Salomé, Bañistas, 1994.

‘La extraordinaria movilidad de los fluidos es lo que los asocia con la idea de levedad’, escribió Zygmunt Bauman en su Modernidad líquida aparecida en el año 2000; y son precisamente estas nociones de desplazamiento y ligereza, asociadas indefectiblemente a la infinita libertad y energía de unos fluidos para los que no existen barreras en su inexorable avance, las que fundamentan el planteamiento expositivo de Horizonte. El poder del agua en la Colección Würth, la nueva muestra que el Museo Würth La Rioja acoge durante la presente temporada 2025/2026. En realidad, el sociólogo polaco Bauman se valía metafóricamente de la naturaleza de las sustancias en estado líquido para describir una sociedad contemporánea determinada por su carácter transitorio, maleable, voluble, dúctil y, por consiguiente, incierto, de fronteras y horizontes indefinibles. De ahí que las más de setenta obras de los cincuenta y ocho artistas que participan en la exposición compartan una temática común que gira en torno a la representación del agua en la historia del arte moderno, no solo desde un punto de vista estético y narrativo, proyectando la imagen del elemento acuoso en sus variados estados o haciendo ostensible su impacto en el paisaje, sino también desde una perspectiva interpretativa, desvelando su valor simbólico en el proceso comunicativo que implica todo lenguaje artístico, por ejemplo, a la hora de describir tanto procesos de emersión —de la verdad o el conocimiento— como de inmersión —en el mundo de los sueños, el deseo o en el proceso íntimo y meditativo que conlleva la introspección personal—. En definitiva, y al igual que el concepto (plástico y alegórico) de ‘horizonte’, la representación del medio ácueo implicaría, en último término, una (re)lectura en profundidad de nuestra existencia en la sociedad actual.

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Horizonte líquido

Entre las obras que inauguran el itinerario expositivo cabe destacar el lienzo Atardecer invernal en Davos, de Philipp Bauknecht (1884-1933), un artista cuya producción pasaría desapercibida hasta tres décadas después de su muerte, cuando finalmente el marchante Joop P. Smid la descubre en Ámsterdam. Allí era donde la mujer de Bauknecht, nacida en Holanda, había logrado ocultar a los nazis los trabajos de su esposo, quien llegara a participar junto con Dix, Kirchner o Klee en la muestra Nuevo Arte Alemán de Stuttgart en 1924. El pintor, afectado de tuberculosis desde 1910, se había visto obligado a instalarse en la localidad suiza de Davos por motivos de salud. A una primera etapa —de paleta cromática contenida y alejada del expresionismo que le caracterizará posteriormente— pertenece esta tela de la colección Würth, donde se trasluce en una manera próxima al impresionismo y postimpresionismo la pasión del pintor por la atmósfera y luminosidad evanescentes del paisaje montañoso centroeuropeo. Muy cerca suyo, el Sitting Tattoo VI de Jaume Plensa da la bienvenida al espectador, recordando con el color cambiante que provoca su iluminación interna, así como con su superficie enteramente recubierta de palabras —en este caso alusivas a las diferentes partes del organismo—, que el pensamiento es modelado por el Arte y que cada individuo, con sus propias reflexiones y un cuerpo que la vida tatúa con ‘tinta transparente’, constituye un ‘espacio habitable’ en continuo desarrollo hasta su muerte. Se trata, pues, de un lugar cambiante que evoluciona y desaparece en ‘la fugacidad de la luz’ y cuya memoria se esfuerza en preservar la materia artística.

Horizonte cultural

Tras esa primera sección en la que se esbozan las líneas argumentales del proyecto museográfico a partir de la noción de variabilidad constante, la muestra se ocupa de la exégesis mítica que de los fenómenos atmosféricos, climáticos y naturales se ha brindado en toda cultura. Y es que cada colectivo humano ha configurado sus propias cosmogonías y relatos fundacionales de carácter sagrado, intentando dar una respuesta inteligible al misterio de unas fuerzas telúricas que, incluso hoy, cuando la ciencia ha conseguido ofrecer tantas respuestas a los fenómenos de la naturaleza, continúan siendo imprevisibles e incontrolables. 

Desde la Antigüedad, no obstante, todo mito encuentra su contrapartida en la interpretación filosófica que, de forma paralela pero desde el dominio de la razón, se propone comprender el entorno natural, véanse en lo que concierne al agua las tesis de Tales de Mileto —que defiende su supremacía sobre el resto de elementos— o la famosa afirmación atribuida a Heráclito de Éfeso: ‘todo fluye’. En este ámbito se exhiben esculturas como Oh, les beaux jours! (Los días felices), versión contemporánea del mito de Narciso realizada por Esperanza d’Ors tomando como punto de partida un texto de Samuel Beckett, y Clitunno, figura de bronce policromado de más de dos metros de altura con que Markus Lüpertz personifica al río sagrado tutelado por Júpiter Clitunno. A sus aguas, que discurren por un hermoso paraje de la Umbría descrito por Plinio el Joven, también Virgilio atribuyó un poder sobrenatural en sus Geórgicas.

Sobre el horizonte

‘Y, cerrando los ojos, lo veo intacto como un milagro. Un río de oro que corre hacia algún lugar de donde no se vuelve, como la vida’. Este fragmento extraído de El Río de Ana María Matute, obra de 1963 donde la ganadora del Premio Cervantes describe los paisajes de La Rioja de su niñez, nos introduce en la representación del agua en sus diferentes estados sobre la superficie de la Tierra, esos estados cuya transformación cíclica, desde el vapor a la lluvia, la nieve y el hielo, garantiza la biodiversidad y la supervivencia. Si el individuo ha sabido estudiar y aprovechar desde un principio los recursos hídricos para mejorar su calidad de vida, también ha encontrado en la contemplación de su sempiterna variación en el medio ambiente la forma de experimentar una intensa fruición estética, no menos importante para su desarrollo humano. Así, sea por un interés cognitivo o sensorial, el arte ha reproducido el agua en sus múltiples manifestaciones, interpretándolas desde la óptica de muy diversos estilos e intereses —simbólico, propagandístico o iniciático—, tal y como puede observarse en la exposición, donde la pieza más antigua, el anónimo holandés Paisaje fluvial con figuras en una barca, data del siglo XVII y puede compararse con el lienzo de tema similar, Paisaje fluvial cerca de Appenzell, llevado a cabo por Carl Walter Liner (1914-1997) hacia mediados del pasado siglo.

En este sentido, Horizonte nos recuerda el modo en que las expediciones científicas decimonónicas, el circuito del Grand Tour y el desarrollo de la técnica favorecieron el progresivo acceso físico o visual —a través de imágenes fotográficas, por ejemplo— a espacios naturales nunca antes descubiertos y que, a partir de ese momento, devinieron objeto de muy distintos enfoques representacionales: desde el paisaje emocional de la época romántica a la captación de las alteraciones lumínicas durante el Impresionismo, sin olvidar el tratamiento experimental y la transgresión de la plástica pictórica y escultórica convencionales hasta alcanzar la abstracción, el conceptualismo o su reducción a la mínima expresión.

Bajo el horizonte 

El propósito de este nuevo apartado de la exposición es poner de relieve el protagonismo del agua en cuanto objeto de conocimiento a través del arte y no como mero elemento decorativo. Se centra la atención, por consiguiente, en la inmersión del artista en la génesis de sus diferentes fenómenos, tal y como se dice que hizo William Turner al atarse a un mástil en plena tempestad. Particularmente, la sala se propone explorar las profundidades de mares y océanos, una masa de agua inmensa que abarca la mayor parte de la superficie del planeta y que resulta indispensable para el desarrollo de la vida. A este propósito es conveniente recordar títulos de obras literarias como Moby Dick o Veinte mil leguas de viaje submarino, que ya en su época contribuyeron a afianzar en la opinión pública esa transformación de la consideración de un mar que, de mera ‘frontera’, pasa a ser visto como ‘espacio de dominio y exploración’, es decir, como ‘territorio de conquista’. Una conquista que hoy en día puede hacer pensar en el proyecto científico, la lucha política o el consumo turístico, pero que, en términos generales, debería entenderse como el establecimiento de un vínculo vital entre el ser humano y una parte de su entorno, puesto que el mar es fuente de intensas sensaciones y experiencias. Es un espacio que suscita miedo, deleite, melancolía, indolencia, felicidad o sosiego, que propicia la introspección y el ensueño, que es saludable y ocupa nuestro ocio. Así lo demuestran tanto el Baño junto al mar en Trouville que pintara Otto von Thoren a finales del siglo XIX, como los bañistas de Sin título —lienzo realizado por Tomomi Morishima en 1984— o los Nadadores de Salomé —cuadro fechado en 1994, poco más de un siglo después—. También merece reseñarse el Aquarium de Norbert Tadeusz, quien fuera discípulo de Joseph Beuys. En este lienzo personas y osos polares se sumergen juntos en las aguas, curiosa asociación que hace pensar nuevamente en la inseguridad del baño, ‘porque parte de la belleza del agua es su amenaza, su fascinación, ya que el agua incluye el miedo a las profundidades, al frío y a la muerte (…) El agua siempre está cambiando, de hora en hora todos los días’.

Asimismo, en esta sección se exhibe Sin título, de Peter Pongratz, un autor influido por el Art Brut cuyo interés es ‘inventar imágenes nuevas que nunca antes hayan existido’. Por eso, en su propuesta de paisaje acuático o submarino aparecen unas plantas de brillante colorido dibujadas en sección transversal —rasgo que caracteriza parte de su producción—. Según el escritor Gerhard Roth, lo más asombroso en sus cuadros es ‘la simultaneidad del exterior y el interior’, dado que Pongratz ‘ha encontrado un nuevo punto de vista sobre la naturaleza en el que la eterna extrañeza mutua de los fenómenos desparece de repente y, en su lugar, se revela su interrelación secreta’.

Horizonte futuro

Finalmente la muestra se detiene en los riesgos que la alteración de los ciclos naturales, y particularmente los relacionados con los distintos estados del agua, conllevaría para la sociedad contemporánea. Por desgracia son cada vez más frecuentes las imágenes que muestran mares contaminados de plástico o cielos urbanos ennegrecidos por la polución. Es necesaria, en consecuencia, una seria concienciación de la población mundial y una búsqueda de soluciones que pueda ayudar, incluso, a una optimización del aprovechamiento de los recursos hídricos. De ahí que nuestro ‘horizonte futuro’ pueda volverse una fuente de nuevas oportunidades para la mejora de las condiciones de vida del individuo en completa interacción con su medio ambiente: un aspecto donde el Arte siempre ha desempeñado un papel fundamental, no solo en cuanto difusor de un mensaje de advertencia, sino por su condición de pionero, precursor y clarividente visionario que transgrede los límites de su propio tiempo, ideando innovadoras propuestas que, en este caso sin duda, también ayudarán a encontrar alternativas sostenibles en épocas venideras. 

Horizonte. El poder del agua en la Colección Würth
Desde el 29 de marzo de 2025 hasta el 22 de febrero de 2026
Museo Würth La Rioja
Más información en: www.museowurth.es