Naturaleza muerta, 1952. Museo Morandi, Bolonia.
La Fundación Mapfre inaugura su nueva temporada expositiva con una importante muestra que recorre la trayectoria artística del pintor italiano Giorgio Morandi (1890-1964), estableciendo, además, interesantes conexiones entre su obra y la de creadores contemporáneos como Lawrence Carroll, Tony Cragg, Luigi Ontani, Tacita Dean o Alfredo Alcaín. Comisariada por Daniela Ferrari y Beatrice Avanzi, conservadoras del Museo di Arte Moderna e Contemporanea di Trento e Rovereto (MART), la exposición ha contado asimismo con la asesoría científica de Alessia Masi, conservadora del Museo Morandi de Bolonia. En líneas generales, la muestra refleja la asimilación de los distintos movimientos de vanguardia que marcaron la concepción artística de Morandi en el desarrollo de su particular lenguaje pictórico, ahondando en el análisis de los óleos y grabados de bodegones y paisajes que el autor boloñés cultivó durante toda su carrera.
Formación e influencias
Giorgio Morandi nació en Bolonia, donde residió toda su vida con su madre y sus tres hermanas. Había sido el primero de cinco hijos y su único hermano había muerto a los once años de edad. Su instrucción artística tuvo lugar en la Accademia di Belle Arti de su ciudad natal entre 1907 y 1913, periodo en el que se identifican sus primeros referentes artísticos –Cézanne, Rousseau, Picasso o Derain– y cuando realiza algunos viajes fundamentales para el desarrollo de su concepción artística. Así, en 1910 se desplazó a Florencia para contemplar las obras maestras de Giotto, Masaccio y Uccello, visitando también aquel mismo año la VIII Bienal de Venecia, donde conoció los treinta y siete trabajos de Renoir que allí se exponían. Más tarde, en 1913, veraneará por primera vez en Grizzana, pueblo del apenino boloñés donde comenzó a pintar los paisajes que, a partir de entonces, se convertirían en otro género recurrente de su trayectoria artística –sobre todo durante la II Guerra Mundial, que precisamente el artista pasó retirado en dicha localidad de la Emilia-Romaña–.
Al terminar su periodo formativo y hacia 1914, Giorgio Morandi demostró un gran interés por la estética futurista, llegando a entrar en contacto con Marinetti, Boccioni y Russolo, y presenciando tanto las Serate futuriste de Módena y Bolonia, como la muestra de Pittura Libera Futurista organizada en Florencia entre 1913 y 1914. Será justamente en este último año cuando Morandi empiece a exponer, participando en la Prima Esposizione Libera Futurista celebrada entre abril y mayo en la Galleria Sprovieri di Roma. No obstante, su invitación a la Seconda Secessione Romana, donde los futuristas no fueron admitidos, implica una cierta independencia que desde entonces se acentuará cada vez más: casualmente fue en Roma donde Morandi pudo contemplar algunas pinturas de Matisse y diferentes acuarelas de Cézanne, cuya impronta se hace indiscutible en su obra.
Igualmente destacado en su biografía artística es el momento inmediatamente posterior a la finalización de la Gran Guerra. Fue en 1919 cuando Morandi conoció a Giorgio de Chirico y Carlo Carrá –principales representantes de la pintura metafísica que Morandi practica en el breve intervalo de 1918 y 1919–. Precisamente, ya a finales de 1918 Morandi había entrado en contacto con Mario Broglio y el círculo de la revista Valori Plastici que este último editaba. Morandi llegó a vincularse contractualmente con Broglio hasta 1924, exponiendo una importante selección de obras en la muestra que el grupo, defensor de una ‘vuelta al orden’ síntesis de la tradición italiana y el lenguaje moderno, celebrase en Berlín en 1921. Asimismo, su presencia en la Fiorentina Primaverile de 1922 le valdría el famoso elogio que De Chirico le dedicó en el catálogo de la exposición, donde aseguraba que Morandi era partícipe del “gran lirismo creado por el último y profundo arte europeo: la metafísica de los objetos más comunes”. Posteriormente, Morandi seguirá ligado, aunque sin participar activamente, a la corriente del Novecento italiano, continuadora de Valori Plastici.
Calma, silencio elocuente, inocencia y plasticidad
Dijo Morandi en una entrevista con Edouard Roditi en 1958: “Soy esencialmente un pintor de ese tipo de naturaleza muerta que comunica una sensación de tranquilidad y privacidad, estados de ánimo que siempre he valorado por encima de todo”. Y, en efecto, los bodegones –elementalmente conformados por un pequeño conjunto de tazas, copas, vasijas, jarras o botellas, agrupadas de forma diversa y sometidas a ligeras variaciones de orden lumínico y cromático– constituyen el género pictórico por antonomasia de toda su carrera: paráfrasis de un mismo tema que, sin grandes contrastes de luces y sombras ni alteraciones volumétricas, y recurriendo siempre a esa paleta típicamente morandiana dominada por tonos ocres, agrisados y violáceos, consiguen suscitar en nosotros las infinitas emociones que solo la introspección es capaz de generar en nuestro ser gracias, justamente, al sosiego y la intimidad.
Por eso Gian-Paolo Biasin recuerda al filósofo y crítico de arte francés Louis Marin cuando califica el bodegón como una “vida silenciosa que, sin embargo, habla”. Otros, a su vez, han traducido las pinceladas de Morandi en términos musicales: para Cesare Brandi, su pintura consiste en la “fuerza de una nota de color que se eleva con la pureza de un trino, sin alterar el orden armónico”, mientras que Francesco Arcangeli la califica de “paz sinfónica”. Es, sin duda, la paz de una temporalidad suspendida, de una ‘imagen-tiempo’ deleuziana, capaz de condensar en sí misma la esencia de la eternidad.
En este sentido, Marin explica que la “revolucionaria grandeza” de Chardin –otro de los grandes referentes de Morandi–, radica en mostrar, más allá de cánones, códigos y convenciones de entendimiento y valoración, “la profunda unidad y autonomía del orden pictórico”, tomando los objetos de sus composiciones como un “pretexto ocasional” para el estudio de la luz y la materia. Precisamente, se trata de los mismos términos en los que ya se expresaba Ardengo Soffici en un artículo sobre pintura en general publicado en La Voce en 1912 y que Roberto Longhi y Arcangeli aplicarán más tarde, no por casualidad, a la pintura de Morandi. De hecho, según Longhi: “Partiendo de un mismo motivo material, supo restituir timbres sentimentales diferentes y declinar de manera siempre distinta su severa elegía luminosa”.
En función de lo anterior, sería posible afirmar que los cuadros del autor boloñés rezuman ‘inocencia’, como bien siente la poeta Ida Vitale cuando, al referirse a Corot –en quien encontramos a un nuevo maestro de Morandi, especialmente en lo relativo a su faceta plenamente paisajística–, asegura:
“Inocente como Corot celebrando en una carta un cuadrito suyo que ha vuelto a ver: ‘No había nada en él, pero era encantador y como pintado por un pájaro’. Entiendo de golpe la fascinación de Morandi por Corot, curiosamente uno de sus pintores favoritos, que se transparenta cuando, con no menor inocencia, se escandalizaba del precio alcanzado por algún cuadro suyo, ya fuera de sus manos, y se preguntaba en cuánto, entonces, iban a vender un Corot”.
La misión del artista
Sentenciaba Morandi en su entrevista con Roditi que “nada puede ser más abstracto, más irreal, que lo que realmente vemos. Sabemos que todo lo que podemos ver del mundo objetivo, como seres humanos, nunca existe realmente como lo vemos y entendemos. La materia existe, por supuesto, pero no tiene un significado intrínseco propio, como los que le atribuimos. Solo podemos saber que una copa es una copa, un árbol es un árbol”. Por eso, en opinión del pintor italiano “lo que vemos, creo que sea creación, invención del artista, en el caso de que sea capaz de hacer caer aquellas barreras, es decir, aquellas imágenes convencionales que se interponen entre él y las cosas”.
Esta idea del artista como intermediario entre la interpretación convencional de la realidad y la representación plástica de su verdadera esencia es asociada con Edmund Husserl y su método fenomenológico en la obra de Massimo Recalcati, Il mistero delle cose: nove ritratti di artisti. Según Recalcati, esta corriente filosófica “prevé de hecho un acto preliminar de epoché –de suspensión del juicio– capaz de desactivar las sedimentaciones pasivas y canónicas del sentido para revelar el acontecimiento siempre nuevo de las ‘cosas mismas’ tomadas en su pura inmanencia perceptiva”.
“Biografía sin noticias”
En resumidas cuentas, gran parte de la vida de Giorgio Morandi transcurrió entre su estudio de la via Fondazza de Bolonia y los veranos en Grizzana, sin olvidar las lecciones de grabado que el pintor impartió en la Accademia di Belle Arti de Bolonia desde 1930 hasta 1956, año en que, por primera vez, abandonó Italia para asistir a la inauguración de una exposición en Suiza. No obstante, la casi total inexistencia de viajes al extranjero no quiere decir que Morandi desconociera el panorama artístico internacional, que sus obras no participaran en exposiciones fuera de Italia o que no gozara de un gran prestigio y reconocimiento público: de hecho su cátedra en la mencionada academia boloñesa le fue otorgada “por clara fama” y “sin concurso”.
Sea como fuere, podría concluirse que, de acuerdo con Massimo Recalcati –quien a su vez cita la famosa expresión que da título a este epígrafe empleada por Francesco Arcangeli para definir la trayectoria vital de Morandi–:
“Por mucho que su carrera artística pueda emplazarse históricamente, buscando sus huellas en las lecciones de Jean-Baptiste-Siméon Chardin y Paul Cézanne, en la metafísica de Giorgio de Chirico y Carlo Carrà, la biografía y la poética de Morandi indican una tendencia evidente a la contemplación y a la soledad, a la búsqueda de un rigor ascético. La monotonía marca sus jornadas, cada una segmentada en horas de enseñanza, largos paseos bajo los pórticos de Bolonia, encuentros, conversaciones y correspondencia con pocos amigos íntimos, y sobre todo, en el tiempo dedicado monacalmente a la pintura. Su vida es una ‘biografía sin noticias’. La renuncia a la vida mundana y el apartarse de cualquier compromiso político o intelectual son el resultado de una elección de fondo que no se debilita con el curso de los años, es más –también a causa de las tragedias provocadas por el fascismo y la II Guerra Mundial–, parece volverse cada vez más decidida”.
Bibliografía y recursos online
Francesco Arcangeli, Giorgio Morandi, Edizioni del Milione, 1964
Laura Arias, “Italia como referente de modernidad. El eco de la revista Valori Plastici y del grupo Novecento en el arte de postguerra”, De arte, 6 (2007)
Gian-Paolo Biasin, Montale, Debussy, and Modernism, Princeton University Press, 2014
Christine Farese-Sperken, La Collezione Grieco: 50 dipinti da Fattori a Morandi, Dedalo, 1987
Massimo Recalcati, Il mistero delle cose: nove ritratti di artisti, Feltrinelli, 2016
Edouard Roditi, Dialogues on Art, Horizon Press, 1961
Ida Vitale, Resurrecciones y rescates, Fondo de Cultura Económica, 2019
Centro Studi Giorgio Morandi, www.giorgiomorandi.it
Morandi. Resonancia infinita
Del 24 de septiembre de 2021 al 9 de enero de 2022
Fundación Mapfre, Sede Recoletos, Madrid
Más información en: www.fundacionmapfre.org