limitarse a recordarnos la vida, sino que debe adquirir vida propia, precisamente para reflejar la vida’.

En relación con estas premisas, la retratística freudiana quedaría claramente emplazada en la línea evolutiva que parte de aquel legendario origen de la pintura narrado por Plinio el Viejo en su Historia natural. Así, tal y como recuerda Maria H. Loh a propósito de la última serie de retratos de la madre del pintor, ese hacer persistir ‘la presencia desaparecida’ entroncaría con la historia de la hija del alfarero corintio Butades que, mientras dormía su amado y para recordarlo tras la partida, dibujó sobre la pared la sombra que de su rostro proyectaba la luz de la vela. Y muchos de los modelos retratados por Freud en sus cuadros también duermen, inmortalizándose una intimidad que permanece suspendida en el tiempo para siempre.

Crítica y desmitificación

A pesar de su reconocimiento, o precisamente debido a él, Lucian Freud ha sido objeto de duras críticas, como las expresadas por la historiadora feminista Linda Nochlin quien, tras la muestra dedicada a Freud por el Metropolitan en 1993, le consideró el sustituto que el mercado y la historiografía convencional buscaban en el Arte tras la muerte de Picasso, entre otras cosas por encarnar ese rol que parece reservado al genio de ser siempre hombre, blanco y occidental. Añadía Nochlin que en sus cuadros:

las mujeres (…) son a menudo rubias, están casi siempre desnudas y se muestran en poses pasivas, con las mejillas y los genitales sonrosados; los hombres —es decir, los hombres homosexuales— o bien están desnudos y son pasivos, o están desnudos y resultan monstruosos. Por el contrario, los hombres ‘de verdad’ (…) están vestidos, posan sentados para ser retratados y se les concede la dignidad de la individualidad mediante unas arrugas e irregularidades que reflejan su ‘carácter’

A partir de las observaciones anteriores, no resta sino concluir considerando la oportunidad única que la actual exposición del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza brinda al espectador para admirar, documentar y reflexionar acerca de parte de la obra de Lucian Freud y de su recepción crítica, contextualizándola a la luz de nuevos enfoques interpretativos que, sin duda, le permitirán juzgar y formarse un parecer propio al respecto.

Bibliografía

Lucian Freud. Nuevas perspectivas (cat. exp.), Museo Nacional Thyssen Bornemisza en colaboración con National Gallery Global, 2023.
Sebastian Smee, The Art of Rivalry: Four Friendships, Betrayals, and Breakthroughs in Modern Art, Profile Books, 2016.
Stephen Spender, New Selected Journals, 1939-1995, Faber & Faber,  2012.
‘Los catorce hijos de Lucian Freud esperan su legado’, https://www.elmundo.es/loc/2013/11/11/527cdfa8684341113f8b4577.html.
“’From your luscious fruit’… Lucian Freud’s amazing love letters to poet Stephen Spender are revealed for the first time after 70 years”, https://www.dailymail.co.uk/news/article-3113893/From-luscious-fruit-Lucian-Freud-s-amazing-love-letters-poet-Stephen-Spender-revealed-time-70-years.html

Lucian Freud. Nuevas perspectivas
Del 14 de febrero al 18 de junio de 2023
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
Más información en: www.museothyssen.org

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