
Auf Weiss II (En blanco II), 1923.
‘Podía ver mentalmente todos mis colores, estaban ante mis ojos. Líneas salvajes, casi locas, tomaban forma ante mí’: con estas palabras expresaba Vassily Kandinsky (1866-1944) su capacidad sinestésica para asociar sensaciones de diferentes sentidos, en su caso, el del oído y el de la vista. Esta facultad de ‘ver música’ la experimentó tras asistir a una representación de la wagneriana Lohengrin, que le sirvió de punto de partida para fundamentar su pintura en una serie de correspondencias musicales y visuales con las que emprendería su particular camino hacia la abstracción pictórica. Así, no es de extrañar que el pintor también afirmase en su De lo espiritual en el arte y la pintura en particularde 1911: ‘El color es un teclado, los ojos son un martillo y el alma es un piano, con sus muchas cuerdas vibrantes’. En definitiva, su evolución artística desde Múnich hasta los años finales en París constituye el objeto de la visión panorámica que propone Vassily Kandinsky. Pionero del arte abstracto, la nueva exposición temporal del Centre Pompidou Málaga. Cabe destacar que las obras que integran la muestra provienen en su totalidad de la colección del Centre Pompidou – Musée national d’art moderne, institución que posee los fondos más completos del pintor gracias a la donación que en su día realizara Nina Kandinsky (1899-1980), su segunda mujer y gestora de su obra.
Comienzos
En 1896 Vassily Kandinsky se trasladó a Alemania. Atrás quedaban sus años de formación en economía y derecho en su Rusia natal. Había llegado el momento de consagrarse a su verdadera pasión, el Arte, y en Múnich el autor pudo empezar unos estudios que, además de a la pintura al temple, le encaminarían hacia la práctica del grabado en madera. Tras la fundación de la asociación Phalanx y su escuela homónima en 1901, conoció a su compañera Gabriele Münter con la que tres años después, tras el cierre de la escuela, emprendería un viaje por los Países Bajos, Túnez, Italia y París. Precisamente, el lienzo El parque de Saint-Cloud, sendero sombreado, de 1906, nos recuerda la estancia parisina de Kandinsky, cuando el pintor de origen ruso residiría en el número 4 de la rue des Binelles en Sèvres y visitaría con frecuencia el parque de Saint-Cloud, que le hacía recordar el jardín inglés de Múnich y donde llevaba a cabo rápidos bocetos al aire libre. El estilo de esta tela, de amplias pinceladas aplicadas con cierto nerviosismo, aún carece del pleno sentido expresionista que desde 1905 manifestaban los integrantes de Die Brücke en Alemania. Al contrario, aquí todavía se aprecia la influencia de la obra de Paul Signac, De Eugène Delacroix al neoimpresionismo, traducida al alemán en 1903 y que causó gran impresión a Kandinsky. Asimismo, años más tarde, en su carta del 31 de julio de 1937 a André Dezarrois, conservador del Museo del Jeu de Paume, el artista recordará el ambiente fauvista vivido durante aquella primera estancia de larga duración en París, llegando a confesar sentirse verdaderamente enamorado de la pintura de Matisse, especialmente de su producción de los años 1905 y 1906.
Murnau
Münter y Kandinsky pasaron el verano de 1908 junto con Marianne von Werefkin y Alexej von Jawlensky en una pequeña localidad de la Alta Baviera, Murnau, lugar que se ha considerado origen de una nueva etapa en la historia de la pintura occidental. En particular, Kandinsky comienza a explorar entonces las posibilidades plásticas del color, añadiendo a sus primeras influencias las de Van Gogh —cuya obra popularizó una exposición itinerante en 1905— y el primer expresionismo. El pintor se aleja, pues, de la reproducción mimética de la realidad circundante y estructura sus composiciones en función de amplios campos cromáticos. Esta evolución se observa en el paisaje Improvisación 3, de 1909, una obra que figuró en el Salón Izdebski de Odessa en 1911 y que remite al viaje que Kandinsky realizase a Túnez en 1904. Además, el lienzo presenta uno de los motivos recurrentes en la producción artística del pintor: el jinete, que podría entenderse como su alter ego y guía espiritual. De hecho, según Nancy Spector, el uso recurrente de esta figura en las obras de Kandinsky se ha interpretado como símbolo de su lucha contra la pintura convencional, así como de su búsqueda de un arte espiritual capaz de transformar el futuro de la humanidad. Su aparición tiene lugar en las obras producidas en Rusia y, posteriormente, será incluido en las portadas tanto de De lo espiritual en el Arte, como del Almanaque del Jinete Azul que Kandinsky coeditará con Franz Marc. Por otra parte, dado que a partir de 1910 numerosas obras suyas se inspirarán en el Apocalipsis de San Juan, el propio jinete podría identificarse desde esa fecha con el ‘Jinete del Apocalipsis’, cuya acción destructiva no perseguirá otro fin que la redención del mundo.
El jinete azul
Tras su paso por Phalanx y después del verano en Murnau, Vassily Kandinsky formará parte de la Nueva Asociación de Artistas de Múnich, agrupación que abandonará en 1911, año de la fundación del trascendental movimiento expresionista El jinete azul, así como de la publicación de De lo espiritual en el Arte y la pintura en particular. En este volumen aseguraría el pintor que ‘la armonía de los colores debe basarse únicamente en el principio de resonancia con el alma humana. Esta base se definirá como el principio de la necesidad interior’. Otro hecho destacado de este periodo es la publicación del citado Almanaque del Jinete Azul, que vería la luz en la primavera de 1912 para propugnar la desaparición de toda frontera entre las distintas manifestaciones artísticas. A la producción pictórica de ese último año corresponde el cuadro Con el arco negro, donde Kandinsky representa tres bloques cromáticos que parecen dispuestos a colisionar. Sin embargo, el arco que da título a la composición y cuya forma evocaría el arnés tradicional ruso conocido como douga, mantiene a distancia cada componente en un equilibrio inestable. De este modo, el pintor logra sugerir un movimiento de formas y colores que se debate entre el caos y la contención. A ello contribuyen las líneas y manchas cromáticas, la firmeza de los trazos y la sensibilidad con que se aplica cada toque de pincel, que se contraponen y complementan simultáneamente en busca de un lenguaje abstracto tan enérgico y poderoso como la música —de hecho, la concepción del conjunto se aproximaría al principio de emancipación de la disonancia que en aquel tiempo defendiera el compositor Arnold Schönberg—.
Rusia
Cuando el 1 de agosto de 1914 Alemania declara la guerra a Rusia, Vassily Kandinsky se ve obligado a regresar a su país natal. Se inicia entonces un periodo de gran austeridad, en el que el pintor abandona la pintura figurativa al óleo hasta el verano de 1917, realizando únicamente durante ese intervalo de tiempo obra gráfica de carácter abstracto. Con la llegada de la Revolución de Octubre, Kandinsky participa en la reorganización de las instituciones culturales del gobierno bolchevique —como miembro del Comisariado de Educación Popular y ayudando a fundar el Instituto de la Cultura Artística— y, lógicamente, entra en contacto con la nueva vanguardia rusa. De este modo, la influencia del suprematismo y el constructivismo se deja sentir en su trabajo, que adquiere un aspecto más geométrico con predominancia de los colores primarios y las tonalidades sobrias. No obstante, al no encajar la espiritualidad de su pensamiento artístico con los presupuestos del nuevo régimen, en el invierno de 1921 el autor hubo de mudarse nuevamente a Múnich. En este contexto, la composición de 1919, En gris, supone uno de los trabajos finales de la etapa rusa de Kandinsky. Es el periodo que, en su carta del 4 de junio de 1936 a Hilla Rebay, el propio artista calificó de ‘dramático’, por la densa acumulación de múltiples formas orgánicas que progresivamente se ven sometidas a un proceso de geometrización. Durante su fase compositiva, el pintor ejecutaría distintos estudios sobre papel, como la acuarela que también conserva el Centre Pompidou y donde igualmente se aprecia la oscura línea curva del ángulo superior izquierdo. Su existencia recuerda el título inicialmente pensado por Kandinsky para este cuadro: Pintura con arco negro.
Bauhaus
En junio de 1922 Vassily Kandinsky se dirige a Weimar para incorporarse a la plantilla docente de la Bauhaus, la escuela de artes y oficios fundada tres años antes por el arquitecto Walter Gropius. Como ‘Maestro de las formas’ en una institución que pretende promover el desarrollo de las artes aplicadas e industriales, así como de la artesanía bajo la premisa de la transversalidad e interdisciplinariedad artísticas, Kandinsky dirige el taller de pintura mural y observa una transformación en su obra, cuyos trabajos él mismo engloba dentro de lo que denomina ‘periodo frío’. En efecto, su producción se va a caracterizar en aquella época por la adopción de una estética constructivista, de carácter gráfico y gran claridad compositiva. Poco después, en 1925 la Bauhaus se traslada a Dessau y al año siguiente Kandinsky publica su segundo gran volumen teórico, Punto y línea sobre plano, cuyo título ejemplifica la evolución experimentada en su estilo. Finalmente, con el ascenso al poder de Adolf Hitler en 1933, la Bauhaus cerrará sus puertas y Kandinsky se verá obligado a instalarse en Francia. De sus once años de trabajo en Weimar y Dessau persistirá, no obstante, un legado de 289 acuarelas y 259 pinturas. En la muestra de Málaga, En blanco II, de 1923, trasluce las características de esta nueva etapa kandinskiana. En ella, la antítesis de fuerzas centrípetas y centrífugas, la contraposición de formas triangulares y circulares, genera una vez más un equilibrio inestable, ahora dominado por la tensión que provocan las líneas diagonales. Curiosamente esta pintura, que retoma una acuarela de 1922, fue elegida por el artista para decorar el comedor de su apartamento en la Bauhaus Dessau.
Biomorfismo
Durante los últimos años de su vida Kandinsky vivió en Neuilly-sur-Seine, en los alrededores de París, la ciudad cuya ‘maravillosa (fuerte y suave) luz’ amplía su paleta, según declararía el propio autor. Es un momento en el que continúa pintando y dibujando prolíficamente, produciendo una importante cantidad de trabajos que tendrán por común denominador la inspiración en imágenes procedentes del mundo de la biología, semejantes a embriones, larvas o seres invertebrados, cuyas formas contrastan y predominan sobre las de sus tempranas composiciones abstractas, basadas en combinaciones de líneas y círculos. En este marco, su Acumulación controlada, de 1938, hace ostensible la pervivencia de las asociaciones musicales en las formas pictóricas, no solo simbólicamente al representar un todo caótico que, sin embargo, continúa resultando ser armónico al quedar contenido dentro de un fondo neutro, sino también al otorgar a algunos de sus componentes la apariencia de instrumentos musicales, siendo posible distinguir un arpa, la boca de la guitarra o el mástil de un violín. Otros elementos recuerdan al mundo bacteriológico, precisamente en unos días en que se produjeron importantes innovaciones en el tratamiento de las infecciones bacterianas —recuerda Byron Breeedlove en el tomo XXIII de la publicación Emerging Infectious Diseases—. Baste citar el descubrimiento de la penicilina por Alexander Fleming en 1928 y las primeras micrografías electrónicas de especímenes biológicos obtenidas por Ladislaus Laszlo Marton, cuyo primer prototipo de microscopio electrónico data de finales de 1932. Aparte de la tradición del biomorfismo en el arte, Kandinsky toma como referentes antiguos tapices descubiertos en París o el ‘universo’ de las constelaciones de Joan Miró, que contemplaría al visitar a Jeanne Bucher en 1943. De esta suerte, los postulados constructivistas se fusionarán ahora con la fantasía del grupo surrealista, especialmente a través del contacto del pintor con Jean Arp, a quien Kandinsky ya había conocido en Suiza en 1909.
De esta forma concluye el recorrido cronológico e historiográfico con el que el Centre Pompidou Málaga ahonda en la personalidad artística de Vassily Kandinsky. Aun no siendo ya considerado el único padre de la abstracción —especialmente tras la reivindicación del trabajo de la sueca Hilma Af Klint, entre otros artistas precursores—, la muestra hace ostensible la innegable relevancia y actualidad de su pionera aportación al desarrollo de un arte total, sinestésico e interdisciplinar, autónomo de la mera reproducción de la realidad sensible, pero esencialmente espiritual y humano.
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Vassily Kandinsky. Pionero del arte abstracto
Desde el 28 de marzo hasta el 7 de septiembre de 2025
Centre Pompidou Málaga
Más información en: www.centrepompidou-malaga.eu