Henry Moret, Esperando el regreso de los pescadores, 1894.

Una de las propuestas con que la Fundación Mapfre inaugura el nuevo curso expositivo vuelve su mirada hacia la forja de la modernidad pictórica en la Francia del siglo XIX, centrando su atención en el nacimiento de una nueva concepción del mercado del arte basada en la representación de artistas por galerías y marchantes. De este modo, a través de una sesentena de obras, Paul Durand-Ruel y los últimos destellos del impresionismo no solo destaca la figura de este gran promotor del arte moderno, sino que intenta esclarecer su faceta menos conocida y no por ello menos señalada: aquella que le llevó a comercializar la obra de una serie de pintores que durante el periodo de vanguardias continuó cultivando un arte pictórico de corte impresionista y postmodernista. 

Modernidad y mercado del arte

Paul Durand-Ruel (1831-1922) perteneció a aquella gran generación de marchantes y galeristas parisinos que contribuiría decisivamente a transformar el panorama artístico occidental del último tercio del siglo XIX. Así, Ambroise Vollard, Georges Petit o el propio Durand-Ruel ofrecieron una alternativa al estilo académico imperante en la sociedad de su tiempo, cuya estética venía consagrada cada año durante la celebración del Salón oficial. En este sentido, el rechazo de los artistas más innovadores, la convocatoria de exposiciones alternativas del tipo del Salón de los Independientes o el Salón de Otoño, así como la autonomía y libertad de las cada vez más renombradas galerías de arte, terminarían conllevando el fin de aquel desfasado sistema de promoción artística decimonónica. Precisamente, desde que en 1865 Paul asumiera la dirección de la galería fundada por su padre Jean Durand-Ruel, el marchante adquiriría gran notoriedad en los círculos más transgresores, tanto por el fomento del arte moderno, como por la cercana relación establecida con cada uno de los pintores cuya obra comercializaba en exclusiva. En efecto, la asociación —carente de relación contractual— se basaba en la confianza mutua, con una cuenta corriente abierta para la satisfacción de los gastos generados por la compra de material o el pago de desplazamientos y alquileres. Los artistas —entre los que se contaron Delacroix, Courbet, Millet, Corot, Daubigny y otros pintores de la Escuela de Barbizon, además de Monet, Renoir o Pisarro entre los impresionistas— recibían ingresos mensuales y veían su obra expuesta en las galerías de Paul Durand-Ruel, tanto en las de las calles Le Pelletier y Laffite en París, como en las que el marchante abriría en Bruselas, Londres o Nueva York. Curiosamente, de entre toda la nómina de maestros que apadrinó Durand-Ruel, solo uno de ellos lo retrató con casi ochenta años: se trata de Pierre-Auguste Renoir, con el que Durand había entablado una gran amistad desde 1871 y quien hacia 1880 ya habría retratado a los hijos del marchante.

La presencia en la muestra de este retrato de 1910 recuerda como, hacia el final de su carrera, Paul Durand-Ruel se ocupó de la representación de una nueva generación de artistas herederos del impresionismo y partícipes de un movimiento postimpresionista del que asumirían diferentes géneros y tendencias: es el caso de Henry Moret, Maxime Maufra, Gustave Loiseau, Georges d’Espagnat y Albert André, pintores que por cultivar un estilo considerado algo desfasado en pleno auge de las vanguardias históricas han pasado en cierto modo desapercibidos para la historiografía moderna. Esta empresa tardía, continuada por los descendientes de Durand-Ruel, constituye hasta hoy uno de los aspectos inéditos de su labor como galerista.

Henry Moret

Las costas bretonas encontraron en Henry Moret (1856-1913) a uno de sus más fieles paisajistas, llegando a afirmar el crítico Henry Hugault en 1959 que ‘En Henry Moret se encuentra toda Bretaña y en Bretaña todo Henry Moret’. Este artista formado en la Escuela de Bellas Artes de París y que durante el servicio militar había tomado clases de pintura entró en contacto con Durand-Ruel en 1895, poco después de haberse trasladado a Doëlan —donde habitaría una casa desde la que podía contemplar las actividades pesqueras del puerto—. A partir de entonces y hasta el final de sus días se inició una colaboración que proporcionaría a Moret una gran estabilidad económica, con compras regulares —en total más de seiscientas obras— y la organización de seis exposiciones individuales, dos de ellas en la galería neoyorquina de Ruel. En sus comienzos Moret trabajó el paisaje en la línea de la Escuela de Barbizon y en 1888, a raíz de su encuentro con Gauguin, Bernard y Sérusier en Pont Aven, adoptaría una estética sintetista de composiciones decorativas con planos escalonados, contornos definidos y aplicación uniforme del color. Igualmente, desde un punto de vista simbolista los paisajes bretones eran vistos por Gauguin y sus seguidores como una forma de pureza alejada de ‘la contaminación humana’. No obstante, siguiendo las indicaciones de Durand-Ruel, el artista evolucionaría hacia un estilo más próximo al impresionismo, atendiendo a las variaciones lumínicas, volviendo más suave su paleta —de la que los tonos rosados y verdosos son característicos— y reduciendo el formato de sus composiciones para hacerlas más asequibles. Moret, que desde 1890 había entablado gran amistad como Maufra y Loiseau, participó, entre otras exposiciones, en el  Salón de la Libre Esthétique de Bruselas y vio como el estado francés adquiría una de sus obras en 1904. 

Maxime Maufra

Al igual que Moret, Maxime Maufra (1861-1918) conoció a Gauguin y Sérusier en Pont Aven. Aunque generalmente no siguió los postulados sintetistas, Gauguin le recomendaría persistir en su propio camino —‘que es bueno’, le dijo—. Además, en sintonía con todos ellos, Maufra no ocultaría su predilección por la Bretaña, hasta el punto de pasar el resto de su vida alternando los inviernos en París con los veranos bretones. En cualquier caso, este artista formado en Nantes con los hermanos Charles y Alfred Leduc, resultó ser un gran viajero y, desde que visitara Londres en 1883, se sentiría cautivado por el arte de Turner. Conoció además otras regiones francesas, como la Normandía, el Delfinado, la Saboya o el Midi y descubrió Luxemburgo, la Riviera italiana o Argelia. Tras establecerse en París —el primero en hacerlo en Le Bateau-Lavoir—, entraría en contacto con Paul Durand-Ruel, posiblemente en la galería Le Barc de Boutteville en 1894. Dos años después expuso por primera vez con el marchante quien, a lo largo de las casi dos décadas que duró su relación, le llegaría a comprar casi setecientas obras y le organizaría siete muestras individuales en París y Nueva York. Gran amigo de Moret y Loiseau, con los que recorrería las costas de Bretaña desde su encuentro en Pont-Aven, su dedicación al género del paisaje —en el que, por cierto, no es frecuente la presencia humana y el espacio del cielo se ve reducido frente al mar— le valió el nombramiento de pintor del Departamento de Marina en 1916. A pesar de todo, Maufra no solo plasmó la sencillez y autenticidad de las gentes y lugares bretones en un estilo esencialmente impresionista, sino que tampoco renunciaría a reproducir las imágenes de la más viva contemporaneidad, entendida esta desde la perspectiva del progreso industrial y artístico, tal y como atestigua su vista de la ribera del Sena con la iluminación nocturna de la Torre Eiffel y de los pabellones construidos para la celebración de la Exposición Universal de París de 1900, símbolo por antonomasia de la modernidad de su época. Este lienzo demuestra igualmente la maestría del autor en el empleo del color negro, sobre el que centellea el reflejo amarillento producido por el deslumbrante efecto de los cientos de luces eléctricas que decoraron el certamen.

Gustave Loiseau

Del mismo modo que hicieran Maufra y Moret, Gustave Loiseau viajó a Bretaña en 1890, donde también entraría en contacto con Gauguin, Bernard y Sérusier sin que las ideas sintetistas influyeran de manera determinante en su obra. Y es que en sus cuadros —paisajes del Sena y afluentes suyos como el Eure, vistas de la Bretaña y el Canal de la Mancha o escenas urbanas de París y Ruán— prevalece la aplicación dinámica de la pincelada impresionista, favoreciendo la descripción de los efectos lumínicos de amaneceres y atardeceres de una forma cada vez más parecida a la de Monet, Pisarro y Sisley. Incluso los mismos motivos que los pintores del grupo impresionista reprodujeron a distintas horas del día fueron los elegidos muchos años más tarde por el llamado ‘historiógrafo del Sena’, véanse el acantilado de Étretat o la catedral de Ruán —cuya serie, justamente, presentaría Monet en la galería parisina de Durand-Ruel en 1895—. A este propósito conviene recordar que Loiseau, quien trabajó como decorador antes de dedicarse a la pintura, se unió a la Société des Artistes Indépendants en 1893, participando en las muestras de Pintores impresionistas y simbolistas organizadas en Le Barc de Boutteville. Desde 1897 mantuvo una estrecha relación con Paul Durand-Ruel, quien a lo largo de treinta y dos años se haría con más de mil cien cuadros suyos y le dedicaría hasta nueve exposiciones individuales. Dos años después del éxito de la primera de ellas, celebrada en 1898, Loiseau expuso con sus amigos Moret y Maufra en la galería que Durand-Ruel había abierto en Nueva York.

Georges d’Espagnat

Georges d’Espagnat (1870-1950) fue un pintor, ilustrador y escenógrafo fundamentalmente autodidacta que hizo del Louvre su principal lugar de trabajo, demostrando especial predilección por el estudio de Delacroix y Rubens. Amigo de Louis Valtat y Albert André, empezó a exponer en Le Barc de Boutteville y, a partir de 1898, en la galería de Paul Durand-Ruel, donde aquel año se le dedicó una muestra individual, la primera de las siete que le organizó el marchante. Este llegó a adquirir unos quinientos lienzos suyos hasta 1920, cuando D’Espagnat rechazaría mantener su cláusula de exclusividad. No obstante, la confianza depositada en el pintor durante aquellas dos décadas queda patente en el encargo que este recibe para decorar las puertas del salón del apartamento de Joseph Durand-Ruel, hijo de Paul. No fue esta, sin embargo, la única solicitud particular dirigida a D’Espagnat, a quien también se le encargó la decoración de otras residencias privadas o sedes institucionales del tipo del Ayuntamiento de Vincennes y el Salón Victor Hugo del Palacio del Luxemburgo. Aunque Georges d’Espagnat privilegió las escenas de género e interiores, cultivó asimismo el paisaje, tal y como demuestra Cala en Le Lavandou (ca. 1899), obra en la que a la herencia del impresionismo y del carácter decorativo tomado de los nabis, se suma un empleo libre, enérgico e intenso del color que, tiempo antes de la celebración del Salón de Otoño de 1905, la convierte en precursora del fauvismo. El gran tamaño de algunos de sus lienzos obligó al artista a realizar sus obras en el taller y sus viajes al Mediterráneo francés —así como a Italia, Sicilia, Portugal y Marruecos—, resultaron decisivos en la forja de un estilo propio. Con respecto a la luminosidad del sur afirmaría en 1901: ‘Aquí la luz es implacable. […] Aquí todo es claro: colores o dibujos’. Además, durante su estancia en la Costa Azul coincidió frecuentemente con Renoir, quien también influiría en sus obras finales. El estilo de D’Espagnat tendió progresivamente hacia una simplificación compositiva y un intimismo ‘silencioso’ cada vez mayores.

Albert André

El último de nuestros autores, Albert André (1869-1954), frecuentó la Academie Julian de París, donde entraría en contacto con Georges d’Espagnat y Louis Valtat. Aparte de la amistad que le unió a D’Espagnat, con quien viajará frecuentemente por el sur de Francia, este artista escribió la primera biografía de Renoir, a quien retrataría en diferentes ocasiones. Precisamente por consejo del maestro impresionista, en 1917 asumió el cargo de Conservador jefe del Museo de Bagnols-sur-Cèze, cuyos fondos enriquecería con telas de los principales representantes del Impresionismo y de sus seguidores. Con anterioridad, también Renoir había convencido a Durand-Ruel para que adquiriera cinco lienzos de André en el Salon des Indépendants de 1894. A partir de entonces se inició una colaboración con la galería Durand-Ruel que duraría hasta la muerte del pintor, con una adquisición total de unas ochocientas obras y dieciséis exposiciones entre París y Nueva York, la primera de ellas en 1904. Además, Joseph Durand-Ruel le encargó la decoración de las puertas del comedor de su apartamento parisino. 

Junto a las escenas de género, en su obra tendrán un gran peso los paisajes de los alrededores de París, Marsella y Laudun, localidad occitana donde se encontraba la casa familiar que André habitó desde 1939. El estilo pictórico de este artista, quien también trabajó como decorador, dibujante e ilustrador, se caracteriza por un fuerte carácter plano, ornamental, colorista y simbólico, similar al cultivado por su amigo D’Espagnat y del que, aunque nunca llegara a formar parte del grupo, los pintores nabis Maurice Denis, Pierre Bonnard y Édouard Vuillard constituyen sus principales referentes. Con el paso del tiempo y en coincidencia con D’Espagnat, André se alejaría de la pintura decorativa, decantándose por los interiores familiares e intimistas de corte clasicista. En estos cuadros, compuestos según una concepción perspectívica tradicional y donde se adopta un encuadre fotográfico heredero del arte de Degas, el pintor emplea mayormente tonos rosados y verdosos que, en fuerte contraste con la vorágine vanguardista, aplica sobre el lienzo con gran serenidad y sosiego.

Paul Durand-Ruel y los últimos destellos del impresionismo
Desde el 19 de septiembre de 2024 hasta el 5 de enero de 2025
Fundación Mapfre Recoletos, Madrid
Más información en: www.fundacionmapfre.org